Filipinas: la "Iglesia ni Cristo" construye el mayor pabellón cubierto del mundo

“La otra iglesia de Cristo”. Así titulaba recientemente el suplemento Crónica del diario español El Mundo un reportaje sobre el clan de los Manalo y su “iglesia", con 27 millones de fieles, que están construyendo su Vaticano, mayor que el de Roma: la Ciudad de la Victoria. En España ya tienen nueve sedes. Según explica el redactor David Jiménez, no celebran la Navidad, se bautizan a los 12 años y el ‘papado’ se hereda. Ahora manda el nieto del fundador.

Con un aforo para 7.000 personas, chandeliers del tamaño de camionetas de reparto y un recinto que se extiende más allá de donde alcanza la vista, el Templo Central de la Iglesia de Cristo (Iglesia ni Cristo, su nombre original en tagalo) ocupa un terreno similar al Vaticano. Pero los fieles que han venido a escuchar el mensaje de sus apóstoles no son católicos o protestantes. No hay figuras de Jesucristo colgando de las paredes. Sus seguidores no celebran la Navidad. Y sólo pueden contraer matrimonio entre ellos.

Aquí, como en las miles de congregaciones que la organización tiene repartidas por el mundo, las doctrinas más conocidas del cristianismo han sido vueltas del revés, creando en el camino un imperio que se ha propagado por un centenar de países y ya cuenta con nueve sedes en España. «Desde nuestros humildes orígenes, hemos crecido hasta llegar a mucha gente», asegura Mark Enríquez, un joven miembro de 25 años que aspira a convertirse en uno de sus ministros.

Doctrinas alejadas del cristianismo

El Templo Central, en la ciudad filipina de Quezón, es el corazón de uno de mayores, más ricos e influyentes grupos cristianos del mundo. Antes de entrar, cada uno de los creyentes que llenan las bancadas ha tenido que dar la vuelta a una ficha con su nombre. Es un sistema destinado a controlar la asistencia obligatoria, dos veces por semana, a sermones donde se rechaza la doctrina de la Trinidad o la deidad de Jesús.

Los ministros recuerdan que la suya es la única Iglesia establecida por Jesucristo y que su último mensajero fue Félix Manalo, su fundador. «Sólo sus seguidores encontrarán la salvación», dice Edwin, uno de los congregados para escuchar una homilía multitudinaria que los ministros ofrecen vestidos con trajes de salón.

Fieles como Edwin tienen entre sus cometidos hacer el máximo esfuerzo por captar nuevos seguidores, un objetivo que cumplen con un éxito que ha empezado a alarmar a la Iglesia católica. Sus curas advierten en Filipinas contra los peligros de traicionar los deseos de Dios y unirse a lo que han llegado a describir como una «secta diabólica». El ministro Jose Ventilación, uno de los dirigentes más veteranos, dice estar acostumbrado a que su fe sea denigrada en los medios de comunicación o por los representantes del Vaticano. «Consideran sectas a todas las religiones que no son como la suya», asegura. «También nosotros podríamos decir que ellos son una secta».

Ventilación responde a cada pregunta sobre las peculiaridades de su doctrina abriendo la Biblia y señalando el pasaje que las justifica: la Navidad no se celebra porque la fecha del nacimiento de Jesucristo no está confirmada, su imagen no se representa porque nadie sabe qué aspecto tenía realmente, los fieles sólo pueden ser bautizados tras cumplir 12 años porque antes no comprenden el Evangelio y en sus iglesias, conocidas como casas de adoración, mujeres y hombres son separados porque todo debe hacerse «decentemente y con orden» (Corintios 14-15).

¿La prohibición de casarse con miembros de otras confesiones, sean o no cristianos? «Creemos que estamos en la luz y que los que están fuera de la Iglesia de Cristo están en las tinieblas», explica el ministro en el perfecto español que aprendió al frente de la congregación de México. «Ambas no pueden mezclarse».

Los mensajeros de la Iglesia de Cristo son formados en universidades propias donde se les adoctrina durante cuatro años antes de ser enviados por el mundo a propagar las bondades de una religión que dice contar con 27 millones de fieles. Su desarrollo se ha acelerado gracias a un músculo financiero que ha convertido al grupo en uno de los mayores propietarios inmobiliarios del mundo, con miles de propiedades que, en ocasiones, se adquieren a otras religiones a golpe de talonario.

De los nueve edificios que se ha comprado en España, en ciudades como Ibiza o Madrid, destaca su nueva sede en la calle Dante Alighieri de Barcelona. «La tomamos de los testigos de Jehová y tiene capacidad para 1.200 personas», dicen desde la organización. «Atrás han quedado los tiempos de alquiler. Ahora compramos edificios y los reformamos».

