Defensores de Cristo: el rastro de cenizas del "Fénix"
Nuevo Laredo, localidad fronteriza con Texas golpeada por el narcotráfico. Agentes del Instituto Nacional de Migración y la Policía Federal de México entran en una finca en mitad de la nada, en el kilómetro 14 de la carretera a Monterrey. No actúan para desarticular un cartel de la droga. Buscan a los líderes de los «Defensores de Cristo», una secta denunciada por delitos graves y liderada por un asturiano, Ignacio González de Arriba. «Maestro Fénix», le llaman, y se hace pasar por Cristo. Así comienza su reportaje en La Nueva España el redactor Pablo Tuñón.
Resultado de la operación: 24 personas, algunas de ellas menores, son puestas bajo recaudo de las autoridades. Se procesa y encarcela a tres de ellas. Son Ignacio González de Arriba y sus dos lugartenientes: Losanger Arenas y «Tito» Mernessi. Para llegar a este punto, el asturiano fraguó durante años su carrera de «engatusador», empezando desde Gijón. Así fue la trayectoria, según quienes le conocieron y las pistas que dejó, del «Maestro Fénix».
Dos empresas investigadas
Al comienzo de la década del 2000, González de Arriba registra dos empresas en Gijón: Proyecto Market 2.000 y Fénix Corp. La primera tenía sede en la calle Eulalia Álvarez, donde residía. La segunda ocupaba una oficina en Álvarez Garaya. González de Arriba se publicitaba como «Maestro Fénix» por internet, hablaba de sus poderes y vendía cursos para hacer ricas a las personas. Fue seguido por la Agencia Tributaria, ya que Fénix Corp acumuló deudas con la Administración. En 2005 abandona la sede de esta empresa.
Estancia en Brasil
Ignacio González de Arriba deja España para dirigirse a Brasil junto a sus dos hijos y Rosseane Ribeiro, que supuestamente ejercía en España la prostitución. Se asienta en la casa de la familia de la joven brasileña. Según cuenta posteriormente a los miembros de la secta el propio González de Arriba, deja en España a su esposa y madre de sus dos hijos. Desde Brasil continúa con su carrera, centrado en la venta de cursos de bioprogramación.
Contacto con Losanger
El venezolano Losanger Arenas vivía en Torreón (México) con su esposa, Blanca Castro, a la que conoció por internet y que terminaría convirtiéndose en víctima de la secta y denunciante de sus abusos. Ambos, tras cerrar una empresa de telecomunicaciones que habían levantado juntos, se deciden a organizar cursos presenciales de bioprogramación. Losanger conoció a través de internet la disciplina creada por González de Arriba, con el que entró en contacto y a quien le compró un curso.
Losanger convenció a Blanca Castro para dedicarse a la Bioprogramación. «No era nada nuevo. Era una gran compilación de técnicas de otros autores realizada por Ignacio. Pero me quedé sorprendida porque Losanger me quitó con la técnica dolores tremendos de un cólico menstrual», recuerda Castro. González de Arriba reclama un porcentaje de los beneficios del centro de bioprogramación de Torreón que levantan Losanger y Blanca, que sumó miles de alumnos en poco tiempo con cursos de carácter laico.
La relación entre Losanger y el gijonés se fue estrechando. «Se pasaban diez horas hablando por internet. Llegué a pensar que eran homosexuales», narra Castro, que notó «grandes cambios de conducta» en su marido a raiz de conocer a Ignacio González de Arriba.
Llegada a México
«Ahora puedo decir que Ignacio encontró el semillero perfecto porque, sin saberlo, al menos yo, le creamos toda la infraestructura: oficinas, credibilidad, alumnos físicos, una casa lujosa…», lamenta Castro. Ignacio González de Arriba llega a Torreón, con Rosseane, sus dos hijos y otra hija «adoptada» de Brasil, en enero de 2010. Ya había comenzado el infierno para Blanca Castro que ve como, contra su voluntad, el Centro de Bioprogramación toma tintes religiosos. «Losanger quedó idiotizado con Ignacio», asegura.
Reparten un vídeo sugestivo llamado «La Brújula» y presentan a González de Arriba como «Cristo resucitado». El gijonés asume el liderazgo absoluto al asentarse en la casa de Losanger y Blanca. Llega desde España «Tito» El Mernessi. González de Arriba le casa con su hija adoptada, Camila, «que tendría unos quince años». El malagueño de ascendencia magrebí se convierte en el tercero del organigrama.
La secta crece
La agrupación adopta el nombre de «Defensores de Cristo». La comuna crece en Torreón, donde, según los testimonios de víctimas, reinan prácticas como la poligamia, relaciones lésbicas forzadas, la prostitución, la falta de higiene, así como abusos y vejaciones. Por internet crecen los seguidores, que la Red de Apoyo a Víctimas de Sectas calcula en varios miles a tenor de la documentación incautada. «Hay obispos en más de ochenta países, encargados de recolectar diezmos. Cuando los montos exceden los 1.500 dólares se les envían a Ignacio», asegura Castro. Dado su crecimiento, la comuna se traslada a otra casa más lujosa y grande en Torreón en junio de 2010.
