2.02.10

Henri Boulad, el reformador

Jesuita, 78 años, actualmente rector del colegio de los jesuitas en El Cairo, anteriormente superior de los jesuitas en Alejandría, superior regional de los jesuitas de Egipto, profesor de teología en El Cairo, director de Caritas-Egipto y vicepresidente de Caritas Internationalis para Oriente Medio y África del Norte. Es obvio que el padre Henri Boulad, sj, no es un cualquiera. Pero parece que la fama internacional le llega ahora tras haber escrito una carta al Papa Benedicto XVI en la que hace un análisis de la situación de la Iglesia, propone una triple reforma y la celebración de una “asamblea general” -no le gusta la palabra concilio- para abordar la situación.

No he podido evitar la tentación de comenta su análisis. Dice el jesuita egipciolibanés:

1. La práctica religiosa está en constante declive. Un número cada vez más reducido de personas de la tercera edad, que desaparecerán enseguida, son las que frecuentan las iglesias de Europa y de Canadá. No quedará más remedio que cerrar dichas iglesias o transformarlas en museos, en mezquitas, en clubs o en bibliotecas municipales, como ya se hace. Lo que me sorprende es que muchas de ellas están siendo completamente renovadas y modernizadas mediante grandes gastos con idea de atraer a los fieles. Pero no es esto lo que frenará el éxodo.

No le falta razón, aunque dudo que la renovación de los templos católicos busque atraer a los fieles. No conozco a nadie que vaya a la parroquia porque hayan repintado las paredes.

2. Seminarios y noviciados se vacían al mismo ritmo, y las vocaciones caen en picado. El futuro es más bien sombrío y uno se pregunta quién tomará el relevo. Cada vez más parroquias europeas están a cargo de sacerdotes de Asia o de África.

Hombre, en Europa las cosas no andan bien. Pero la Iglesia Católica es mucho más que la Iglesia en Europa. Por ejemplo, en Colombia hay seminarios que están deseosos de “exportar” seminaristas, porque casi no les caben. Si en siglos pasados Europa envió curas y misioneros a otras partes del mundo, no tiene nada de particular que ahora ocurra lo contrario, aunque estamos todos de acuerdo en que lo ideal sería que las vocaciones crecieran de nuevo entre los europeos “nativos".

3. Muchos sacerdotes abandonan el sacerdocio y los pocos que lo ejercen aún -cuya edad media sobrepasa a menudo la de la jubilación- tienen que encargarse de muchas parroquias, de modo expeditivo y administrativo. Muchos de ellos, tanto en Europa como en el Tercer Mundo, viven en concubinato a la vista de sus fieles, que normalmente los aceptan, y de su obispo, que no puede aceptarlo, pero teniendo en cuenta la escasez de sacerdotes.

Creo que son muchos más los que no lo abandonan y además guardan el celibato. Y en mi opinión, lo que los obispos deberían hacer con los curas que viven en concubinato a la vista de sus fieles es, si no aceptan arrepentirse, retirarles inmediatamente del sacerdocio y confiar en que Dios sabrá proveer su sustitución por medio de sacerdotes santos de sus diócesis o de otras diócesis. Soy de la opinión de que es preferible no tener cura a tener un cura que vive abiertamente en pecado.

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1.02.10

El problema de la democracia

En el anterior post, uno de los comentaristas me preguntaba:

“¿Qué sistema estás proponiendo? ¿Una dictadura cristiana? ¿Una teocracia? ¿el retorno a la `monarquía católica´?”

Pues bien, he encontrado un texto del Siervo de Dios Pío XII, Papa, que sirve para describir lo que yo querría. Otra cosa es que lo vea posible en las actuales circunstancias. El texto está sacado del Radiomensaje “Benignitas et Humanitas” para la Víspera de la Navidad de 1944:

El problema de la democracia

Además —y es tal vez el punto más importante— los pueblos, al siniestro resplandor de la guerra que les rodea, en medio del ardoroso fuego de los hornos que les aprisionan, se han como despertado de un prolongado letargo. Ante el Estado, ante los gobernantes han adoptado una actitud nueva, interrogativa, crítica, desconfiada. Adoctrinados por una amarga experiencia se oponen con mayor ímpetu a los monopolios de un poder dictatorial, incontrolable e intangible, y exigen un sistema de gobierno, que sea más compatible con la dignidad y con la libertad de los ciudadanos.

