12.05.10

Bono, de apóstol a mártir de los progres

Los que conocemos bien la política española, sabemos quién es don José Bono. Encarna a la perfección la figura del político demagogo, de verso fácil, de frases que suenan bien en los oídos de ese sector de la población, existente en todo país, que se deja arrullar por la simpleza del discurso populista. En eso se parece a Zapatero, quien también es muy dado a esconder su incapacidad como gobernante y su ínfima preparación intelectual detrás de una dialéctica propia de barra de bar a la hora del aperitivo. Pero mientras el presidente del gobierno hace gala de un tono de voz crispado y agresivo, el del Congreso habla siempre como si fuera una monja ursulina dando catequesis a niños de primera comunión.

Bono lleva muchos años haciendo gala de ser católico. En un país donde los políticos católicos no se caracterizan por decir que lo son, el solo hecho de que unos pocos lo hagan destaca mucho. Ocurre algo parecido con Paco Vázquez, actual embajador de España ante la Santa Sede y anteriormente alcalde socialista de La Coruña. El problema con Bono es que resulta un católico muy poco católico. No pierde ocasión de mostrarse contrario a la doctrina de la Iglesia en materia de moral sexual y de doctrina sobre la familia y la vida. Y cuando habla de religión hace uso del mismo lenguaje buenista y facilón que utiliza al hablar de política. Suelta frases cortas tipo “a Dios le interesa poco lo que pase de la cintura para abajo” o “me importa más la solidaridad, que la bragueta“.

Además, Bono descubrió un filón el día en que se pasó por Entrevías a solidarizarse con los curas de la parroquia San Carlos Borromeo, cuyos abusos litúrgicos llevaron al cardenal Rouco Varela a amagar con retirarles de circulación. La foto de Bono comulgando con rosquillas es todo un símbolo del tipo de catolicismo que representa ese político castellano-manchego. Y, como era de esperar, el “progrerío” eclesial le adoptó como su profeta. No falla. Siempre que un personaje público se manifiesta contra la sana doctrina católica, los progres de turno le convierten en mesías de su causa perdida. No es de extrañar que el insigne padre Juan Masiá, sj, le eligiera a él para presentar su último libro en el salón del colegio de los Escolapios en la madrileña calle de Conde de Peñalver.

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11.05.10

El Papa deja de lado cualquier intento de autocomplacencia

Hace ya bastantes años que descubrí un hecho que se ha repetido a lo largo de la historia. El papado está inscrito en la esencia misma de la Iglesia, de tal manera que la presencia de un Papa “malo” puede sacudir sus cimientos, que no obstante resisten firmes por el cuidado del Señor, mientras que la llegada de un Papa “bueno” implica siempre un derroche de gracia que beneficia no sólo a la Iglesia del momento sino a la de generaciones venideras.

Hoy nuestros ojos contemplan a un Papa bueno, a un sucesor de Pedro que no tiene el menor problema en llamar a las cosas por su nombre, que no parece estar preocupado por el qué dirán. La mal llamada “diplomacia vaticana” -me abstengo de escribir el calificativo que me merece- está quedado hecha añicos de puertas adentro. Benedicto XVI no da la más mínima tregua al pecado en la Iglesia. No busca discursos autocomplacientes, presentes en algunos sectores eclesiales, que miran más los ataques que recibe la Iglesia de fuera, que los que nacen del pecado de muchos de sus miembros.

Cuando buena parte los católicos nos dedicamos a señalar a los medios que buscan el descrédito de la Iglesia debido a los escándalos, el Papa va y nos dice que la mayor persecución viene precisamente de dentro y no de fuera. Es como si nos dijera: “Mirad lo que de mal nace entre nosotros en vez de quejaros de lo que nos viene del exterior”. La batalla principal de la Iglesia en este tiempo no es contra el mundo, sino contra los que desde dentro de ella no entienden que hay que arrancar de cuajo el pecado y los escándalos. La purificación y la penitencia son el camino. En otras palabras, Reforma o Apostasía.

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10.05.10

El lugar en que estás es tierra sagrada

Hace tan solo unas horas que mi esposa y yo hemos regresado a casa de nuestro viaje en peregrinación a Lourdes. Ha sido un fin de semana intenso y, aunque pueda parecer contradictorio, a la vez tranquilo. Poco que ver con mi primer viaje a dicho santuario hace un poco más de diez años, aunque a decir verdad, nada ha cambiado en ese lugar de la geografía francesa. Ingentes cantidades de fieles acuden allá donde la Iglesia ha reconocido que la Madre de Nuestro Señor se apareció a una joven muchacha. Lourdes es, junto con Fátima, uno de los lugares del mundo donde se puede ver de forma más clara el cumplimiento de las palabras de María en el Magníficat: “porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Luc 1,48).

Niños, adolescentes, jóvenes, hombres y mujeres maduros, ancianos de los cinco continentes van a Lourdes a experimentar el gozo de encontrarse con aquella de quien Isabel dijo “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?” (Luc 1,43). Y es que quien se encuentra con María, se encuentra con su Hijo, nuestro Salvador. Dios la creó para ser la bellísima y sin igual criatura en quien se encarnaría el Verbo, de forma que Cristo es verdaderamente fruto de su vientre.

Y de la misma manera que Cristo tuvo un lugar especial para los niños, la Virgen ha elegido a los más pequeñuelos para hacerse presente en los últimos tiempos. Fátima y Lourdes, Lourdes y Fátima, comparten esa misma circunstancia. La Madre del Señor no eligió a grandes sabios ni a grandes maestros para dejarse ver. Ese trozo de cielo se hizo visible a niños que fueron instrumentos de gracia. Y es necesario hacerse niño para sacar el mejor de los frutos de dicha gracia.

