23.06.17

Tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios, a ti te ha elegido el Señor

Primera lectura en la Solemnidad del Corazón de Jesús:

Moisés habló al pueblo diciendo: tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios, a ti te ha elegido el Señor, tu Dios, para que seas el pueblo de su propiedad entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra.  El Señor se ha prendado de vosotros y os ha elegido, no porque seáis el pueblo más grande de todos los pueblos, puesto que sois el más pequeño, sino que ha sido por el amor del Señor y por su fidelidad a la promesa que hizo a vuestros padres. Por eso es por lo que el Señor os sacó con mano fuerte y os liberó de la casa de la esclavitud, del poder del Faraón, rey de Egipto.
Por tanto, reconoce que el Señor, tu Dios, es el Dios, el Dios fiel, que guarda por mil generaciones la alianza y el amor con quienes le aman y cumplen sus mandamientos; y que sin demora retribuye con la perdición a los que le odian; no se retrasa en dar su merecido a quien le odia.  Guarda, pues, los mandamientos, leyes y normas, que yo te ordeno hoy que pongas en práctica.
Deut 6,6-11

Dios elige a quien quiere y por las razones que quiere. Israel era un pueblo pequeño que acabó sometido a una gran nación. Pero había ser el pueblo de quien nos llegaría la salvación, como bien se encargó Cristo de recordar a la samaritana: “…porque la salvación viene de los judíos” (Jn 4,22).

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22.06.17

Si se presenta cualquiera predicando un Jesús diferente, lo toleráis

Primera lectura del jueves de la undécima semana del Tiempo Ordinario:

¡Ojalá me toleraseis algo de locura!; aunque ya sé que me la toleráis. Tengo celos de vosotros, los celos de Dios, pues os he desposado con un solo marido, para presentaros a Cristo como una virgen casta.
Pero me temo que, lo mismo que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes, apartándose de la sinceridad y de la pureza debida a Cristo. Pues, si se presenta cualquiera predicando un Jesús diferente del que os he predicado, u os propone recibir un espíritu diferente del que recibisteis, o aceptar un Evangelio diferente del que aceptasteis, lo toleráis tan tranquilos.
No me creo en nada inferior a esos superapóstoles. En efecto, aunque en el hablar soy inculto, no lo soy en el saber; que en todo y en presencia de todos os lo hemos demostrado. ¿O hice mal en abajarme para elevaros a vosotros, anunciando de balde el Evangelio de Dios?
Para estar a vuestro servicio tuve que despojar a otras comunidades, recibiendo de ellas un subsidio. Mientras estuve con vosotros, no me aproveché de nadie, aunque estuviera necesitado; los hermanos que llegaron de Macedonia atendieron a mi necesidad. Mi norma fue y seguirá siendo no seros gravoso en nada. Por la verdad de Cristo que hay en mí: nadie en toda Grecia me quitará esta satisfacción.¿Por qué? ¿Porque no os quiero? Bien sabe Dios que no es así.
2ª Cor 11,1-11

Ciertamente son muchas las iglesias locales y los católicos repartidos por el mundo que no solo toleran a quienes les predican un Cristo y una fe diferentes, sino que les encumbran. De hecho, durante décadas hemos visto cómo la falsedad, la herejía y la apostasía han encontrado fácil acomodo en púlpitos, seminarios, cátedras, órdenes y congregaciones religiosas.

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21.06.17

Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean

Evangelio del miércoles de la undécima semana del Tiempo Ordinario

Jesús dijo a sus discípulos: Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres con el fin de que os vean; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
Por lo tanto, cuando des limosna no lo vayas pregonando, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de que los alaben los hombres. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, por el contrario, cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha, para que tu limosna quede en lo oculto; de este modo, tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, con la puerta cerrada, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
Cuando ayunéis no os finjáis tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, para que no adviertan los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará.
Mt 6,1-6;16-18

El cristianismo no consiste en gestos de cara a la galería sino en vivir en la gracia que opera por la caridad, de forma que hasta el mayor de los méritos que podamos tener debe ser para dar gloria a Dios y no para recibir el aplauso del mundo.