Estas multitudes, inquietas, trastornadas por la guerra hasta las capas más profundas, están hoy día penetradas por la persuasión —al principio tal vez vaga y confusa, pero ahora ya incoercible— de que, si no hubiera faltado la posibilidad de sindicar y corregir la actividad de los poderes públicos, el mundo no habría sido arrastrado por el torbellino desastroso de la guerra y de que, para evitar en adelante la repetición de semejante catástrofe, es necesario crear en el pueblo mismo eficaces garantías.

Siendo tal la disposición de los ánimos, ¿hay acaso que maravillarse de que la tendencia democrática inunde los pueblos y obtenga fácilmente la aprobación y el asenso de los que aspiran a colaborar más eficazmente en los destinos de los individuos y de la sociedad?

Apenas es necesario recordar que, según las enseñanzas de la Iglesia, «no esta prohibido el preferir gobiernos moderados de forma popular, salva con todo la doctrina católica acerca del origen y el ejercicio del poder público», y que «la Iglesia no reprueba ninguna de las varias formas de gobierno, con tal que se adapten por sí mismas a procurar el bien de los ciudadanos» (León XIII Encycl. «Libertas», 20 de junio de 1888, in fin.).

Si, pues, en esta solemnidad, que conmemora al mismo tiempo la benignidad del Verbo encarnado y la dignidad del hombre (dignidad entendida no sólo bajo el aspecto personal, sino también en la vida social), Nos dirigimos Nuestra atención al problema de la democracia, para examinar según qué normas debe ser regulada para que se pueda llamar una verdadera y sana democracia, acomodada a las circunstancias de la hora presente; esto indica claramente que el cuidado y la solicitud de la Iglesia se dirige no tanto a su estructura y organización exterior —que dependen de las aspiraciones propias de cada pueblo—, cuanto al hombre como tal que, lejos de ser el objeto y corno elemento pasivo de la vida social, es por el contrario, y debe ser y seguir siendo, su agente, su fundamento y su fin.

Supuesto que la democracia, entendida en sentido lato, admite diversidad de formas y puede tener lugar tanto en las monarquías coma en las repúblicas, dos cuestiones se presentan a Nuestro examen: 1º) ¿Qué caracteres deben distinguir a los hombres, que viven en la democracia y bajo un régimen democrático? 2º) ¿Qué caracteres deben distinguir a los hombres, que en la democracia ejercitan el poder público?

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Pueblo soberano versus Dios soberano

Llevamos unas semanas de polémica a cuenta de la propuesta de referéndum sobre la futura ley del aborto en España. Mi postura sobre la cuestión ya la expliqué en un post del pasado doce de enero. El debate fue interesante, intenso e incluso sobrecargado.

Hoy informamos en InfoCatólica de la propuesta que el cardenal primado de México, S.E.R Norberto Rivera, ha realizado en el sentido de que se consulte a la ciudadanía sobre la cuestión del matrimonio entre homosexuales. Aunque obviamente estamos ante un tema de menor gravedad que el aborto, creo que los argumentos a favor o en contra de dicha iniciativa cardenalicia son los mismos.

Vuelvo a decir que no es lo mismo proponer un referéndum, que optar por votar en uno que ha sido propuesto por otros. Si se aceptan las reglas del juego democrático, cuando alguien pide una consulta popular, está reconocimiento de forma explícita la legitimidad del resultado. No tiene el menor sentido pedir que se vote algo y luego, si sale lo que uno no quiere, reclamar que el resultado no tiene validez. Por tanto, aceptar que algo que forma parte de la ley natural esté sujeto a la sentencia de unas urnas, es entrar en un terreno sumamente resbaladizo que nos conducirá, antes o después, hacia la caída.

Por otra parte, no veo cómo encaja una propuesta de esa naturaleza con el magisterio papal. Y no me refiero al Quanta Cura y Syllabus de Pío X, que podría citar para espanto de los que piensan que todo lo que se escribió antes del Vaticano II es papel mojado. Me quedo en un texto papal mucho más reciente: la encíclica Centesimus annus, de Juan Pablo II. La misma dice así:

La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica”.

