14.06.08

Aquellos escolapios....

Cuando en el post de ayer recordé al padre Villar con un bate de beisbol en la mano, vigilando que los piquetes “informativos” no nos molestaran, mi memoria no quiso quedarse en su figura. Dicen que este tipo de recuerdos se quedan ahí para toda la vida, pero a mí me da la sensación de que pueden desaparecer en cualquier momento en la nebulosa del tiempo. Por ejemplo, recuerdo pocos nombres de profesores y compañeros de clase. Entre estos últimos apenas me acuerdo de Fernando Peinado Sánchez, mejor estudiante que yo pero una nulidad completa con un balón entre los pies; Leandro del Peral Aguilar, uno de los mejores estudiantes en todos los cursos en los que coincidimos, y que además era muy bueno jugando al baloncesto; Pérez Vidal, de cuyo nombre de pila no me acuerdo, que era más bien chiquitajo pero muy buena gente; Pimentel, mulato probablemente de origen cubano, con quien no sé bien porqué me pegué en cierta ocasión, cosa rara en mí porque yo era un crío más bien pacífico y no me di de tortas más allá de 3 ó 4 veces en toda mi vida escolar. Por supuesto también me acuerdo de mi primo Amando, un año mayor que yo, pero eso no tiene ningún mérito ya que, siendo como soy hijo único, él es lo más cercano a un hermano que he tenido nunca.

Entre los profesores no sacerdotes recuerdo muy especialmente a don Luis Díaz, que entre ataques de tos nos enseñaba matemáticas de tal forma que hasta los de bajo coeficiente intelectual eran capaces de entenderlas. De él no se me olvidará el día en que, tras uno de dichos ataques, tiró por la ventana su paquete de Chesterfield sin boquilla y nos imploró, casi entre lágrimas, que no fuéramos tan necios como para vivir esclavizados al tabaco. Aquello me impresionó de tal manera que creo que a él le debo en gran medida el no ser fumador. Excepto del nombre, también me acuerdo del profesor de inglés. Creo que su único mérito para ser profesor de ese idioma era el estar casado con una norteamericana, pero sólo espero que su mujer supiera más castellano que él inglés, porque de lo contrario es imposible que se entendieran en casa. El tipo no tenía ni repajolera idea pero, eso sí, se lo pasaba en grande tomándonos el pelo a toda la clase, en especial a los más “trastos". Creo que en cierta ocasión nos pusimos todos de acuerdo para protestar al “prefecto” de nuestro ciclo escolar ( 5º a 8º de EGB ) por la actitud de aquel tipo. A Dios gracias mis padres tuvieron la gran idea de enviarme un par de años a dar clases particulares de inglés con un buen profesor. En esos dos años aprendí más que en toda mi vida escolar y es gracias a eso que hoy me defiendo bastante bien en la lengua de Shakespeare.

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12.06.08

La huelga y el cura del bate de beisbol

La huelga del sector minoritario de transportistas a la que estamos asistiendo nos retrotrae a tiempos que creíamos pasados en este país. Todavía recuerdo una escena “peculiar” en mis tiempos de alumno en el colegio que los Escolapios tienen en Getafe. Debido al cierre de Kelvinator los sindicatos habían convocado un paro general en toda la ciudad. Siendo Getafe una parte importantísima del cinturón rojo al sur de Madrid (hoy menos cinturón y menos rojo), el poder de movilización de los sindicatos era considerable. El caso es que también quisieron que parasen los colegios, pero la dirección del mío decidió que “naranjas de la China” y que permanecería abierto. Los padres que quisieran enviar a sus hijos a clase, lo podrían hacer…. al menos en teoría.

Por supuesto, aparecieron los piquetes “informativos". Pero hete aquí que a la puerta del colegio se encontraron con un cura más bien canijo, pero con una mala leche poco común, que además tenía entre sus manos un bate de beisbol. Era el padre Villar, al que yo tenía por profesor de Física en 6º de EGB. Por más años que pasen, y si el Señor no permite que enferme de Alzheimer o algo similar, no se me olvidará la imagen del cura con el bate de beisbol en la puerta de entrada al colegio. Obviamente ningún piquete se acercó a menos de 100 metros para convencer a los críos de que no debían de entrar, pero no quiero pensar lo que habría ocurrido si algunos exaltados hubieran optado por ir a por “el cura del bate".

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9.06.08

El niño que no quiso morir

Finley parecía destinado a morir antes de poder ver la luz del sol. Su delito, ser candidato a padecer una enfermedad congénita en sus riñones. Un hermano suyo falleció al poco de nacer debido a ese mal. Otro hermano, de veinte meses de edad, sobrevive con un solo riñón. Su madre no estaba dispuesta a pasar otra vez por lo mismo y decidió que los médicos no dieran la oportunidad de vivir a su nuevo hijo. A las ocho semanas de embarazo se puso en manos de esos sujetos con bata blanca que se dedican a acabar con la vida humana dentro del seno materno. Pero algo salió “mal”. En realidad, deberíamos decir que algo salió “bien”. No se sabe bien porqué, el aborto fue fallido. Quizás Finley supo esconderse bien, quizás el galeno asesino tuvo el día tonto. El caso es que el niño siguió dentro de una madre que ya le creía muerto.

