Dos películas recientes, en la órbita de la “New Age”
Dos películas emitidas recientemente han sido muy comentadas entre los estudiosos de la nueva religiosidad, por tener algunos elementos propios de la “New Age”. Reproducimos aquí dos artículos de interés sobre estas películas, 2012 y la célebre Avatar, respectivamente. Extraído del nº 156 del boletín electrónico Info-RIES.
2012 (Roland Emmerich)
(Martín Ruiz, Ecclesia Digital). Hasta ahora no había salido nunca del cine con la sensación de haber invertido 7 euros y 2 horas y media de una forma tan inútil como después de ver 2012. Al final uno se cansa de cómo se derrumban edificios, se deslizan como por un tobogán ciudades hacia el mar, y se sepulta el Himalaya bajo las aguas. Lo que me queda claro es que el filme sólo es útil para quienes se conforman con un rato de simulaciones hechas por ordenador, o para quienes poco a poco, con alevosía y por la espalda, mediante adoctrinamiento multimedia silencioso, nos van metiendo entre las sienes postulados de la New Age.
Pese a su duración, la película tiene poco para contar. Viene a relatar cómo debido a una especialmente intensa actividad de la superficie solar, la corteza terrestre se vuelve inestable y se derrite. Lo que a la postre provoca fenomenales terremotos y tsunamis, que cambian la faz de la tierra. Sólo unos pocos miles de seres humanos logran salvarse tripulando unas enormes arcas en las que viajan con animales. Este fenómeno dura 27 días. Al cabo de los cuales, la tierra ya es nuevamente estable y habitable (lo cual científicamente sería aún más imposible que lo anterior). Y, en este nuevo orden mundial, el Polo Sur se sitúa en Wisconsin; el Polo Norte, por las islas australianas, y emerge África de entre las aguas. Es hacia allí donde ponen su rumbo los marineros, para comenzar una “Nueva Era”, como advierte la pantalla al final con grandes letras, al tiempo suprime el calendario cristiano y comienza el año 1.
Los efectos especiales son repetitivos (por ejemplo, los protagonistas cogen tres aviones y las tres veces, se hunde el suelo justo un instante después de despegar), el argumento facilón y los diálogos al más puro estilo estadounidense contemporáneo, es decir, con muy poca gracia. En lo único que destaca el filme de Roland Emmerich es en el pestiño que desprende a amalgama de ideas peregrinas típicas de la New Age. Subliminalmente, entre cataclismo y cataclismo, en 2012 se van arguyendo cosas como “todas las religiones son iguales, tienen algo que comparten”.
Y en el filme, queda muy claro: quienes ponen su confianza en Dios son, bien barbudos poco aseados que gesticulan por la calle levantando carteles y desgañitándose: “¡Convertíos, antes de que sea demasiado tarde!”, o cristianos que rezan piadosamente, lo cual, como advierte uno de los protagonistas “no sirve para nada”. Y así lo confirman las imágenes: en los frescos de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina aparece una colosal grieta que separa el dedo de Dios del dedo del hombre. Ello unos instantes antes de que la cúpula de San Pedro caiga sobre Papa, curia y fieles congregados para rezar en la plaza.
El largometraje también se recrea en el desplome de la enorme estatua del Cristo Redentor en la bahía de Sao Paulo o deja clara la muerte de los presidentes norteamericano e italiano que prefieren quedarse junto a su pueblo rezando. Para qué, si la verdad y la solución sólo la tienen los científicos, los astrólogos y los iluminados que han tenido en cuenta las predicciones del calendario maya.
Al final, se salvan algunos hombres a sí mismos. Gracias, por supuesto, a la técnica, al dinero y a su saber. Y como no podía ser de otro modo, esta “historia de salvación” pasa por una gran alianza entre 47 países que crean las colosales arcas en las que embarcan “los elegidos”. Esta salvación, estrictamente terrenal, es, como muestra la película, fruto de una conciencia planetaria, del reciclaje de las creencias de civilizaciones precristianas y de la adopción por parte de los hombres de forma unilateral de una ética del amor, pero siempre rechazando la fe en Dios. Todo tal y como defienden las sectas que convergen en la New Age.
Avatar (James Cameron)
L’Osservatore Romano (LOR) dedicó tres de sus artículos a comienzos de enero a la taquillera cinta de James Cameron, Avatar, en los que criticó el sentimentalismo, panteísmo y espiritualismo ecológico de la película. En un primer artículo se señala que Cameron hace un paralelo entre el “genocidio” de los blancos contra las poblaciones nativas de Estados Unidos, presentando a los humanos de la película, como a los primeros y a los segundos como a los “na’vi” de la cinta que habitan en el mundo de Pandora, lugar donde transcurren la ficción.