Efectivamente, una de las ventajas del sistema democrático es que se puede echar a un mal gobernante por las urnas, sin necesidad de hacer uso de métodos violentos. Pero claro, no todo el monte es orégano:

Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la «subjetividad» de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad. Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la actitud fundamental correspondientes a las formas políticas democráticas, y que cuantos están convencidos de conocer la verdad y se adhieren a ella con firmeza no son fiables desde el punto de vista democrático, al no aceptar que la verdad sea determinada por la mayoría o que sea variable según los diversos equilibrios políticos. A este propósito, hay que observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia“.

Y no sólo eso. También escribió el Papa:

Después de la caída del totalitarismo comunista y de otros muchos regímenes totalitarios y de «seguridad nacional», asistimos hoy al predominio, no sin contrastes, del ideal democrático junto con una viva atención y preocupación por los derechos humanos. Pero, precisamente por esto, es necesario que los pueblos que están reformando sus ordenamientos den a la democracia un auténtico y sólido fundamento, mediante el reconocimiento explícito de estos derechos. Entre los principales hay que recordar: el derecho a la vida, del que forma parte integrante el derecho del hijo a crecer bajo el corazón de la madre, después de haber sido concebido; el derecho a vivir en una familia unida y en un ambiente moral, favorable al desarrollo de la propia personalidad; el derecho a madurar la propia inteligencia y la propia libertad a través de la búsqueda y el conocimiento de la verdad; el derecho a participar en el trabajo para valorar los bienes de la tierra y recabar del mismo el sustento propio y de los seres queridos; el derecho a fundar libremente una familia, a acoger y educar a los hijos, haciendo uso responsable de la propia sexualidad. Fuente y síntesis de estos derechos es, en cierto sentido, la libertad religiosa, entendida como derecho a vivir en la verdad de la propia fe y en conformidad con la dignidad trascendente de la propia persona".

Y:

También en los países donde están vigentes formas de gobierno democrático no siempre son repetados totalmente estos derechos. Y nos referimos no solamente al escándalo del aborto, sino también a diversos aspectos de una crisis de los sistemas democráticos, que a veces parece que han perdido la capacidad de decidir según el bien común. Los interrogantes que se plantean en la sociedad a menudo no son examinados según criterios de justicia y moralidad, sino más bien de acuerdo con la fuerza electoral o financiera de los grupos que los sostienen“.

Ante la claridad expositiva de Juan Pablo II, que señala los límites del sistema democrático, cruzados los cuales se convierte en un sistema ilegítimo, ¿cómo vamos a caer en la tentación de ser nosotros mismos los que crucemos dichos límites, para someter a la “fuerza” electoral asuntos que que no admiten discusión desde el punto de vista de la justicia y la moral cristianas?

Como católicos, ¿creemos o no creemos que hay temas que no pueden ser sometidos a la voluntad de esa masa damnata de la que hablaba San Agustín y a la que el Papa Pablo VI se refirió de forma magistral al afirmar, en su Credo del Pueblo de Dios, que tiene una “naturaleza humana caída, despojada de la vestidura de la gracia, herida en sus propias fuerzas naturales y sometida al imperio de la muerte“?

Algunos protestantes dicen que la democracia es fruto del concepto protestante sobre la naturaleza caída del hombre. Dicho concepto implica que el hombre redimido se diferencia del caído únicamente en su profesión de fe, que le adjudica la justificación y -ojo- la santificación, independientemente de que siga en su condición pecadora. Al no haber garantía de que un gobernante, aun siendo cristiano, actúe conforme al bien común, y ante el convencimiento de que el poder corrompe, se pone en manos del pueblo la decisión última. Ante lo cual, yo pregunto: ¿qué garantía hay de que ese pueblo actúe igualmente conforme al bien común? ¿de verdad que hay más posibilidades de que una gran masa esté moralmente bien encaminada a que lo esté una sola persona que haya sido educada desde su más tierna infancia en los valores del evangelio? ¿qué hace el protestante cuando su modelo democrático da paso a leyes que chocan de frente contra la ley divina? Y, sobre todo, ¿en qué parte de la Escritura, y más concretamente de su Nuevo Testamento, encuentran base para apoyar semejante sistema? ¿no son, más bien, los profetas al servicio de la propuesta de Coré?

