Del Vaticano: "la proliferación de sectas representa un desafío permanente"
El arzobispo Nikola Eterovic, secretario general del Sínodo de los Obispos, presentó este mediodía en la Oficina de Prensa de la Santa Sede los Lineamenta de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebrará en el Vaticano del 7 al 28 de octubre de 2012, sobre el tema “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana", según informa puntualmente hoy mismo el VIS. Los Lineamenta, o primer esbozo sobre el tema sinodal, se publican en ocho idiomas: latín, francés, inglés, italiano, polaco, portugués, español y alemán y constan de un prólogo, una introducción, tres capítulos y una conclusión. Como viene siendo habitual, la página web de la Santa Sede ofrece íntegros los Lineamenta.
En este documento preparatorio para la reunión del Sínodo de los obispos del próximo año 2012, al igual que pasó con la convocatoria general anterior (dedicada a “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia"), recoge algunas menciones al fenómeno de las sectas. Que son, en concreto, dos.
La primera referencia es circunstancial. Cuando, en el primer capítulo de los Lineamenta, se analiza el origen y la definición de la expresión “nueva evangelización", se recuerda cómo la introdujo en los años 80 el papa Juan Pablo II. En el magisterio del pontífice polaco, se trataba de una llamada, como es bien sabido, a una evangelización que no repitiera lo de siempre, sino “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”. Y es entonces cuando se habla del contexto de aquella Iglesia iberoamericana, en un continente “llamado, en aquel período, a hacer frente a nuevos desafíos (la difusión de la ideología comunista, la aparición de las sectas)” (n. 5).
En el número siguiente del documento (y estamos hablando de números muy amplios) ya encontramos una referencia propiamente dicha al fenómeno de las sectas. El documento aborda en el n. 6 “Los escenarios de la nueva evangelización", y afirma que son fundamentalmente seis: la cultura secularizada de Occidente, el fenómeno migratorio, los medios de comunicación social, la situación económica, la investigación científica y tecnológica, y la política.
Al que se dedica más espacio es al primer escenario, la secularización. Un fenómeno que ahora “no asume tanto la forma pública de discursos directos y fuertes contra Dios, la religión y el cristianismo, aunque en algún caso esos tonos anticristianos, antirreligiosos y anticlericales se han hecho sentir recientemente”, sino que “ha asumido un tono modesto, que ha permitido a esta forma cultural invadir la vida cotidiana de las personas y desarrollar una mentalidad en la cual Dios está, de hecho, ausente, en todo o en parte, de la existencia y de la consciencia humana”. Por eso ha llegado a entrar en la misma Iglesia y en la interioridad de los cristianos.
Pero, por otra parte, prosigue el documento -y aquí viene lo que nos interesa-, “en otras regiones del mundo se asiste a un prometedor renacimiento religioso. Tantos aspectos positivos del redescubrimiento de Dios y de lo sagrado en varias religiones se encuentran oscurecidos por fenómenos de fundamentalismo, que no pocas veces manipula la religión para justificar la violencia e incluso el terrorismo. Se trata de un grave abuso. «No se puede utilizar la violencia en nombre de Dios».[Verbum Domini, 102] Además, la proliferación de sectas representa un desafío permanente“.
Los Lineamenta presentan, de esta manera, las cosas en su justa medida de importancia. La secularización de una cultura que vive de espaldas a Dios y a lo trascendente es el imperativo mayor para la urgencia de una nueva evangelización, que ha dado lugar a esta asamblea del Sínodo y a la creación del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización (dicasterio presidido por Rino Fisichella, a quien tuvimos ocasión de escuchar en Madrid hace unos días).
Pero no puede olvidarse que, junto a este fenómeno, o en su mismo interior, convive de forma paradójica (¿o no tanto?) una nueva religiosidad cuya interpretación y valoración cristiana no carece de ambigüedad: observamos tanto ese “prometedor renacimiento religioso” con sus “aspectos positivos” como la patología del fundamentalismo y el desafío de las sectas, al que se denomina “permanente”. Ya el documento interdicasterial de 1986 sobre el fenómeno sectario fijó este término de “desafío” para el tema que se calificaba hasta entonces, sobre todo, como problema.
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