Éxodo a Nuevo Laredo
El alquiler de la nueva sede de los «Defensores de Cristo» era de 1.700 euros mensuales, una cifra desorbitada en México. La secta no paga la renta durante meses. La que sí paga por oponerse a abusos es Blanca Castro, expulsada y degradada por Losanger Arenas de primera esposa a concubina. La Policía desahucia a la secta en octubre de 2010. Los extranjeros como González de Arriba tienen permisos de residencia caducados y huyen por un campo de golf adyacente llevándose portátiles y otros efectos. Se trasladan de madrugada a Nuevo Laredo, donde supuestamente un notario les encontró casa.
Según la Red de Apoyo a Víctimas de Sectas (Ravics), las condiciones de la comuna empeoran en Nuevo Laredo. Viven hacinados, sin higiene y esclavizados en la búsqueda de adeptos por internet. Duermen en cajones montados unos encima de otros. Ravics denuncia en 2012 a la agrupación y al «Mesías» gijonés tras tomar declaración a víctimas que lograron escapar.
Desarticulación
El 25 de enero de 2013 las autoridades desmantelan en Nuevo Laredo la secta tras ser alertados de su ubicación. La operación tardó más de lo previsto en efectuarse, dado que los agentes acudieron en repetidas ocasiones a la casa pero no advertían presencia alguna porque González de Arriba ordenó que nadie saliese del interior del edificio tras conocer la denuncia interpuesta por Ravics. Losanger Arenas, «Tito» Mernessi y el «Mesías» gijonés ingresan en el penal de Matamoros, donde esperan, sin posibilidad de salir en libertad provisional, al día de su juicio.
La explotación sexual en la secta
«El objetivo principal de la poligamia es la catalización de cada uno de sus miembros». Así explicaban los líderes de la secta en correspondencia electrónica a mujeres aspirantes a entrar en la secta la razón de ser de la poligamia, «algo bueno a los ojos de Dios». En los mismos correos electrónicos explican la graduación de las mujeres en la comuna de los «Defensores de Cristo». Según testigos, los hombres debían acostarse con tres mujeres al día para obtener energía. Éstos son los grados establecidos por Ignacio González de Arriba para las mujeres:
- Amigas con derecho a roce. «Una simple amiga con la que también se tiene sexo». Así las definen las normas de la secta, que añaden que «las putas entran en esta categoría». Y aclaran: «El hombre puede estar con todas las putas que quiera», aunque éstas «no pueden vivir en la casa del hombre».
- Novia. «Una amiga con derecho a roce con más círculos (nivel de poder) y con vistas a convertirse en esposa». De esta forma explicaban este rango los líderes. «Puede visitar al hombre y, de vez en cuando, quedarse a dormir», señalan, además de negar la «obligación» del hombre de ayudarla económicamente.
- Concubina. La definición de este rango es contundente: «Una puta que trabaja sólo para el hombre, que le paga dinero al mes». González de Arriba añade otras descripciones de este rango, todas despectivas. «Es una secretaria encargada de catalizar sexualmente al hombre», escribe. En cualquier caso, según las normas, está bajo las órdenes del hombre y «si le manda acostarse con otro, debe hacerlo». Debían vivir en un «harén» apartado de la casa del hombre.
- Esposa. Las esposas viven con el hombre, que debe hacerse cargo de ellas. La más «privilegiada» es la primera esposa. Entre las normas está que «sólo pueden estar con el hombre» y «en caso de estar con otros hombres sería expulsada o degradada a concubina». Eso sí, aclaran que «la esposa puede estar con las otras esposas o concubinas en relaciones sexuales». Asimismo, estipulan que «la que tiene derecho para dormir en la cama del hombre de diario es la primera. Opcionalmente, también la segunda y hasta la tercera. En arreglos especiales, todas las esposas podrían dormir en una cama gigante con el hombre», indican. De hecho, las reglas fomentan las «fiestas sexuales».
El testimonio de la ex-mujer de un líder
Blanca Castro trata de rehacer su vida en Perú, donde imparte lecciones de dicción. Su deseo: dejar atrás sus meses de infierno en los que tuvo que convivir en su propia casa, en Torreón, con Ignacio González de Arriba; así como lograr la nulidad de su matrimonio con Losanger Arenas, mano derecha del «Mesías» gijonés y con el que se casó «enamorada» en 2009 antes de verse inmersos en los «Defensores de Cristo». Asegura que nunca se creyó del todo las doctrinas de la secta, pero terminó absorbida por sus abusos.
«En algún punto es más doloroso no creer que creer, y quise creer porque me dolía mucho lo que estaba pasando. Uno no entra a la secta por gusto. Es un maltrato sistemático de meses de amenazas, de premio y castigo. Eso te hace perder la consciencia y la libertad», cuenta Castro, periodista de profesión, ex-profesora universitaria y ex-funcionaria. El apoyo y trabajo de Myrna García, consejera de la Red de Apoyo a Víctimas de Sectas (Ravics), le ha ayudado a salir del pozo. Ahora está decidida a denunciar los abusos de Ignacio González y Losanger Arenas.
