30.04.10

Gracias, por Lidia

Escribo estas líneas, para agradeceros a todos vuestras oraciones por mi salud, no sólo la del cuerpo, que es importante, sino también por la del alma, ya que aunque a veces nos parezca inverosímil las oraciones de la Iglesia, como Cuerpo de
Cristo unido en Él y con Él, se sienten con fuerza en los miembros que lo forman.

Gracias a vuestras peticiones, mi fe no se ha visto quebrantada ante esta dura prueba a la que se ha visto sometida, porque aunque ahora pueda decir con fuerza y valentía que, como a la mujer con flujo de sangre, el Señor me ha dicho: Hija, ten confianza; tu fe te ha sanado (Mat 9: 22), bien es cierto que en los últimos momentos la sentí desfallecer.

Cuando nos dijeron que buscaban descartar un “posible cáncer”, me quede totalmente en blanco; era como sí, de repente, no pudiera pensar ni para bien ni para mal. Mi mayor miedo era pensar que sí salía positivo, todo mi ser se rebelara contra Dios, y le diera la espalda, y eso me dolía mucho más que el pensar en que tuviera la enfermedad. Así que solo pude cerrar mis ojos y volverme hacía Él, para decirle: Señor, me pongo en tus manos, sí desfallezco, ahora que todavía puedo pensar con claridad te pido que me perdones. Sólo sé que de una manera o de otra, te debo dar Gracias; si no tengo nada, Gracias por ello, y si por el contrario, da positivo, Gracias por haber permitido pillarlo a tiempo.

De nuevo os doy las gracias a todos, no sólo a aquellos que habéis escrito dándonos ánimos, sino también a aquellos que en la intimidad de su oración han dedicado un poco de su tiempo para con nosotros.

Lidia

29.04.10

Se cumplió la voluntad de Dios

Y la voluntad ha sido que mi esposa, Lidia, no tenga cáncer. Podría haber sido lo contrario y lo habríamos aceptado igualmente, pero por el momento ha pasado de nosotros ese cáliz.

Lo que no va a pasar jamás es el agradecimiento que os tenemos a todos los que habéis rezado por nosotros, especialmente por ella. Sin esas oraciones nos habríamos venido abajo en algún momento de esta semana, que ha sido la más dura de nuestras vidas. La incertidumbre, el no saber si los nódulos que aparecían en una ecografía poco clara eran tumores o no, es una compañera muy poco recomendable. La fe y la gracia nos sostienen pero no nos impiden sufrir, clamar y hasta llorar.

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24.04.10

Cierre temporal del blog

Ayer han ingresado a mi esposa en el hospital así que durante los próximos días no escribiré nada en el blog. Todavía no sabemos si la cosa es grave o sólo un susto. Tienen que hacerle una serie de pruebas. Os pido que recéis por todos nosotros, en especial por ella.

Gracias por todo.

23.04.10

El cardenal Rouco es el máximo responsable de lo que ocurre en Vallecas

Los compañeros del Semanario Alba publican en su número de esta semana un extenso reportaje sobre la situación en la que está la antigua parroquia de San Carlos Borromeo, convertida en “centro pastoral” por el Cardenal Arzobispo de Madrid, S.E.R Antonio María Rouco Varela.

La realidad es que muy poco, por no decir nada, ha cambiado desde que la “parroquia roja” se hiciera famosa hace unos años cuando el pastor de la iglesia madrileña intentara, sin conseguirlo, poner fin a la cascada de abusos litúrgicos que estaban teniendo lugar en Entrevías. La firmeza del cardenal, que en un primer momento aceptó seguir las indicaciones de su consejo de presbiterio para acabar con la “anomalía vallecana", se convirtió en lo que unos llamaron fina y caritativa “sensibilidad pastoral” y otros tildaron de paso atrás ante el temor por el escándalo mediático alcanzado.

Los fieles no podemos olvidar el desfile por Entrevías de personajes y personajillos, mayormente de izquierdas, que acudieron a apoyar a los “curas rebeldes". Por Vallecas pasaron, entre otros, Zerolo, cabecilla del lobby gay, el “gran Wyoming", humorista casposo rojeras y don José Bono, el inefable apóstol del social-catolicismo patrio. Y todo ello aderezado con una cobertura mediática en la que mayoritariamente se presentaba a los curas como víctimas de un cardenal intolerante y sectario. Ante semejante despliegue, el cardenal optó por plegar velas y dejar que todo siguiera prácticamente igual. Visitó a los sacerdotes, les dijo que “cuidaran la liturgia” y santas pascuas.

Pero de la misma manera que la cabra tira al monte, los sacerdotes de Entrevías han seguido en su línea para-eclesial. Cada vez que les ponen un micrófono o una cámara delante, muestran sus ideas heterodoxas, lanzan sus discursos anti-sistema -"la jerarquía es mala y nosotros somos el pueblo oprimido"- y se reafirman en su espiritualidad sincretista.

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22.04.10

Por supuesto que debió de negarle la comunión a Berlusconi

El presidente del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, lleva años echándole un pulso a la Iglesia por el simple hecho de que la misma es fiel a Cristo -cosa que olvidan los que piden que cambie su postura- y considera que los que viven en adulterio no pueden comulgar. Y Berlusconi es, usando la terminología de nuestro Señor en los evangelios, un adúltero. De hecho, ha presumido públicamente de serlo, lo cual añade gravedad a su pecado.

Sin embargo, y a pesar de que él sabe perfectamente que no puede comulgar, el otro día lo hizo en el funeral de un cómico italiano. Si ya es grave que cualquier fiel haga eso, más lo es cuando el mismo es el presidente del gobierno de una nación.

Ahora bien, parece evidente que lo de Berlusconi no tiene remedio. Sí lo debería de tener el que haya un solo sacerdote que acceda a darle la comunión. El párroco que se la dio se excusa diciendo “¿Qué podía hacer, negársela? No es durante una ceremonia cuando se puede plantear la cuestión. Y además quien celebra la misa no tiene por qué saber el estado civil de quien viene al altar a tomar la eucaristía“.

Pues sí, no sólo podía sino que debía haberle negado la comunión. Es cierto que un cura no tiene por qué saber el estado civil del que se acerca a comulgar. Pero cuando el mismo resulta ser el presidente del gobierno de tu país y es pública y notoria su condición de pecador, entonces no hay excusa. Es mayor el escándalo por darle la comunión que por negársela, con la diferencia de que lo primero va en contra de las normas de la Iglesia y lo segundo no.

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