Japón: ejecutan en la horca al líder de la secta Verdad Suprema y a otros 6 adeptos
Japón ha ejecutado hoy, 6 de julio al ex líder de una secta japonesa y a otros seis integrantes del grupo que perpetró un ataque con gas sarín en el metro de Tokio en 1995, acabando con la vida de 13 personas y dañando el mito de la seguridad pública del país, según informa Reuters.
La secta de la Verdad Suprema o Aum Shinrikyo, que mezclaba el budismo y la meditación hindú con enseñanzas apocalípticas, perpetró varios crímenes, incluidos ataques simultáneos con gas sarín en trenes del metro de Tokio durante la hora punta en 1995. Este gas nervioso fue desarrollado originariamente por los nazis.
Las imágenes de los cuerpos, muchos de ellos vestidos con traje, repartidos por los andenes, impactaron a los japoneses y dieron paso a medidas de seguridad pública como la retirada de basureros opacos que siguen en vigor hasta hoy día. Además de matar a 13 personas, el ataque provocó heridas al menos a 5.800 personas, algunas de ellas de forma permanente.
Primero el líder, después los miembros
El líder de la secta, Chizuo Matsumoto, conocido como Shoko Asahara, fue el primero en ser ahorcado, según los medios, que interrumpieron su programación habitual para informar de la noticia. El Ministerio de Justicia confirmó más tarde la ejecución de los siete.
“Creo que está bien que haya sido ejecutado”, dijo Shizue Takahashi, cuyo esposo era un trabajador del metro que retiró un paquete con sarín de un tren y falleció. “Los padres de mi marido y mis padres ya están muertos. Creo que les parecería lamentable no haber escuchado la noticia de su ejecución”.Asahara, un rollizo instructor de yoga parcialmente ciego de 63 años, fue sentenciado a la horca en 2004 por 13 cargos, incluidos los ataques con gas al metro y otros crímenes en los que perecieron al menos una decena de personas.
Se declaró no culpable y nunca testificó, pero balbuceaba e hizo declaraciones incoherentes en la corte durante los ocho años que duró su juicio. En total, 13 integrantes de la secta fueron sentenciados a muerte durante más de 20 años de juicios, que acabaron en enero de 2018.
Así fue el ataque
El 20 de marzo de 1995, según un procedimiento muy pensado, varios miembros de la organización oculta Aum Verdad Suprema, creada por Shoko Asahara, vertieron gas sarín en vagones del metro de la capital japonesa, tal como leemos en Infobae.
Habían colocado bolsas de plástico llenas de gas sarín en cinco trenes del metro de Tokio. Agujereadas con la punta de los paraguas, las bolsas dejaron escapar el veneno. El gas nervioso esparcido por miembros de la secta en el metro de Tokio en la hora de mayor tránsito de la mañana del 20 de marzo de 1995 hizo estragos
En un primer momento, nadie entendía lo que estaba ocurriendo aquella mañana, en plena hora punta, cuando varios pasajeros salían ahogándose, sin ver nada, de varias bocas de metro de las líneas atacadas.
Un tiempo antes, en lo que pareció ser una suerte de ensayo de los efectos del gas, siete personas murieron en la ciudad de Matsumoto, en el centro del país, y otras 600 sufrieron diversas lesiones, algunas de las cuales fueron definitivas.
Dos décadas después
En diciembre de 1999, la secta Aum admitió por primera vez oficialmente su responsabilidad en el atentado contra el metro de Tokio y el de Matsumoto, y se disculpó. La primera pena capital por el atentado de 1995 se emitió en 1999.
La probabilidad de que los ex miembros de la secta Aum condenados fueran ejecutados aumentó en los últimos tiempos con el desplazamiento de varios de ellos.
“Han hecho falta 23 años desde el atentado para que se ejecutara la pena”, lamentó ante la cadena pública NHK Shizue Takahashi, esposa de un empleado de la estación, muerto en el atentado, y presidenta de una asociación de víctimas.
La ley japonesa precisa que los condenados a pena de muerte deben ser ejecutados en los seis meses consecutivos a la confirmación de su sentencia, pero en la práctica suelen pasar años en el corredor de la muerte.
