El histerismo del progresismo eclesial va in crescendo una vez que han comprobado que entre las nuevas hornadas de obispos españoles se aprecia una clara y nítida actitud pastoral encaminada a atajar la raíces de la secularización interna de la Iglesia, que en opinión de muchos es la principal responsable de la crisis eclesial que llevamos padeciendo durante décadas. Esos obispos son el aire fresco y renovado en contraposición al mortecino aroma a naftalina que desprende ese sector progre de la Iglesia, que no se resiste a pasar a la historia a pesar de que ha demostrado sobradamente su incapacidad de producir fruto. De la higuera muerta del progresismo no se recogen ni vocaciones religiosas, ni vida sacramental sana, ni otra cosa que no sea un neo-cesaropapismo izquierdista -y nacionalista en Cataluña, Euskadi y Galicia- de vía estrecha.
Son varios los prelados que han demostrado ya no tener miedo al ataque de las hordas mediática del progerío eclesial. El más vilipendiado, con diferencia, es el obispo de San Sebastián, Mons. José Ignacio Munilla. Como quiera que ya he escrito sobre él recientemente, no es plan de que vuelva a repetir lo mismo. Sólo constatar que sus enemigos le acaban de hacer un gran favor publicando el acta de la última reunión del consejo diocesano. Vemos a un obispo con las ideas claras. Se podrá equivocar o no, pero al menos no se resigna a que todo siga igual. Para eso le han nombrado obispo, dicho sea de paso. Si Roma hubiera querido que nada cambiara, a San Sebastián habrían enviado a otro tipo de obispo.
En Cataluña tenemos el, por ahora, obispo más joven de España. Mons. Novell ha demostrado igualmente que tiene la sana intención de tomar las medidas que crea oportunas. Además, no le hace ascos a los medios de comunicación. Incluso se podría decir que se prodiga excesivamente en los mismos, aunque no seré yo quien me queje de ello. Desde un primer momento, tomó una serie de decisiones que marcaban una línea de actuación muy concreta para la diócesis que pastorea. Para su consejo de gobierno se rodeó de sacerdotes jóvenes con los que, además de la juventud, comparte una misma idea de cómo han de hacerse las cosas.
Hace unos días, Mons. Novell ha sido noticia por una carta dirigida a sus fieles en las que les informa de que la falta de sacerdotes va a provocar la supresión de aquellas misas en las que el número de asistentes sea bajo. En otras palabras, ha decidido coger por los cuernos el toro que va a embestir a infinidad de diócesis españolas, sobre todo aquellas en las que hay mucha presencia del mundo rural. El obispo de Solsona no parece estar dispuesto a que proliferen las celebraciones de la Palabra en su iglesia. Si no hay cura, no hay Misa. Y si no hay Misa, lo mejor que pueden hacer los fieles es traladarse a donde sí la haya. Las celebraciones presididas por seglares o religiosos no ordenados deberían de ser el último recurso.
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