La historia del director, dice el texto, “tiene una aproximación blanda, se cuenta sin profundizar y termina por caer en el sentimentalismo”. Informa de ello ACI. “Todo se reduce –prosigue– a una parábola antiimperialista y antimilitarista fácil, apenas esbozada, que no tiene la misma mordiente de otras películas que buscan mostrar estos aspectos”.
El ecologismo de Avatar, dice LOR, “se empantana de un espiritualismo ligado al culto de la naturaleza que le hace guiños a una de las tantas modas del tiempo. La misma identificación de los destructores con los invasores y de los ambientalistas con los indígenas aparece luego como una simplificación que menosprecia el ámbito del problema”.
El segundo artículo plantea el nacimiento de una película de culto con Avatar. “Inaugurará, tal vez –dice el texto– un nuevo género, creando un imaginario colectivo en el que se reflejará una vez más la fuerza atractiva de los mundos alternativos, una cierta forma de espiritualismo ecológico hoy de moda y el temor, muy difundido, a vivir una verdadera trascendencia”.
El tercer texto, tomado por LOR de la revista Mondo e Missione (Mundo y Misión) lleva por título “La religión de Pandora” y refiere la opinión de algunos columnistas sobre este tema. El texto cita al comentarista de asuntos religiosos del New York Times, Ross Duhat, quien considera que Avatar presenta “una apología del panteísmo, una fe que hace a Dios igual a la naturaleza, y llama a la humanidad a una comunión religiosa con el mundo natural”.
Este comentarista, prosigue el artículo, “recuerda que esta visión religiosa es una especie de caballito de batalla del Hollywood más reciente. Para Douthat la opción panteísta de Cameron y de la industria cinematográfica de Estados Unidos en general, sigue a través de este camino porque ‘millones de estadounidenses han respondido a ella de manera muy positiva’”.
“Y como reconocía –continúa– en el siglo XVIII el filósofo francés Alexis de Tocqueville, ‘el credo estadounidense en la esencial unidad del género humano nos lleva a anular toda distinción en la creación. El panteísmo abre la puerta a una experiencia de lo divino para la gente que no se siente a gusto en la perspectiva escriturística de las religiones monoteístas’”.
Tras hacer algunas comparaciones de la cinta con la concepción del hinduismo, como que el color azul de los na’vi sea similar al de Shiva –una de sus principales deidades– el artículo sugiere, citando a un blogger estadounidense, que Cameron también podría haber “unido la antigua teología cristiana de la gracia y de la redención a su parábola antiimperialista’ (cuando afirma que llegar a ser un na’vi es volver a nacer)”. “El debate, como se ve, está más abierto que nunca”, concluye.
12 comentarios
Hay quienes sí estamos educados en eso; ¿Por la Iglesia Católica? Sí, por supuesto. Incluso, aunque veces no cumplamos con lo que la Iglesia nos ha enseñado. Que, a veces, los cristianos fallemos no supone falsedad alguna en nuestra fe. Supone que, a veces, no somos coherentes con ella, sin más.
Si, la culpa, es de las religiones que se han convertido en el "faro" de la moral, ¿y que han conseguido?, que las que tienen una espiritualidad intensa se hayan apartado, yendose hacia otras manifestaciones, siendo estas persosas presas de sectas o de crisis en sus vidas. Y si, me reitero, las religiones tienen tanta culpa como los gobiernos en no saber proveer a sus prójimos de una educación que les permita vivir en libertad
Gracias a dios, mi familia me ha inculcado unos valores de respeto hacia todo el mundo, desde mis abuelos hasta mis familiares mas directos.
Y por favor no pretenda eregirse como faro moral del mundo, porque ya lo están intentando multitud de religiones y esperemos que tengan suerte de llevarla a cabo.
Y por favor, los epítetos, guárdeselos para una discusión cara a cara.
Amén, que el único faro moral es por la gracia de no sé que dios dice, es porcorosso.
Un poco más de seriedad sr. puercorojo.
Es verdad que en esa película hay una especie de Dios vegetal... pero bueno, es sólo una especie de dios, no es Dios ni se pretnde que tenga sus características. Sólo es una forma de biología diferente, todo lo fantaseada que se quiera, pero incluso dentro de la propia película queda claro eso.
Un cuento de hadas no es maligno porque tenga hadas, en resumen.
Pero la ironía de esta película es que el único personaje por el que sentimos verdadera simpatía es el presidente de EEUU -actor Danny Glover- que prefiere morir con los suyos a salvar la vida-. Es decir, el verdadaderamente cristiano. Ni por el caótico personaje principal de John Cusak sentimos esa simpatía (Aunque tampoco nos pasemos, el presidente de Italia hace lo mismo que el de USA, pero es presentado como un ser ridículo).
Al final muchos salvarán la vida, pero al salir del cine sólo recordaremos a aquél -el presidente USA- que, siendo "todopoderoso" (como Cristo) quiso compartir los sufrimientos y nuestros dolores del pueblo.
Sin darse cuenta, Emmerich ha prestigiado el cristianismo. Qué ironía.
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