Ministro, haga usted el favor de darse prisa para proteger a esos seres humanos
Hoy damos una de esas noticias que alegra el alma. Un paisano mío, José Borrel Doz, acaba de publicar un libro. La cosa no tendría nada de particular sino fuera porque el joven oscense de 24 años tiene síndrome de Down y en su obra se dedica a contar cómo ha sido su experiencia de vida en los últimos tres años, desde que decidió que iba a vivir solo.
Sinceramente no sé cuantos hombres y mujeres con síndrome de down pueden establecerse por su cuenta. Ni me importa. La dignidad de un ser humano no depende de su mucha o poca necesidad de ayuda para vivir. Y mucho menos la condición de enfermo. Ni la peor de las enfermedades incapacitantes alcanza a la gravedad del mal que padece, por voluntad propia, una sociedad que ejerce la miseria de manera repugnante matando a los seres humanos antes de nacer. Y cuando la razón para esa matanza es que el no nacido viene enfermo, entramos ya en el terreno de lo puramente luciferino.