La Iglesia de Cristo es misionera, o no es ni Iglesia ni de Cristo. El Señor envió a sus apóstoles a hacer discípulos de entre todas las naciones. Si el cristianismo no hubiera sido misionero, habría dejado de existir en unas pocas décadas. Ahora el término proselitista es políticamente incorrecto, pero lo cierto es que los cristianos de los primeros siglos eran profundamente proselitistas. Ellos querían sacar a los paganos de las tinieblas del error para atraerlos a la luz de Cristo. Por supuesto, sin forzar a nadie, pues no se puede ser nunca cristiano a la fuerza. Pero no había ley, decreto, foso de leones, tortura, persecución masiva o muerte en las peores circunstancias imaginables que detuviera a los mártires cristianos en su empeño de llevar la luz de Cristo a todo su mundo conocido. Su ejemplo ha de estar siempre en la memoria de los fieles a lo largo de todos los siglos, sin excepción alguna, sea temporal, sea geográfica, sea socio-política.
Es por eso que resultan vergonzosas, escandalosas, cobardes y traidoras las afirmaciones a La Gaceta, reproducidas en Religión en Libertad, de Monseñor Fouad Twal, arzobispo coadjutor del Patriarcado Latino de Jerusalén. Dice este monseñor que “Debemos aceptar que, por razones culturales, en todo el mundo árabe y musulmán no se permite la conversión del islam al cristianismo. No es problema de democracia, la democracia de Occidente no es todavía la nuestra. Necesitamos tiempo y educación. Llegará un momento en que sea más fácil la conversión. No debemos adelantar los tiempos”. ¡¡¡ Y SE QUEDA TAN ANCHO ¡! O sea, como en el mundo árabe no se permite la conversión del Islam al cristianismo, vamos a quedarnos quietecitos, a no hacer ruido, a esperar que vengan mejores tiempos y así, con un poco de suerte, nos permitirán seguir existiendo.
¿Cómo puede un arzobispo de la Iglesia Católica decir semejante barbaridad? ¿No hay nadie en Roma que le diga que ese planteamiento es un beso de Judas en la mejilla de todos los mártires cristianos, que han derramado su sangre por buscar la conversión de hombres y mujeres de todo tiempo y lugar? ¿quién es este arzobispo para decir que la Iglesia no debe de evangelizar cuando el ambiente social, político y religioso es adverso?
Imaginémonos por un momento al apóstol San Pablo nada más llegar a Éfeso. Tras darse un paseo por la ciudad, se da cuenta de que si se pone a predicar a Cristo y en contra de la idolatría, lo más probable es que acabe con sus huesos en la cárcel o bajo tierra. Entonces va y dice: “¡Uy, no! ¡Aquí no predico el evangelio! Tengo que aceptar que por razones culturales en este lugar no se permite la conversión a Cristo. Necesitan más tiempo. Ahora me voy. Llegará un momento en que sea más fácil la conversión de toda esta gente. Adios Éfeso, volveré cuando estés preparada”.
No, un arzobispo católico no puede decir eso. Yo no le pido que se lance a las calles pidiendo a gritos la conversión a Cristo de todos los musulmanes. Sé que hay que ser prudente, sensato y cauto. El mismo San Pablo tomaba precauciones. Pero nunca renunciaba a su ministerio apostólico. “¡Ay de mí si no predicara el evangelio!” (1ª Cor 9,16), dijo el apóstol en cierta ocasión. Pues bien, ¡Ay de Monseñor Fouad, que se niega a predicar el evangelio a los musulmanes porque la religión de ellos les prohíbe la conversión a la fe cristiana!
Monseñor Fouad, por el sacramento del orden episcopal, es sucesor de los apóstoles. Pero sinceramente, en lo relacionado con la evangelización de todos los pueblos del mundo, no sigue los caminos de los apóstoles, sino el de la tibieza, el de la cobardía y el del acomodamiento a las exigencias del mundo y lo políticamente correcto. Y además se permite criticar al Papa por bautizar a Magdi Cristiano Allam. Pues mire, usted, Excelencia Reverendísima, en un par de semanas como cristiano, Magdi Allam ha sido más cristiano de lo que probablemente haya sido, sea y llegue a ser usted en toda su vida. Magdi sabe que su vida está en juego por lo que ha hecho. Y no es imposible que llegue a ser un mártir. Usted no pasa de ser un arzobispo que avergüenza a la Iglesia de la que forma parte. Dios le conceda la gracia del arrepentimiento y de la conversión al cristianismo que no tiene miedo de dar la vida con tal de que todos los hombres y mujeres sean llevados a Cristo.
Luis Fernando Pérez Bustamante