Los orígenes de la nueva religiosidad
James A. Herrick, The Making of the New Spirituality. The Eclipse of the Western Religious Tradition (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press 2003) 331 pp.
Entre los últimos libros que se están publicando sobre el complejo fenómeno de la nueva religiosidad emergente, uno de gran interés es éste, cuyo autor, James A. Eric, ya había escrito otro trabajo monográfico sobre los autores deístas ingleses. Destaca la amplia perspectiva de estudio, que no se limita a los siglos XIX y XX, decisivos para el surgimiento de las diversas corrientes espirituales y esotéricas que integran (o acompañan a) la Nueva Era, sino que se adentra en sus raíces de pensamiento, allá por la Ilustración (período bien conocido por el autor).
Según explica en la introducción, pretende hacer un catálogo no exhaustivo de las figuras más decisivas en la configuración de la nueva religiosidad, sobre todo escritores y artistas, con la convicción de que «ha tenido lugar un cambio masivo en las actitudes religiosas occidentales», y para comprenderlo hay que acudir a las fuentes históricas de lo que él llama «nueva síntesis religiosa» (17). Señala, citando a otros autores, que 12 millones de estadounidenses serían participantes activos de estas corrientes espirituales contemporáneas, y otros 30 millones de personas estarían interesadas en el país. De hecho, es impresionante la difusión pública de estas nuevas espiritualidades, que incluyen brujería, cábala, budismo occidentalizado, cientificismo, psicotecnias y sanación, etc. Y contrapone esta cosmovisión a lo que él llama “el mundo revelado”, o la religiosidad tradicional judeocristiana. No hay que olvidar que la obra reseñada está publicada por una de las principales editoriales evangélicas norteamericanas.
Como primeros antecedentes expone los brotes heréticos en la Cristiandad medieval, la magia y el hermetismo, la cábala, el neoplatonismo y los místicos alemanes, además de señalar al humanismo – con la visión crítica de las Escrituras que trae consigo – como bases para el socavamiento progresivo de la religión en Occidente. Asimismo, profundiza en los autores europeos, dedicando un capítulo a la crítica que hacen de la Biblia, que ante el literalismo oficial se pasan al extremo de deshistorizar completamente los libros sagrados, dando paso al vínculo necesario entre los mitos y la gnosis o conocimiento secreto. Añade aquí la propuesta más actual – pero sin fundamento alguno – de M. Drosnin, popular autor de El código secreto de la Biblia y otros libros que pretenden leer en el AT profecías del futuro.
Después aborda el iluminismo francés y su divinización de la razón humana, fijándose en varios autores (también de otros lugares), además de los personajes norteamericanos del siglo XIX enmarcados dentro del llamado “nuevo pensamiento” (new thought). Otro elemento importante es la exaltación desmedida de la ciencia moderna, sobre todo desde A. Comte, y llegando a la física que proponen algunos científicos vinculados a la Nueva Era. También hace referencia al «legado espiritual de Darwin» (118), en un capítulo que abarca desde el abuelo del naturalista hasta el actual J. Redfield, autor de la novela Las nueve revelaciones, pasando por P. Teilhard de Chardin y E. Bulwer-Lytton, y en el que señala que «la idea de que los seres humanos están embarcados en un viaje inevitablemente exitoso y autodirigido en aumento hacia la perfección espiritual por la vía de los mecanismos de la evolución es ahora un componente crucial y dado por sentado en gran parte del pensamiento religioso» (149). Opone radicalmente el evolucionismo darvinista a la revelación cristiana, cosa que puede discutirse.
El elemento considerado a continuación es el panteísmo: B. Spinoza, R.W. Emerson, E. Haeckel y otros autores que, desde la filosofía o desde la ciencia, han sentado las bases del pensamiento panteísta actual. No podía faltar en el estudio el gnosticismo moderno, en cuyo análisis incluye a J. Smith (fundador de los mormones) y a C.G. Jung, además de hacer una interesante referencia a la ciencia-ficción, sobre todo en el cine. Denomina en otro capítulo “chamanismo moderno” a todo el elemento ocultista que arranca de E. Swedenborg y tiene su esplendor en la teosofía y el espiritismo de la época victoriana, aunque después conoce otros desarrollos, como el contacto con los extraterrestres o las supuestas revelaciones directas de Cristo. Del pluralismo religioso algunas corrientes que analiza el autor han deducido que habría una unión mística de todas las tradiciones, una “religión universal” que hay que sacar a la luz acabando con todo lo dogmático y confesional.
Una larga conclusión le sirve al autor para recapitular lo tratado y ordenarlo siguiendo la misma distribución temática por capítulos del resto del libro, y poner ejemplos reales y muy concretos sobre la presencia de estos fenómenos neorreligiosos en la actualidad cultural y mediática. Finaliza con unas consideraciones muy apropiadas sobre la diferencia entre tener un Dios y querer convertirse uno mismo en Dios, que es, en el fondo, la diferencia fundante entre la tradición bíblica y la nueva religiosidad ecléctica. Hay que felicitar a Herrick por lograr un libro bastante completo y, a la vez, profundo en sus planteamientos.
LUIS SANTAMARÍA DEL RÍO
Recensión publicada en Diálogo Ecuménico 128 (2005) 570-571.
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