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7.05.10

No podía ser otro el lema de la visita del Papa a Gran Bretaña

Para qué voy a negarlo, :). Me gusta mucho el lema elegido para la visita del Papa Benedicto XVI a Gran Bretaña. Es el que escogí para este blog hace ya unos años. Habiendo jugado John Henry Newman un papel fundamental en mi regreso a la Iglesia Católica, era normal que usara esa frase de su escudo cardenalicio.

Cor ad cor loquitur. El corazón habla al corazón“. Quien lee Apologia pro vita sua de Newman ve precisamente eso. Un corazón que habla al corazón de sus lectores, que se desnuda para dar las razones de su fe, de su conversión a la fe católica. Una conversión que le provocó la separación prácticamente total del mundo en el que había vivido como presbítero anglicano. En la Inglaterra del siglo XIX la conversión al catolicismo era considerada como una especie de traición, como una locura que, en la práctica, llevaba al converso a perder su estatus social. No había gloria mundana en las conversiones de entonces. Sólo había la búsqueda de la plena comunión con Cristo y su Iglesia -que no pueden ir nunca separadas-, donde se haya la gracia de la salvación.

Hubo muchos conversos antes y después de Newman. Pero él fue el elegido para que la sociedad inglesa dejara de mirarles como una especie de apestados. Incluso los más críticos con los argumentos expresados en su testimonio de conversión supieron reconocer la honestidad y la fuerza de sus palabras. Y de hecho, tras la publicación de la Apologia, Newman consiguió recuperar amistades que habían quedado aparcadas durante años.

Su próxima beatificación, y espero que pronta canonización, puede traer grandes frutos a la Iglesia. Muchos le han llamado el “padre” del Concilio Vaticano II, supongo que en el sentido patrístico del término. Precisamente fue el estudio de los Padres de la Iglesia lo que llevó a este cristiano inglés a pedir su entrada en la Iglesia Católica. Vio muy claro que no existen vías medias. Que el anglicanismo no era una tercera rama de un árbol en el que las otras dos ramas eran Roma y Bizancio. El hecho de que no se le permitiera dar una interpretación católica a los 39 artículos de la fe anglicana fue determinante para él. Y conste que el anglicanismo de entonces tenía poco que ver con el desastre que contemplan hoy nuestros ojos. En el siglo XIX no había ningún anglicano tan loco como para proponer la ordenación de obispos homosexuales amancebados, por ejemplo.

Sin embargo, yo he sentido más de una vez una especie de escalofrío al leer a este siervo de Dios. Sobre todo cuando definía algunos de los males que enfrentaba el anglicanismo y parece que está definiendo el mismo tipo de mal que hoy afecta a la Iglesia Católica. Él detestaba el liberalismo teológico. El mismo que, en buena medida, ha infectado a parte la teología católica del último siglo, en especial a la postconciliar. Puede que, efectivamente, Newman sea el “padre” del Vaticano II, pero en un sentido absolutamente contrario al de los que pretenden hacer uso del mismo para inventarse un catolicismo rupturista con la tradición. De Newman y su trabajo sobre el desarrollo del dogma cristiano se pueden encontrar claves, tanto para entender los textos del concilio como para discernir en qué no consisten dichos textos.

Siendo todavía joven, compuso un himno, Lead Kinly Light, mientras se encontraba de viaje en Italia:

Lead, Kindly Light, amidst th’encircling gloom,
Lead Thou me on!
The night is dark, and I am far from home,
Lead Thou me on!
Keep Thou my feet; I do not ask to see
The distant scene; one step enough for me.

Ese himno refleja la esencia del alma de Newman. La de un hombre que implora y se deja guiar por la luz. Y por eso mismo, él mismo se convirtió en luz para otros. Es por ello que a mí me encantaría que, una vez santo, fuera declarado el patrón de los conversos al catolicismo. Dios lo quiera.

Estos son días muy especiales para mí. Cumplimos un año en InfoCatólica, este fin de semana me voy con mi esposa al Santuario de Lourdes, donde el Señor me dio el regalo de su Madre hace unos años y ahora se hace público que “Cor ad cor loquitur” es el lema de este viaje papal. Demasiados regalos de Dios para quien no los merece. Pero con corazón agradecido los recibo.

Luis Fernando Pérez

6.05.10

Primer año de InfoCatólica

“El 6 de mayo de 2009 levantábamos el telón…". Así empieza el texto de la nota que reproducimos hoy en nuestra portada con motivo del primer aniversario de InfoCatólica en la red. Os ruego que la leáis porque transmite a la perfección lo que os queremos decir aquellos que nos metimos en esta deliciosa aventura hace doce meses.

Sé que puede resultar un poco ridículo caer en los típicos tópicos de “cómo pasa el tiempo” o “parece que fue ayer". Pero sinceramente, eso es lo que siento. Han sido doce meses intensos, llenos de idas y venidas, charlas, reuniones, alegrías, penas, problemas, soluciones, temores, esperanzas y, sobre todo, de un inmenso agradecimiento y una inmensa confianza a Dios y en Dios, sin cuyos cuidados paternales nos habríamos pegado un castañazo a las primeras de cambio.

El lector ve lo que sale en pantalla pero, como es lógico, no sabe lo que ocurre detrás del telón. Y os aseguro que hay mucha vida detrás del nuestro. Yo diría que casi da como para escribir el guión de una película, que tendría un poco de casi todos los géneros del séptimo arte. El inicio fue trepidante, casi de ciencia-ficción. Una auténtica pasada. De la nada al todo en seis días. Pero al séptimo no descansamos, sino que nos pusimos a trabajar aún más. Luego se han producido escenas de pura comedia, de drama, de guerra -fuimos derribados por ataque hacker-, de espionaje -lo contaré en mis memorias-, de etc.

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