12.10.08

Gallardón el indigno

A Gallardón le ha dado un súbito ataque de hipocresía farisaica. El alcalde de Madrid ha decidido que es indigno el trabajar de hombre-anuncio y va a multar a las empresas que osan usar ese medio para hacer publicidad de sus servicios. Este prohombre del extremo-centrismo pepero hace gala de escrúpulos morales mientras Madrid está llena de prostitutas que hacen literalmente la calle, mientras el ayuntamiento subvenciona el desfile de personajes obscenos que denigran la imagen de sus “colectivos” y mientras se dedica a pagar a jóvenes y adolescentes la píldora abortiva para solucionar el “problema” de los polvos rápidos e inesperados en el asiento trasero de un coche o en el cuarto de baño de una discoteca.

Por supuesto, no ha preguntado a los afectados si creen o no que su trabajo es indigno. El alcalde no tiene valor para ponerse cara a cara frente a ellos y decirles lo que ha dicho ante los medios de comunicación. Desde el mega-despacho palaciego que se ha mandado hacer a costa del dinero de los madrileños es fácil pontificar sobre la indignidad de ciertos trabajos. Seguramente Gallardón habrá pensado que él jamás se rebajaría a hacer tal cosa. Pero claro, el alcalde nunca tendrá que verse ante la necesidad de hacer de hombre-anuncio o pasar hambre. Si se viera en esa tesitura, estoy convencido de que sería capaz hasta de ir de hombre-barril-anuncio, con él en pelota picada dentro.

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9.10.08

8.10.08

¿Son los colegios católicos y la catequesis parte del problema?

Aunque creo que en relación al estado actual del catolicismo en España es más útil buscar soluciones de cara al futuro que buscar responsabilidades pasadas, es obvio que el saber en qué se ha fallado puede ayudar en esa búsqueda. Tampoco es que quiera señalar con un dedo acusador a nadie en concreto, pues el fracaso es cosa de todos, aunque no todos tienen la misma responsabilidad.

Soy de la opinión de que los colegios católicos no son precisamente una herramienta de formación de cristianos. La educación que se da en los mismos sigue siendo mejor, en líneas generales, que la que se obtiene en la escuela pública, pero el componente “católico” cada vez está más diluido en el profesorado y en el “alma” de la formación íntegra de los alumnos. Cuando se dice desde la FERE, y desde alguna alta instancia de la jerarquía, que adaptarán la EpC al ideario de los centros, lo que los padres pueden esperar, como mucho, es que sus hijos no reciban lo peor de dicha asignatura, pero desde luego es casi milagroso que se les enseñe el porqué es malo lo que sus coleguis que van a la escuela púbica tienen que estudiar. De una escuela católica donde a los niños se les daba una educación en la ley pero apenas en la gracia, en la que a partir de cierta edad a los muchachos se les decía que si hacían determinada cosa les saldrían espinillas en la cara, hemos pasado a una escuela católica donde Dios Padre es una especie de Papá Noel, Cristo un tío simpatiquísimo y el Espíritu Santo la versión cristiana del “haz el amor y no la guerra". Y digo yo que va siendo hora de que el péndulo se pare en el medio, ¿no?

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7.10.08

El obispo de Segovia abre un debate fundamental

Monseñor Ángel Rubio Castro, obispo de Segovia, acaba de sugerir a los católicos no practicantes que no se casen por la Iglesia, sobre todo si lo hacen sólo por el valor estético de la ceremonia. Ojalá la reflexión de don Ángel sirva para abrir un debate que, antes o después, creo inevitable.

Aunque no hay estadísticas al respecto, sospecho que la descristianización de España ha llegado a tal extremo que a día de hoy resulta cada vez más difícil encontrar una pareja de novios, por lo general jóvenes, en la que al menos uno de los dos sea católico practicante. Y aunque puede darse la circunstancia de que todavía haya muchos no practicantes que tengan cierta “sensibilidad” a las cosas de la fe, cada vez serán más aquellos que no sólo no son practicantes sino que, literalmente, pasan absolutamente de la fe cristiana. Lo cual, en mi opinión -aunque eso daría para otro post-, implica que un número muy importante de los matrimonios que se celebran hoy en día son nulos, pues los contrayentes no saben bien lo que hacen y a lo que se comprometen.

Debemos partir de un hecho que no admite discusión: todo bautizado católico tiene derecho a recibir el sacramento del matrimonio. La ley canónica pide que los novios reciban el sacramento de la confirmación antes de casarse, pero el no hacerlo no es impedimento para que se celebre la boda. Ni siquiera el no cumplimiento de la exigencia de muchas diócesis de que se asista a los cursillos pre-matrimoniales puede impedir la celebración del sacramento si los contrayentes se empeñan. Prevalece su derecho. No es que a mí esto me parezca bien o mal. Es que es así, según me han explicado aquellos que saben del tema.

