14.02.10

A un religioso le dan pena los obispos. A mí también.

Un religioso director de un centro sanitario de su orden siente compasión por los obispos cuando estos se ponen a hablar de la eutanasia. Me le imagino pensando para sí mismo: “¿De qué hablan estos pobres ignorantes que no tienen ni repajolera idea de lo que es tratar con enfermos en coma, tetrapléjicos desesperados, etc? Lo mejor es que se callen y nos dejen a nosotros, los expertos, hacer lo que creamos oportuno".

Pero hete aquí que entre los obispos españoles contamos ya, que yo sepa, con dos médicos: Monseñor Iceta y Monseñor Mazuelos, obispo auxiliar de Bilbao y de Asidonia-Jerez respectivamente. Obviamente no ejercen esa profesión, pero saber, saben. Y no poco. Mucho.

En todo caso, no creo que haya que ser médico para entender que retirar la alimentación y la hidratación a un enfermo para lograr que se muera es algo que atenta contra la caridad cristiana. Tampoco hace falta ser director de un hospital para comprender que retirar el respirador artificial a una tetrapléjica que no quiere seguir viviendo, es como darle una pistola a uno que se quiere suicidar. Y lo que es seguro es que no hace falta ser católico para saber que este religioso se pasa la doctrina católica sobre bioética por el refajo de su “misericordiosa alma”. Y que además, lo hace de forma pública, notoria y escandalosa para los fieles que estamos hasta los mismísimos de que la Iglesia no haga nada con quienes se burlan de sus enseñanzas y, por tanto, de nosotros.

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13.02.10

Jesús el judío, no el protestante

Pocos escritores hay en España, y yo diría que en el mundo, con una capacidad semejante a la de César Vidal a la hora de escribir todo tipo de libros. No tengo ni idea de cuántas obras suyas hay en el mercado, entre otras razones porque habrá bastantes descatalogadas, pero si me dicen que ya le han publicado más de ciento cincuenta, no me parecería una exageración. Libros de Historia, de teología -protestante-, novelas históricas, cuentos para niños, ensayos, su campo de actuación es muy amplio.

Uno de sus últimos libros, nunca se puede decir el último porque lo más probable es que haya sacado otro hace unas cuantas horas, es “Jesús, el judío". Ni lo tengo ni, por tanto, me lo he leído, aunque viendo cómo lo describe el propio autor, tengo la sensación de que no me mucho encontraré material nuevo que no haya aparecido, de forma dispersa, en otras obras suyas en las que ha tratado, siquiera indirectamente, al protagonista de este libro. Ahora bien, lo que sí he leído es la reseña que en Libertad Digital ha escrito Lorenzo Ramírez y que se titula “La Verdad os hará libres”. Y en dicha reseña se encuentra un párrafo muy significativo:

El arrepentimiento y la Fe en Cristo son compromisos suficientes para lograr la salvación. Las obras no son determinantes, sino la recepción de Jesús y de su mensaje sin reparos, un enfoque que después desarrollaría Pablo de Tarso y que permitiría a los gentiles celebrar la llegada del Reino y ser, por primera vez en la historia, totalmente dichosos.

Supongo que don Lorenzo se hace eco de la visión que César Vidal hace de la cuestión de la salvación en su libro. Y claro, como no podía ser de otra manera, nos encontramos ante la exposición de la herejía solafideísta, que ni tiene base en la Escritura ni muchísimo menos en los evangelios, que recogen directamente la predicación de Cristo.

Vamos a partir de un hecho innegable. Somos salvos por gracia. Como bien dijo Trento “si alguno dijere que el hombre puede justificarse delante de Dios por sus obras que se realizan por las fuerzas de la humana naturaleza o por la doctrina de la Ley, sin la gracia divina por Cristo Jesús, sea anatema“. No sólo eso, aquel concilio que tanto detestan los progres de hoy, explicó que “somos justificados por la fe, porque “la fe es el principio de la humana salvación, el fundamento y raíz de toda justificación; sin ella es imposible agradar a Dios (Hebr 11, 6) y llegar al consorcio de sus hijos; y se dice que somos justificados gratuitamente, porque nada de aquello que precede a la justificación, sea la fe, sean las obras, merece la gracia misma de la justificación; porque si es gracia, ya no es por las obras; de otro modo (como dice el mismo Apóstol) la gracia ya no es gracia“.