En todo caso, me preocupa poco lo que propongan los protestantes en relación con el sistema democrático y sus posibles límites. El cardenal Norberto Rivera no es protestante sino un príncipe de la Iglesia. Pero por eso mismo cabe reclamar de él una cierta prudencia antes de proponer iniciativas que no está del todo caso claro que casen con el magisterio papal. Quizás llega el momento de que el Vicario de Cristo vuelva a pronunciarse sobre estos temas, de manera que oriente a todos los fieles sobre cómo hemos de comportarnos dentro de un sistema que se ha convertido ya en promotor del aborto y de la legitimación legal de opciones radicalmente contrarias a la ley natural y el bien común. No creo que los abusos de la democracia se corrijan con más democracia, sino con la asunción plena, al menos por parte de los cristianos, de que existen una serie de puntos que no pueden estar sujetos al albur del resultado de las urnas. O sea, debemos asumir, con todas sus consecuencias, que existe una autoridad y soberanía superior a la del pueblo: la de Dios. Y si Dios es soberano, su Iglesia no puede ser un elemento decorativo más a la hora de marcar las pautas que han de llevar a los pueblos por la senda de la verdad y la justicia. No podemos esperar que los no creyentes acepten eso. Pero qué menos que esperarlo de los hijos de dicha Iglesia.

Luis Fernando Pérez

Post en mi otro blog: “Cuando las víctimas hablan”

31.01.10

Ante la retirada del blog "Motu Proprio"

Ante las preguntas, dudas, quejas, felicitaciones y todo tipo de reacciones provocadas por la retirada del blog Motu Proprio de InfoCatólica, quiero aclarar lo siguiente:

1- Que, efectivamente, dicho blog ha sido retirado de InfoCatólica tras una decisión tomada de forma unánime por los editores, el director y el consejo de redacción de este portal.

2- Que la razón de tomar esta medida no tiene nada que ver con el contenido de los posts publicados en dicho blog.

3- Que, como yo mismo expliqué telefónicamente al responsable de Motu Proprio, la retirada ha venido causada por su forma de moderar los comentarios, que los responsables de InfoCatólica creemos que no cumple con unos mínimos que ya quedaron reflejados en la carta que, como director, envié el pasado mes de diciembre a todos nuestros bloggers.

4- Que la posibilidad de mantener el blog sin comentarios fue ofrecida, considerada y rechazada, de común acuerdo con el propio blogger.

5- Que lamentamos las molestias causadas a nuestros lectores por todo lo ocurrido.

6- Que agradecemos al blogger de Motu Proprio su colaboración desinteresada con InfoCatólica en estos meses.

Luis Fernando Pérez
Director InfoCatólica

PD: Quien quiera comentar lo aquí expresado, que me escriba a [email protected]

Don Jesús, un regalo para la Iglesia

Lo admito. No puedo ser imparcial al hablar de quien hasta ayer ha sido mi obispo. Le debo mucho. Mi familia entera le debe mucho. Dije hace meses que aunque se nos lo llevaran de Huesca, él siempre sería “mi” obispo. Por supuesto, cuando el Papa nos dé un nuevo pastor a los oscenses -naturales y residentes-, le aceptaré y honraré como tal. Y si por circunstancias de la vida, nos fuéramos a vivir a otra diócesis, ocurriría lo mismo. Pero en nuestro corazón siempre habrá un lugar para don Jesús como pastor y verdadero padre.

Consideraciones personales aparte, es evidente que el nuevo arzobispo de Oviedo será una de las figuras episcopales más importantes para la Iglesia en España en el primer tercio del siglo XXI. Lo tiene todo para dejar huella: formación teológica importante, fidelidad absoluta y sin fisuras al Vicario de Cristo, auténtico espíritu franciscano, claridad de ideas a la hora de gobernar una diócesis, capacidad profética a la hora de denunciar los males de nuestro tiempo y sabiduría para evitar cometer errores pasados. A eso se le añade otra serie de características que vienen muy bien para esta época que nos ha tocado vivir. Por ejemplo, ha aprendido a tener un trato muy correcto con los medios de comunicación, a los que tiene respeto pero no miedo, de manera que no se corta un pelo en decirles las cosas a la cara cuando le manipulan o tergiversan una declaración. Y además, don Jesús cuenta con algo de lo que carece la práctica totalidad de los obispos, no sólo en España sino en todo el mundo: una brillantez literaria en sus homilías y cartas que hace que oírle y leerle sea una delicia.

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