El proyecto de la Ciudad de la Victoria

La Iglesia de Cristo ocupó los titulares de la prensa estadounidense hace dos años cuando hizo una oferta por la pequeña ciudad de Scenic, en Dakota del Sur. La operación incluía la oficina de correos, un museo, las tiendas, edificios, viviendas y la cárcel local. Pero ni sus últimas adquisiciones en una docena de Estados americanos ni el Templo Central pueden compararse con el último y más ambicioso proyecto de sus líderes: una megaciudad dedicada a la práctica, difusión y crecimiento de su fe, y punto de partida de una nueva y más enérgica ofensiva evangélica.

La silueta de lo que será la Ciudad de la Victoria se puede distinguir desde la autopista que lleva hasta el complejo, en las afueras de Manila. Incluirá viviendas, una universidad, un estadio, oficinas y el mayor pabellón cubierto del mundo, con capacidad para las 50.000 personas con las que sus líderes esperan llenar el aforo dos veces por semana. La idea es inaugurarlo en julio, coincidiendo con el 100 aniversario de la primera congregación creada por Félix Manalo, cuyo cadáver descansa en el mausoleo construido junto al Templo Central en Ciudad Quezón, a la espera de la resurrección que prometió para él y quienes le siguieran.

El «ángel de oriente» (Apocalipsis 7:1-3) nació en la Filipinas colonial en 1886 en el seno de una familia humilde y fue bautizado como católico, antes de tantear otras confesiones cristianas. Ninguna le satisfizo. En 1913 se recluyó durante tres días en casa de un amigo, emergiendo de su encierro tras serle revelado que él era el mensajero de Jesucristo, destinado a restablecer la Iglesia en el Lejano Oriente.

A partir de ese momento empieza a predicar en aldeas de Filipinas, logrando sumar nuevos seguidores y ordenando a sus primeros ministros. En unos meses consigue cerca de 3.000 adeptos, gentes de barriadas obreras que se sienten atraídas por su oratoria. A mediados de los años 50, ya son 200.000 y, a partir de ese momento, se inicia un auge que sienta las bases de la conquista internacional, utilizando como soldados evangélicos a los filipinos emigrados en busca de trabajo.

El crecimiento se explica en el museo que la hermandad ha abierto en su sede de Quezón con el mapa de la oscuridad, donde los países se van iluminando progresivamente coincidiendo con la llegada de la Iglesia de Cristo y la incorporación de nuevas comunidades al sueño de crear una gran nación de Dios, cuya misión es prepararse para el gran momento. «El temprano regreso de Cristo», según profetizan los ministros repitiendo las palabras del fundador, entre el llanto de cientos de feligreses y canciones que en algunos casos han sido compuestas por los miembros del clan Manalo.

“Obedece… no te quejes”

La muerte de Félix Manalo en 1963 fue el comienzo de una dinastía religiosa que puso el imperio religioso en manos de su hijo Eraño Manalo y que ha continuado expandiéndose bajo el liderazgo del nieto y actual dirigente, Eduardo Manalo. El tercero en la línea, de 58 años, estudió Filosofía mientras iba escalando en la organización, extendía la riqueza inmobiliaria del grupo acelerando la compra de propiedades por todo el mundo y mantenía la estricta disciplina que sus antecesores impusieron sobre las congregaciones. «Obedece siempre y nunca te quejes», asegura Eduardo Manalo cuando se le pregunta por su lema de vida.

La influencia del clan ha hecho que a sus miembros se les dediquen sellos oficiales, calles y estatuas en espacios públicos de Filipinas. Nada indica que la dinastía esté cerca de apagarse: el único hijo varón del actual ministro ejecutivo, Ángelo Manalo, ha empezado a escalar posiciones en la organización y es visto como el más probable candidato a reemplazar a su padre. «Iglesia de Manalo», es como sus detractores han bautizado una fe donde todos parecen aceptar sin oposición la jerarquía familiar.

La imposición de una férrea disciplina ha sido clave en la supervivencia del clan, que ha desarrollado una Constitución interna que demanda la obediencia absoluta de sus fieles, les prohíbe unirse a cualquier otra asociación, incluidos sindicatos, y les ordena a quién votar en las elecciones de políticos civiles. La Iglesia de Cristo puede hacer o deshacer carreras públicas, como descubrió Gloria Macapagal Arroyo.

La política filipina, hoy detenida por corrupción, ganó elecciones al Senado, la vicepresidencia y la presidencia del país después de que los dos millones de seguidores de Manalo recibieran instrucciones de apoyarla en bloque. «Le consulto cuando tengo problemas», llegó a decir la ex presidenta durante su campaña electoral de 2004, en referencia al entonces líder, Eraño Manalo.