Pero una cosa es decir que somos salvos por gracia, por medio de la fe, y otra que las obras no son determinantes. La Escritura es clara: la fe sin obras no salva (Stg 2,17) y el hombre es justificado por sus obras y no solamente por su fe (Stg 2,24). Pero vayamos a lo que el propio Cristo dice sobre la importancia de las obras. Fue precisamente Él quien dijo que no bastaba con recibir y aceptar su mensaje:

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12.02.10

Monseñor Algora ha dicho lo que casi todo el mundo piensa

El obispo de Ciudad Real, monseñor Antonio Algora, ha puesto de los nervios a los socialistas al acusar de indecentes los privilegios económicos de diputados y senadores, que como todo el mundo sabe, y al que no lo sepa se lo explico, basta con que estén siete años en sus respectivos escaños para tener derecho a la pensión máxima que da el Estado. Es decir, mientras que el resto de los ciudadanos de este país tiene que trabajar prácticamente toda la vida para obtener una pensión que en ocasiones es ridícula, nuestros máximos representantes políticos sólo tienen que aguantar dos legislaturas en sus respectivos puestos para poder retirarse con un sueldazo de pensión que ya quisieran para sí la mayor parte de los españoles.

Y claro, ahora que, en medio de la crisis, nos amenazan con retrasar la edad de jubilación o con que el cálcudo el monto total de nuestra pensión se hará con la media de los últimos 25 años de cotización (y no de los 15 actuales), que esa clase política se niegue a discutir siquiera sus privilegios, es una sinvergonzonería digna de ser denunciada. Que lo haga un obispo me parece no sólo fabuloso, sino digno de ser elogiado e imitado por el resto de obispos.

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11.02.10

¿Para cuándo un repudio público de la Iglesia hacia el parlamento europeo?

La noticia es de las que pone los pelos de punta a los que creemos que la mayor lacra en la historia de la humanidad es el aborto:

El pleno del Parlamento Europeo (PE) reclamó ayer que se garantice a las mujeres “un acceso fácil a la anticoncepción y el aborto” con el fin de que tengan “el control sobre sus derechos sexuales y reproductivos". La petición de los eurodiputados está recogida en un informe sobre la igualdad de sexos aprobado hoy con 381 votos a favor, 253 en contra y 31 abstenciones.

Ante un hecho así, la Iglesia puede tomar varias actitudes:

1- Mirar para otro lado y no darse por enterada.

2- Emitir una nota de queja diciendo que así nos va a ir muy mal y que tal, que cual, que si esto y que si aquello.

3- Condenar abiertamente al Parlamento europeo, acusándole de complicidad con el genocidio y de tener una catadura moral no superior a la de los nazis y los dictadores comunistas.

Creo que el primer punto debe ser descartado. En los próximos días habrá algún tipo de comunicación de la Santa Sede en relación con esta proposición aprobada por el parlamento europeo. Una proposición, dicho sea de paso, que no tiene ningún efecto “real", pues no deja de ser una declaración de intenciones. Lo cual no disminuye en nada su gravedad. Si ese parlamento tuviera capacidad real de imponer el aborto libre en los países europeos donde todavía no es legal, nadie dude que lo haría.

Me temo que tampoco asistiremos a lo que describo en el punto 3. A día de hoy todavía no se ha producido un enfrentamiento abierto, duro, frontal y descarnado entre la Iglesia y el sistema político que alienta la ejecución de millones de inocentes en el seno materno. A pesar de las críticas, se mantienen las formas. El problema es cuando la moderación en las formas sirven para aguar el fondo. Si seguimos el ejemplo del Señor, vemos que ante asuntos muy importantes, el “perder las formas” es una manera eficaz de transmitir un mensaje claro e inolvidable. Si el Señor usó el látigo y la voz para desmontar el negocio de los cambistas en el Templo, no veo por qué la Iglesia no puede usar su voz como un látigo que busque derribar el negocio de la cultura de la muerte en las instituciones que representan a los pueblos.

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10.02.10

Nicaragua, o cómo se puede ser de izquierdas y contrario al aborto

El gobierno sandinista de Nicaragua está dando una lección al mundo entero al no ceder a las presiones intolerables de la Onu y de grupos pro-abortistas como Amnistía Internacional. La ministra de gobernación, Ana Isabel Morales, ha dado una razón bien simple para seguir manteniendo una legislación que impide todo tipo de abortos: “La mayoría de los ciudadanos nicaragüenses consideran que es importante el derecho a la vida del no nato, que es también un ser humano con goce del derecho a la vida“. Y poco más hay que decir. Quien no ha nacido tiene tanto derecho a nacer como el resto de seres humanos que pueblan el planeta.

Ciertamente, doña Ana Isabel se aparta de la moral católica al decir que la natalidad debe de regularse “a través del uso de los métodos anticonceptivos“, pero supongo que sería pedir demasiado que una ministra sandinista se convierta en portavoz de la moral católica en esta materia.

Como cabía esperar, los pro-abortistas han exhibido toda su panoplia de argumentos favorables a la ejecución de seres humanos en el seno materno. Insisten en presentar la cuestión como un derecho de la mujer, sin responder a lo que la dirigente nicaraguense plantea sobre la dignidad del no nacido. Eso hace que el debate se convierta en un diálogo de sordos. Una de las partes se niega a aceptar un hecho que no admite duda: las embarazadas no tienen dentro un pedazo de carne, sino un ser vivo con adn propio -su propio hijo-, miembro de la especie humana como su madre.

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