Una vez establecido que la Iglesia no puede oponerse a casar a los bautizados que no practican su fe, pasamos al ámbito de las recomendaciones, que es en el que ha entrado el obispo de Segovia. Pero como se comprenderá, al que busca casarse por la Iglesia por razones estéticas o por no darle un disgusto a la abuela Facundia y a la tía Arsenia, lo que diga un obispo se la trae al fresco.

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6.10.08

España es uno de esos países de los que habló ayer el Papa

Cito de la homilía predicada por Benedicto XVI durante la celebración eucarística de inauguración del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra que presidió en la Basílica de San Pablo Extramuros:

Si contemplamos la historia, nos vemos obligados a constatar con frecuencia la frialdad y la rebelión de cristianos incoherentes. Como consecuencia, Dios, si bien nunca abandona su promesa de salvación, ha tenido que recurrir al castigo. En este contexto, el pensamiento se dirige espontáneamente al primer anuncio del Evangelio del que surgieron comunidades cristianas, en un primer momento florecientes, que después desaparecieron y que hoy sólo son recordadas por los libros de historia. ¿No podría suceder lo mismo en nuestra época? Naciones que en un tiempo tenían una gran riqueza de fe y vocaciones ahora están perdiendo su identidad, bajo la influencia deletérea y destructiva de una cierta cultura moderna. Hay quien, habiendo decidido que “Dios ha muerto", se declara a sí mismo “dios", considerándose el único agente de su propio destino, el propietario absoluto del mundo.

¿Alguien puede dudar que nuestra nación se encuentra dentro de esa definición? España, por más que muchos se empeñen en negar la evidencia apelando al número de bautizados y al “éxito” de determinadas manifestaciones religiosas populares, ha dejado de ser cristiana. Una nación donde uno de cada seis embarazos engorda las cuentas corrientes de los médicos abortistas, donde más del 95% de los fetos que vienen con Síndrome de Down son “eliminados", donde se disparan las tasas de divorcio, de embarazos de adolescentes y de consumo de drogas entre jóvenes y no tan jóvenes, donde la ingeniería social más radical encuentra un perfecto caldo de cultivo y donde es muy minoritaria la objeción de conciencia contra una asignatura adoctrinadora en una ideología filomasónica, no sólo no es una sociedad cristiana sino que profundamente ajena, en fondo y forma, al cristianismo.

Mas con ser grave el hecho de la descristianización del país, más preocupante es la desmovilización total de gran parte de los creyentes y practicantes. No hablo de una movilización esporádica, que convoca a unos cuantos cientos de miles en momentos puntuales. Esos actos son necesarios, pero no bastan. Benedicto XVI señala el camino:

Cuando Dios habla, siempre exige una respuesta; su acción de salvación exige la cooperación humana; su amor espera ser correspondido. Que no suceda nunca, queridos hermanos y hermanas, lo que narra el texto bíblico sobre la viña: “Esperó que diese uvas, pero dio agraces” (Cf. Isaías 5,2). Sólo la Palabra de Dios puede cambiar profundamente el corazón del hombre, por eso es importante que entremos en una intimidad cada vez mayor con ella tanto cada uno de los creyentes como las comunidades. La asamblea sinodal dirigirá su atención a esta verdad fundamental para la vida y la misión de la Iglesia. Alimentarse de la Palabra de Dios es para ella su primera y fundamental tarea. De hecho, si el anuncio del Evangelio constituye su razón de ser y su misión, es indispensable que la Iglesia conozca y viva lo que anuncia, para que su predicación sea creíble, a pesar de las debilidades y las pobrezas de los hombres que la conforman. Sabemos, además, que el anuncio de la Palabra, siguiendo a Cristo, tiene como contenido el Reino de Dios (Cf. Marcos 1,14-15), pero el Reino de Dios es la misma persona de Jesús, que con sus palabras y obras ofrece la salvación a los hombres de todas las épocas. En este sentido es interesante la consideración de san Jerónimo: “Quien no conoce las Escrituras, no conoce la potencia de Dios ni su sabiduría. Ignorar las Escrituras significa ignorar a Cristo” (Prólogo al comentario del profeta Isaías: PL 24,17).

Sinceramente, ¿cuántos de nosotros tenemos la intimidad con la Palabra de Dios que pide el Papa? Ni aun aquellos que “trabajamos” con ella a diario hemos alcanzado esa intimidad de la que hablaba el salmista al proclamar: “lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” y “sumamente pura es tu palabra, y la ama tu siervo“. Mas por la Palabra de Dios somos santificados, como dijo Cristo: “Santifícalos en tu verdad: tu Palabra es verdad” (Jn 17,7).

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