Pocos escritores hay en España, y yo diría que en el mundo, con una capacidad semejante a la de César Vidal a la hora de escribir todo tipo de libros. No tengo ni idea de cuántas obras suyas hay en el mercado, entre otras razones porque habrá bastantes descatalogadas, pero si me dicen que ya le han publicado más de ciento cincuenta, no me parecería una exageración. Libros de Historia, de teología -protestante-, novelas históricas, cuentos para niños, ensayos, su campo de actuación es muy amplio.
Uno de sus últimos libros, nunca se puede decir el último porque lo más probable es que haya sacado otro hace unas cuantas horas, es “Jesús, el judío". Ni lo tengo ni, por tanto, me lo he leído, aunque viendo cómo lo describe el propio autor, tengo la sensación de que no me mucho encontraré material nuevo que no haya aparecido, de forma dispersa, en otras obras suyas en las que ha tratado, siquiera indirectamente, al protagonista de este libro. Ahora bien, lo que sí he leído es la reseña que en Libertad Digital ha escrito Lorenzo Ramírez y que se titula “La Verdad os hará libres”. Y en dicha reseña se encuentra un párrafo muy significativo:
El arrepentimiento y la Fe en Cristo son compromisos suficientes para lograr la salvación. Las obras no son determinantes, sino la recepción de Jesús y de su mensaje sin reparos, un enfoque que después desarrollaría Pablo de Tarso y que permitiría a los gentiles celebrar la llegada del Reino y ser, por primera vez en la historia, totalmente dichosos.
Supongo que don Lorenzo se hace eco de la visión que César Vidal hace de la cuestión de la salvación en su libro. Y claro, como no podía ser de otra manera, nos encontramos ante la exposición de la herejía solafideísta, que ni tiene base en la Escritura ni muchísimo menos en los evangelios, que recogen directamente la predicación de Cristo.
Vamos a partir de un hecho innegable. Somos salvos por gracia. Como bien dijo Trento “si alguno dijere que el hombre puede justificarse delante de Dios por sus obras que se realizan por las fuerzas de la humana naturaleza o por la doctrina de la Ley, sin la gracia divina por Cristo Jesús, sea anatema“. No sólo eso, aquel concilio que tanto detestan los progres de hoy, explicó que “somos justificados por la fe, porque “la fe es el principio de la humana salvación, el fundamento y raíz de toda justificación; sin ella es imposible agradar a Dios (Hebr 11, 6) y llegar al consorcio de sus hijos; y se dice que somos justificados gratuitamente, porque nada de aquello que precede a la justificación, sea la fe, sean las obras, merece la gracia misma de la justificación; porque si es gracia, ya no es por las obras; de otro modo (como dice el mismo Apóstol) la gracia ya no es gracia“.
Pero una cosa es decir que somos salvos por gracia, por medio de la fe, y otra que las obras no son determinantes. La Escritura es clara: la fe sin obras no salva (Stg 2,17) y el hombre es justificado por sus obras y no solamente por su fe (Stg 2,24). Pero vayamos a lo que el propio Cristo dice sobre la importancia de las obras. Fue precisamente Él quien dijo que no bastaba con recibir y aceptar su mensaje:
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