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20.06.17

Sea nuestra conducta cual conviene a nuestra condición de templos de Dios

Del Oficio de Lecturas del martes de la undécima semana del Tiempo Ordinario:

Cuán grande es la benignidad del Señor, cuán abundante la riqueza de su condescendencia y de su bondad para con nosotros, pues ha querido que, cuando nos pongamos en su presencia para orar, lo llamemos con el nombre de Padre y seamos nosotros llamados hijos de Dios, a imitación de Cristo, su Hijo; ninguno de nosotros se hubiera nunca atrevido a pronunciar este nombre en la oración, si él no nos lo hubiese permitido. Por tanto, hermanos muy amados, debemos recordar y saber que, pues llamamos Padre a Dios, tenemos que obrar como hijos suyos, a fin de que él se complazca en nosotros, como nosotros nos complacemos de tenerlo por Padre.

Sea nuestra conducta cual conviene a nuestra condición de templos de Dios, para que se vea de verdad que Dios habita en nosotros. Que nuestras acciones no desdigan del Espíritu: hemos comenzado a ser espirituales y celestiales y, por consiguiente, hemos de pensar y obrar cosas espirituales y celestiales, ya que el mismo Señor Dios ha dicho: Yo honro a los que me honran, y serán humillados los que me desprecian. Asimismo el Apóstol dice en una de sus cartas: No os pertenecéis a vosotros mismos; habéis sido comprados a precio; en verdad glorificad y llevad a Dios en vuestro cuerpo.

A continuación añadimos: Santificado sea tu nombre, no en el sentido de que Dios pueda ser santificado por nuestras oraciones, sino en el sentido de que pedimos a Dios que su nombre sea santificado en nosotros. Por lo demás, ¿por quién podría Dios ser santificado, si es él mismo quien santifica? Mas, como sea que él ha dicho: Sed santos, porque yo soy santo, por esto pedimos y rogamos que nosotros, que fuimos santificados en el bautismo, perseveremos en esta santificación inicial. Y esto lo pedimos cada día. Necesitamos, en efecto, de esta santificación cotidiana, ya que todos los días delinquimos, y por esto necesitamos ser purificados mediante esta continua y renovada santificación.

El Apóstol nos enseña en qué consiste esta santificación que Dios se digna concedernos, cuando dice: Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los rapaces poseerán el reino de Dios. Y en verdad que eso erais algunos; pero fuisteis lavados, fuisteis santificados, fuisteis justificados en el nombre de Jesucristo, el Señor, por el Espíritu de nuestro Dios. Afirma que hemos sido santificados en el nombre de Jesucristo, el Señor, por el Espíritu de nuestro Dios. Lo que pedimos, pues, es que permanezca en nosotros esta santificación y -acordándonos de que nuestro juez y Señor conminó a aquel hombre que él había curado y vivificado a que no volviera a pecar más, no fuera que le sucediese algo peor- no dejamos de pedir a Dios, de día y de noche, que la santificación y vivificación que nos viene de su gracia sea conservada en nosotros con ayuda de esta misma gracia.

Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del Señor.
(Cap. 11-12: CSEL 3, 274-275)

San Cipriano nos da testimonio de cómo se entendía en el siglo III la vida cristiana. Que es exactamente igual a como lo enseñaron los apóstoles y deberia ser igual a como lo enseña la Iglesia en pleno siglo XXI.

Es decir, no tiene sentido llamarse cristiano y no comportarse como tal. No tiene sentido ser hijo de Dios y vivir esclavizado del pecado.

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19.06.17

Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios

Primera lectura del lunes de la undécima semana del Tiempo Ordinario:

Como colaboradores suyos os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: “En el tiempo favorable te escuché. Y en el día de la salvación te ayudé".
Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. A nadie damos motivo alguno de escándalo, para que no sea desacreditado nuestro ministerio, sino que en todo nos acreditamos como ministros de Dios: con mucha paciencia, en tribulaciones, necesidades y angustias; en azotes, prisiones y tumultos; en fatigas, desvelos y ayunos; con pureza, con ciencia, con longanimidad, con bondad, en el Espíritu Santo, con caridad sincera, con la palabra de la verdad, con el poder de Dios; mediante las armas de la justicia, en la derecha y en la izquierda; en honra y deshonra, en calumnia y en buena fama; como impostores, siendo veraces; como desconocidos, siendo bien conocidos; como moribundos, y ya veis que vivimos; como castigados, pero no muertos; como tristes, pero siempre alegres; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como quienes nada tienen, aunque poseyéndolo todo.
2ª Cor 6,1-10

El apóstol San Pablo cuida de la iglesia en Corinto como un padre cuida de sus hijos. Les exhorta a no recibir en vano la gracia de Dios y les recuerda cuál ha sido su comportamiento como ministro del Señor.

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