Cuando pasaron otras diez semanas, la madre de Finley se dio cuenta de que algo se movía dentro de su vientre. El niño se había hecho mayor y ya daba patadas a quien pensaba que él había acabado cual desecho orgánico en un contenedor de basura. Esta vez la madre decidió salvarle. Todavía podría haberle matado, porque una ley infame así lo permite, pero se ve que no es tan fácil matar a aquel que ya sientes vivo en tu interior.

Finley nació y aunque tiene la enfermedad de sus hermanos los médicos creen que podrá vivir sin demasiadas complicaciones. La medicina que quiso matarle puede ayudarle a vivir. La madre que quiso librarse de él para no tener que pasar por un proceso duro y complicado, hoy dice que no le cambiaría por nada en el mundo. Ella ha tenido suerte. Se le dio una segunda oportunidad y eligió la vida. Pero son millones las mujeres, y los hombres de su entorno, que eligen la muerte. Finley es una bofetada en la cara de todos ellos. Finley es un ejemplo de que merece la pena darle una oportunidad a la vida. Finley es el testimonio vivo de la miseria moral en la que vive una sociedad que no merece la pena sobrevivir, como no sobrevivieron las civilizaciones que sacrificaban sus hijos ante dioses paganos. Finley es la excepción, pero son millones los Finleys a los que no se ha permitido nacer.

Aquellos que creemos que Dios juzga a los pueblos y las naciones, sabemos que antes o después Occidente recibirá el pago a su ignominia. Matamos a nuestros hijos antes de que puedan nacer. Queremos matar a nuestros abuelos cuando ya son molestos. No merecemos sobrevivir y no sobreviviremos a menos que, aunque quizás sea ya tarde, desechemos la cultura de la muerte. Al fin y al cabo ninguna de nuestras naciones tiene un pacto con Dios que le garantice, como a Israel, su supervivencia tras el castigo.

Luis Fernando Pérez Bustamante

6.06.08

De zorras y burras

“¡Serpientes, razas de víboras, sepulcros blanqueados, insensatos, animales irracionales, inmundicias, hijos de maldición, zorra!”

Esa lista de improperios no la he sacado de los programas de la Cope ni de otra cadena de radio o periódico. Tampoco del debate acalorado en ningún parlamento nacional o autonómico. Ni de ningún programa basuriento televisivo. No, señores, esos “¿insultos?” salieron de la boca de el mayor profeta de todos los tiempos, de los apóstoles y del mismísimo Señor Jesucristo. Y en el caso de Cristo, el uso del término “zorra” –o zorro- estaba dirigido a un gobernante que quería retirarle de la circulación:

En aquel mismo momento se acercaron algunos fariseos, y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte.» Y él les dijo: «Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios….

Es decir, aunque es bueno y apropiado el procurar ser moderado en las formas, el uso de un lenguaje contundente, agresivo, mordaz e incluso ofensivo puede tener justificación cuando nos encontramos ante situaciones dignas de ser denunciadas. De hecho, a veces es necesario y oportuno. No podemos confundir la caridad cristiana con el buenismo irresponsable de los que tienen pavor a llamar a las cosas por su nombre.

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5.06.08

Hay fronteras que jamás deben cruzarse

Llevamos varios días con un cirio montado de dimensiones considerables a costa de la Cope y lo que rodea a la Cope. Mi opinión sobre lo que está ocurriendo ya la he dado en varios artículos y no me voy a repetir. Ahora bien, creo que aunque se sea un anti-Losantos radical, hay fronteras que no se deben cruzar. En el Diario de León se publica hoy el artículo de un personaje llamado José Luis Gavilanes Laso crítico con el director de La Mañana de Cope. En dicho escrito, titulado “El Pico de Federico” encontramos lo siguiente:

Federico, Federico, oye rico, templa el pico, descansa un poco, no más, que ese pico, Federico, se te puede lastimar. Por picar en Cataluña, te quebraron la pezuña, que por ello cojo vas. Y si picas sin parar, ese pico, Federico, pronto muy romo será. De tal modo que, mañico, puedes quedarte sin pico, y ya no podrás echar a la siniestra el hocico, ni tampoco a la derecha, si ella a tu gusto no está.

Por si alguno no lo sabe, Jiménez Losantos es víctima del terrorismo de Terra Lliure. Unos terroristas de esa banda criminal, algunos de cuyos miembros forman parte de uno de los partidos que componen el tripartito en Cataluña, secuestraron por unas horas a Federico. Le “soltaron” tras pegarle un tiro en la pierna.

Es decir, este sujeto llamado Gavilanes hace befa y mofa de una víctima del terrorismo. Y no sólo eso. Le advierte de que si sigue hablando, le puede ocurrir lo mismo o peor. En otras palabras: O te callas o te callan.

Aparte de que lo más probable es que eso sea un delito, lo que no tiene el más mínimo sentido es que desde un medio de comunicación nacional como Religión Digital -Periodista Digital-, se reproduzca sin más semejante salvajada. Hay fronteras que jamás deben cruzarse. Y si se cruzan, hay que dar marcha atrás inmediatamente a menos que queramos que esto se convierta en una guerra abierta de la que luego no sabremos bien cómo salir.

Luis Fernando Pérez Bustamante.