Abusos que se hacían especialmente fuertes en el terreno sexual. Un aro por el que ella no pasó hasta que no le quedó más remedio. «Según ellos, los hombres obtienen magia, energía y poder a través del sexo. Y la mujer da la energía. Por eso deben tener relaciones con tres mujeres distintas cada día», recuerda. Doctrina que comenzó a seguir su marido, con el que mantenía una relación «normal y monogámica», a raíz de conocer a Ignacio González, que se asentó en su casa, donde instaló la secta.
«Todos los días Ignacio y Losanger tenían relaciones con tres prostitutas. Rosseane, primera esposa de Ignacio, o Lorena, segunda esposa de Losanger, iban a buscarles prostitutas. Yo no lo aceptaba y se ensañaban conmigo», narra. No era capaz de tolerar algo así. «Tenía que aceptar que mi marido fuera un putero y, sabiendo que venía de una puta, recibirle en mi casa, en mi cama, y tener relaciones con él y ponerle cara bonita. No podía hacerlo como mujer. Había tenido un matrimonio normal con él. Era terrible», cuenta.
Las relaciones lésbicas forzadas eran otra práctica habitual. «Respeto las preferencias sexuales. Sin embargo, te fuerzan a tener prácticas lésbicas. Era terrible. El daño psicológico que te produce es inimaginable. Cuando eres heterosexual, con una relación monogámica y enamorada de tu marido, y tienes que estar con dos prostitutas, en la misma cama, con tu marido en una orgía y ver que dos mujeres están con tu marido y encima te están haciendo de todo… Es terrible. Ahora lo cuento porque ya lo puedo manejar. Pero antes me entraban crisis de angustia y de pánico», asegura.
Su oposición tenía consecuencias terribles. «No aceptaba las primeras veces, porque además era una cosa de todos los días. Después de amenazarme en las primeras ocasiones, Losanger me aventó al patio de mi casa, donde dormí con mi perro, y se quedó con la puta en mi cama. Otra vez, después de lograr quedarme en la habitación viendo a mi marido con la puta, me pidió que participase. Y ahí me quebré. Lloré, grité, me puse mal y el castigo fue peor. Me encerraron con llave en mi habitación sin salir dos días, sin bañarme, ni comer. Hasta para hacer mis necesidades me vigilaba. Era una denigración espantosa. Tras casi tres días sin comer me dieron arroz con vísceras crudas. Con hambre te comes lo que sea», cuenta. Vivencias que ahora está logrando superar.
La maldad de un líder psicópata
«Un psicópata de los peores». Así definen los expertos de la Red de Apoyo a Víctimas de Sectas (Ravics) a Ignacio González de Arriba, el falso «Mesías» asturiano que lideraba a los «Defensores de Cristo». Blanca Castro, que convivió con él en la secta durante largos meses, lo describe como «un tipo raro, ciertamente carismático y con una labia impresionante».
«Te puede convencer de que el cielo es morado con pintas amarillas y te lo crees. Tiene actitudes un poco infantiles, aparenta ser ingenuo pero no lo es. Es una persona muy soberbia y un megalómano. Y misógino, considera a la mujer inferior en todos los sentidos. Y por eso, una sola mujer no puede satisfacer a un hombre», cuenta Castro. Desde Ravics aseguran que «es la peor secta a la que nos hemos enfrentado junto a los “Niños de Dios"», una agrupación acusada, entre otras cosas, de pedofilia.
Myrna García, consejera de víctimas y coordinadora de Ravics, no tiene dudas a la hora de señalar a Ignacio González como un «psicópata de cuello blanco». «Los líderes sectarios no son como los asesinos en serie, que dejan pistas. Estudian más cada paso que dan y son más astutos al cometer el crimen», argumenta García, que hace hincapié en que «no se debe de pensar que sólo caen en las sectas los ignorantes» dado que está atendiendo «a abogados o profesores, entre otros».
Algunas de las actitudes de Ignacio González parecen demasiado surrealistas como para ser creíbles. Pero, según García, las víctimas «pierden la consciencia». Según cuenta Blanca Castro, el «Mesías» falsario gijonés «moría y resucitaba frecuentemente» de cara a sus fieles. «Suena a chiste, pero iba a su cuarto, moría, y al día o a los dos días salía diciendo que había resucitado», asegura Castro. Mantuvo así hasta las últimas consecuencias su montaje, haciéndose pasar por Cristo reencarnado. «Todos estaban dispuestos a matar por él», agrega.
Castro logró escapar de la secta cuando ésta tuvo que huir de Torreón al ser desahuciada de su sede. Como despedida tuvo que acudir al hospital por una paliza de Losanger Arenas, su marido y segundo al mando. «Ahora quiero que se haga justicia», sentencia.
2 comentarios
Dejar un comentario