Zamora: concierto de cuencos tibetanos… ¿para la esclerosis múltiple?
“¿Por qué Zamora parece últimamente un nido de pseudoterapias?”. Así arranca un tuit publicado ayer, 19 de noviembre, por la asociación Alternativa Racional a las Pseudociencias (ARP). ¿A qué se referían? Basta con seguir leyendo para saberlo: “¿Qué hacen los cuencos tibetanos con la #esclerosismúltiple? ¿Acaso pretenden curarla con ondas sonoras? No todo vale con las enfermedades incurables y la desesperación de los pacientes”.
Pseudoterapias fraudulentas
Y es que la Asociación Zamorana de Esclerosis Múltiple (AZDEM), que lleva más de dos décadas haciendo un trabajo inestimable a favor de las personas que sufren esta enfermedad y sus familias, ha organizado para mañana, 21 de noviembre, un “concierto de relajación de cuencos tibetanos” en la misma sede de la asociación. Asegurando, en un tuit que ha desaparecido, que ya hubo un evento semejante en mayo.
Lo que a primera vista no es más que una actividad relajante como ayuda a los enfermos de esclerosis múltiple ha despertado las sospechas tanto de la ARP como de otras personas preocupadas por el problema de las pseudoterapias. Así, el psicólogo zaragozano Carlos Sanz ha afirmado en Twitter: “Hace falta valor para frivolizar con la #esclerosismultiple dando pie a cuentos como las ‘vibraciones positivas’, los cuencos tibetanos y ese tipo de pseudoterapias fraudulentas de la new age”.
También el zamorano Luis Santamaría, integrante de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), ha retuiteado lo publicado por la ARP, señalando en Facebook que el fenómeno de las pseudoterapias en su provincia es “cada vez más preocupante”.
Preguntado por los riesgos que puede tener una simple actividad de relajación, Santamaría ha explicado en la misma red social: “en el cartel publicitario de la actividad se puede leer perfectamente ‘Terapia manual y sonoterapia’ como profesión del ‘impartidor’ de estas ‘vibraciones positivas’. Al menos podremos avisar de los riesgos potenciales, ¿no?”.¿Cuencos? Alquimia, chamanes… y ADN
Como señala el investigador de la RIES, en el cartel anunciador de la actividad se presenta al que va a “impartir” el concierto, Paris Nogales, con la aclaración de “Terapia manual y sonoterapia”. ¿A qué se refiere? Haciendo una sencilla búsqueda en Internet, nos encontramos con lo que se explica de la “terapia con cuencos tibetanos” que hace Nogales. Veamos el texto completo:
TALLER INTENSIVO DE TERAPIA CON CUENCOS TIBETANOS. Impartido por Paris Nogales
Los cuencos cantores aparecieron originariamente en el Tíbet, en la Edad del Bronce, hace tres mil años. Más tarde se expandió su uso a todo Oriente. Se fabrican en una alquímica aleación de siete metales (relacionados con los astros), y se usaban por chamanes en ceremonias de meditación y curación.
Extendidos ya por todo Occidente, son utilizados para combatir la principal causa de enfermedad del siglo XXI: el estrés. Esta es una brecha importante en la muralla de nuestra salud.
Las frecuencias específicas de estos instrumentos tienen la posibilidad de llevar a cabo una gran cantidad de cambios en nuestro organismo:
- Respecto al sistema nervioso: sincronizan los hemisferios del cerebro, llevando al paciente a un profundo estado de relajación. Propician una mayor creatividad y capacidad mental, y asientan los conocimientos adquiridos.
También estimulan la segregación de neuropéctidos y hormonas, que se encargan de la comunicación celular. Incrementan la reparación y mejora el funcionamiento de todas las células del organismo; por lo tanto, retrasan el envejecimiento y potencian el sistema inmunitario. Regulan el flujo sacrocraneal que fluye por la columna vertebral, combatiendo las contracciones, neuralgias y cefaleas.
- En nuestros órganos: la vibración armónica de los cuencos relaja el sistema fascial, que recubre órganos y músculos, liberando la tensión que ejercen sobre ellos. Deshace los bloqueos emocionales asociados al órgano afectado, vejiga y órganos sexuales (depresión), tristeza (pulmones)…
- En nuestro ADN: recientes estudios demuestran que practicar cantos armónicos o recibir las vibraciones de estos maravillosos instrumentos, activa los pequeños paquetes de información almacenados en el ADN, que ayudarán a las células del organismo a ser más eficientes ante cualquier problema.
En resumen: devuelven el equilibrio original a nuestra esencia vital.
Se podrían desarrollar más sus efectos y virtudes, aunque lo más cierto de todo es que el que escucha y siente de cerca la vibración de estos instrumentos lo recordará siempre en su corazón.
Toda terapia de sonido se basa en el principio de resonancia, por el cual una vibración de más alta frecuencia y armónica contagia a otra más baja, disonante no saludable.