Críticas a la secta

El sistema de sucesión instaurado en la cúpula de la Iglesia de Cristo, junto al control que se ejerce sobre sus seguidores, han centrado las críticas de rivales y enemigos. Más de 3.000 se han unido a través de Facebook en un grupo que, bajo el nombre Denunciando la secta Manalo de la Iglesia de Cristo, reúne supuestos abusos de sus ministros y busca contradicciones en sus mensajes.

El creador de la página, que prefiere mantener el anonimato, asegura a Crónica que se trata de una secta que acosa e incluso utiliza la violencia contra los miembros que desean abandonarla. Es una acusación que también sostienen algunos de los pocos ex miembros que se han atrevido a hablar en público y que se repite en El Poder y la Gloria: El culto de Manalo, un libro del periodista local Ross Tipon cuya publicación la Iglesia de Cristo trató de frenar judicialmente.

Ross asegura que la organización de los Manalo es una tapadera que utiliza la religión para enriquecer a la familia que la ha controlado desde sus orígenes y describe a su fundador como un hombre carismático, mujeriego y sin escrúpulos que descubrió que podía suplir su falta de educación con un mensaje religioso radical y conservador, capaz de atraer a los más desfavorecidos y los desencantados con la Iglesia católica.

En el libro, que la Iglesia de Cristo describe como «una blasfemia absoluta», se trata de desmontar la biografía oficial del mensajero de Cristo y se asegura que vio en la religión una manera de lavar su imagen en un momento en el que estaba en entredicho por las denuncias de abusos sexuales. «Decidió autonombrarse el ángel de Oriente», según Tipon.

Félix Manalo terminó siendo acusado de violación por Rosita Trillanes, una de sus adeptas que llevó el caso a juicio antes de retractarse, ser condenada por difamación y reincorporarse a la Iglesia en lo que la prensa de la época interpretó como una compra de su silencio. La cobertura incluyó una carta de una de las antiguas profesoras del autonombrado mensajero de Jesucristo fechada en 1933. La maestra asegura en el texto que Manalo había dejado embarazada a una estudiante, maltrataba a su mujer y había sido suspendido, acusaciones que sus herederos atribuyen a un montaje para desprestigiar su obra.

El ministro Ventilación, elegido por la Iglesia para debatir en televisión frente a los representantes católicos o protestantes, también desmiente las sospechas de enriquecimiento personal. Los Manalo, abuelo, padre e hijo, siempre llevaron una vida humilde, asegura. El dinero que se ingresa no va a cuentas personales, sino de la organización. Y se emplea en causas justas: lucha contra la pobreza, igualdad y, por supuesto, la compra de más propiedades para propagar la verdadera palabra de Dios. «Acabamos de gastar siete millones de dólares en un edificio en EE.UU.», asegura el ministro, sin querer dar datos sobre ingresos o gastos.

Con más de 5.000 ministros ordenados, y cientos más preparándose en sus universidades, los líderes de la secta tienen ambiciosos planes expansionistas. Una de las estrategias pasa por extender el mensaje a través de los medios de comunicación, otro de los destinos de sus ingresos. La Iglesia cuenta con dos cadenas de televisión estatales en Filipinas -además de un canal de habla español en EE.UU.-, decenas de emisoras de radio o su revista El Mensaje de Dios, con una circulación de decenas de miles de copias.

La publicación oficial de la Iglesia de Cristo llevó a la portada de una edición reciente la imagen del único edificio que seguía en pie en una zona completamente arrasada de la ciudad de Tacloban, tras el paso del tifón Haiyán. Era una de sus casas de adoración y la fotografía fue acompañada de un titular en el que podía leerse: «Dando las gracias a Dios a pesar de las adversidades de la vida». El trasfondo es un mensaje que Félix Manalo trató de difundir desde su primer sermón a un grupo de trabajadores filipinos coincidiendo con el comienzo de la I Guerra Mundial. El fin del mundo está al llegar y sólo la Iglesia de Cristo garantiza la salvación.

Una dinastía religiosa

Félix Manalo (1886-1963). El fundador de la Iglesia de Cristo inició el movimiento religioso desde la nada, dando sermones en casas, fábricas y aldeas hasta lograr congregaciones en gran parte del territorio filipino. Eraño Manalo (1925-2009). Con la misma capacidad oratoria de su padre, logra aumentar la popularidad de la Iglesia e inicia su expansión internacional en EE.UU. en 1968.

Eduardo Manalo (1955). Profesionaliza la gestión de la Iglesia, acelera la compra de propiedades y cimenta el imperio económico, además de la ordenación de ministros. Logra la presencia de la Iglesia en un centenar de países.

1 comentario

  
Tony de New York
Hace algunos años atras la secta 'pare de sufrir' de Brazil era la de moda ahora ya NADA.

Los 15 minutos de famas les llegara.
02/05/14 9:13 PM

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