Pasado de la secta
La secta logró fabricar importantes cantidades de gas sarín en un laboratorio. Se trata de un producto mortal creado por científicos bajo el régimen nazi en Alemania a finales de los años 1930.
Antes del atentado del metro de Tokio, que conmocionó profundamente al país y dejó secuelas, Japón asistió con una mezcla de fascinación y angustia al nacimiento y posterior crecimiento de Aum en los años 1980 y 1990. La secta atrajo hasta 10.000 adeptos.
El jefe místico Asahara pasaba de los programas de televisión a los estrados durante las campañas electorales, captando la atención de los ciudadanos, incluyendo jóvenes científicos de alto nivel, médicos, abogados y otros miembros de las élites del país.
Quién era Shoko Asahara
Nacido el 2 de marzo de 1955, hijo de un fabricante pobre de tatamis en la isla de Kyushu (suroeste de Japón), en una familia de nueve hijos, Chizuo Matsumoto –ése es su verdadero nombre– padecía una ceguera casi total, debida a un glaucoma congénito, por lo que sus padres lo enviaron desde los seis años a una escuela para ciegos.
Según testigos, ya de joven estaba movido por la ambición y tenía una sed de poder muy fuertes, así como un gusto por la dominación y la manipulación, durante su estancia de 13 años en el centro para ciegos. “Para él, la violencia era como una pasión. Cuando la cólera se apoderaba de él, nada podía detenerlo”, contó un compañero de clase.
Asahara dejó la escuela cuando tenía 19 años con un diploma de acupuntor. Se presentó al examen de ingreso en la prestigiosa Universidad de Tokio, pero no lo superó. Tras haber querido ser médico, quiso meterse en política.
Antes de casarse, abrió una clínica de acupuntura en la periferia de Tokio a finales de los años 1970 y ganó mucho dinero vendiendo plantas medicinales, incluyendo un “producto milagro”: una cocción de pieles de naranja que le costó sus primeros problemas con la policía en 1982 y el cierre de su clínica.
Se consideraba la reencarnación de Cristo y Buda
En 1984 fundó una primera secta religiosa en Tokio, pero el culto no se cambió de nombre a “Aum Verdad Suprema”, hasta 1987. Desde entonces, el “profeta”, adorador de Shiva, dios de la destrucción en la mitología hindú, no dudaba en presentare como el Cristo o Buda reencarnados.
Sus devotos discípulos, sometidos a una dura disciplina, estaban obligados a llevar unas gorras especiales con electrodos que, supuestamente, difundían las ondas cerebrales del “maestro”. “Asahara era bueno para el lavado de cerebro”, considera Kimiaki Nishida, profesor de psicología social en la Universidad Rissho de Tio. Según él, el gurú “mostró hábilmente su carisma y sedujo a jóvenes que sentían una forma de vida distinta en sociedad japonesa” en un periodo de consumo a ultranza.
Corpulento, el “maestro espiritual” solía vestir una túnica malva frente a sus fieles quienes, salvo los de alto rango, no podían mirar al “sabio” a la cara, por deferencia. Lo que no le impedía preferir el lujo a la austeridad. Amante de los autos de lujo y de las mujeres, no dudaba en viajar en primera clase y habría tenido hijos fuera del matrimonio, además de cuatro hijas y dos hijos legítimos.
En febrero de 1990, participó sin éxito en las elecciones legislativas. Un fracaso que lo llevó hacia un “descenso a los infiernos” en el que arrastró consigo a los discípulos de la secta. Prediciendo el apocalipsis, aseguró que “matar puede ser útil a veces”. En paralelo, admitía sentir admiración por el sarín, el gas de combate inventado por los nazis, como atestiguan artículos publicados en sus revistas.
La secta, que adoptó el nombre de Aleph en 2000, lo desacreditó oficialmente, pero los expertos consideran que su influencia seguía siendo importante. Encarcelado el 16 de mayo de 1995, su pena capital no se confirmó hasta 2006, y desde entonces esperaba en el corredor de la muerte.
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