EN ESTE TALLER APRENDEREMOS:
- Ejercicios taoístas para potenciar el cuerpo energético.
- Entrenamiento de la voz con cantos armónicos.
- Entrenamiento de la sensibilidad del terapeuta: “Chikung del sonido”.
- Autoterapia y terapia con cuencos tibetanos: teoría y práctica.
Y terminaremos con un concierto de cuencos tibetanos, gong y tan drum.
Sin fundamento científico alguno
¿Simplemente relajación? ¿Solamente música? Hemos pedido a Emilio J. Cazorla, vicepresidente de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), autor del libro Las pseudoterapias y profesor de música especializado en trompeta, un comentario detallado de lo que promete esta “terapia con cuencos tibetanos”. A continuación, sus palabras.
Así en rápido, en la segunda línea de la descripción ya están insinuando una capacidad de curación de los cuencos, lo cual supone publicidad engañosa, al igual que en el resto del texto, lo cual tira por tierra el “solo relajación”.
Es cierto que el estrés supone un factor pernicioso para la salud. Sin embargo, por evidentemente relajante que pueda ser una sesión musical de cualquier tipo, las afirmaciones que se hacen sobre las frecuencias específicas de los cuencos tibetanos distan de tener fundamento científico: no solo las frecuencias de los cuencos no tienen nada de particular, sino que afirmaciones como “sincronizar los hemisferios del cerebro” no tienen siquiera sentido a nivel neurológico. Una música puede ser intelectualmente estimulante, pero la afirmación “asienta los conocimientos adquiridos” muestra una vaguedad que deja entrever, de paso, que el oyente va a ser sometido a un adoctrinamiento que va más allá de la mera escucha de un concierto.
Las afirmaciones que se hacen sobre la segregación de hormonas son de nuevo terriblemente imprecisas articulando tecnicismos, intentando atribuir a la música de cuencos propiedades extralimitadas de lo que supone los beneficios evidentes de la relajación debida a la escucha de cualquier música agradable o práctica de una actividad placentera en general.
El peligro del origen emocional de la enfermedad
Más preocupantes son las afirmaciones que atribuyen a “bloqueos emocionales asociados a órganos afectados”, discurso que entronca con las sectas basadas en el denominado “origen emocional de la enfermedad”, que llevan al extremo la conocida psicosomática para atribuir a toda enfermedad una causa emocional; a nivel musical y biológico no tiene sentido decir que una fascia se relaja por la vibración armónica de un instrumento; las fascias tienen diversos tamaños y formas dentro de un mismo cuerpo, de forma que incluso si tuviera algún viso de verosimilitud el que una fascia se relajara por alguna resonancia en concreto –algo que tampoco es cierto–, su variedad de formas y tamaños comprometería enormemente las frecuencias a las que estas mostrarían algún tipo de resonancia.
Finalmente, la frase “activa los pequeños paquetes de información almacenados en el ADN” vuelve a no tener sentido biológico alguno, además de que es falso que cantar o recibir vibración alguna tenga ningún efecto sobre una molécula de tamaño infinitamente menor e infinitamente más a resguardo de lo que ninguna onda de presión sonora (que es lo que es el sonido) sería capaz de afectar, por fortuna para la estabilidad de nuestros cuerpos.
Los cambios en el ADN solo pueden producirse a nivel bioquímico por la aplicación de sustancias reactivas o partículas de alta energía (radiación luminosa o radiactividad) que modifiquen sus características atómicas, en ningún caso inapreciables cambios de presión del medio, que sería lo más que podría provocar el sonido (entendido a frecuencias y escalas de potencia emitibles por un cuenco, a diferencia de aparataje específico como el de las máquinas de ultrasonidos para destruir tejidos a nivel celular –mucho más grande que el tamaño del ADN– con presiones y frecuencias mucho más elevadas).
En resumen: bajo una parafernalia de términos a caballo entre el New Age y la biología, se pretende que un sonido puede restaurar la salud a un individuo, lo cual no tiene fundamento.
Propiedades exageradas y hasta inventadas
A nivel ya no biológico, sino musical, ni siquiera tiene sentido hablar de frecuencias “disonantes no saludables”. Las disonancias no tienen relación alguna con la salubridad, siendo una mera interpretación auditiva que hace nuestro cerebro de frecuencias que no tienen algún mínimo común múltiplo, y que tienen su perfecta cabida en música (siendo de habitual uso) para generar contrastes y tensiones en melodías o armonías, proporcionándoles riqueza auditiva sin, afortunadamente, repercusiones fisiológicas nocivas.
Con todo, se está usando la excusa del nada desdeñable bienestar asociado a la relajación de una música agradable para el individuo (lo cual, por cierto, siempre es totalmente subjetivo y dependiente del individuo) para inocular doctrinas deletéreas mediante el gancho de unas propiedades exageradas (cuando no inventadas) del sonido de un instrumento en particular.
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Saludos cordiales.
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