29.07.13

El Papa, los homosexuales y el histerismo de los medios

Dos frases del Papa, “si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?“, y en relación a las personas homosexuales”hay que integrarlas en la sociedad” están causando una avalancha de titulares y comentarios absurdos en los medios de comunicación.

Vamos a ver, señores míos, ¿por qué en vez de fijarse en lo de “gay” no leen lo de que “busca al Señor y tiene buena voluntad”? ¿Y desde cuándo es noticia que la Iglesia diga que a los homosexuales hay que integrarles en la sociedad?

Y ya que el Papa apela al Catecismo,¿se han leído todos esos histéricos el artículo 2358 del mismoo? El mismo afirma que los homosexuales “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta“.

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27.07.13

Una Iglesia de jóvenes y ancianos

Cada vez que se celebra una Jornada Mundial de la Juventud es habitual escuchar a todo el mundo -también a los papas- decir algo tan evidente que no acabo de entender por qué se repite tanto. A saber, que los jóvenes son el futuro de la Iglesia. Y me pregunto, ¿cómo no habría de ser así?

Por una mera cuestión biológica, los que hoy tienen entre catorce y veintitantos años tendrán entre treinta y cuarenta dentro de dos décadas. Y entonces el futuro seguirá siendo cosa de los jóvenes. De hecho, no ha habido una sola época en los veinte siglos de la historia de la Iglesia en que no haya sido así.

Es bastante probable que entre los centenares de miles de chavales que están en Río -o en las JMJs paralelas que se celebran en todo el orbe- haya muchos que serán sacerdotes e incluso obispos. Pero la gran mayoría están llamados a unirse para formar familias cristianas.

Ello mismo nos debe hacer comprender la importancia de dar una formación adecuada a quienes han de recoger el testigo de la fe que ha sido entregada de una vez para siempre a todos los santos. Ya desde la niñez, el cristiano ha de alimentarse de buenos pastos y no de cardos y de espinas.

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26.07.13

Papa Francisco: mejor verle que solo leerle

Tras un comienzo, en mi opinión, un tanto soso, esta JMJ ya ha alcanzado una velocidad de crucero importante. Parece que a la barca de Pedro se le ha dotado con un motor fueraborda que funciona la mar de bien. Y el timonel tiene claro a dónde quiere ir.

El papa Francisco no parece dotado de la capacidad de elaborar discursos de alta escuela teológica -aunque está muy lejos de ser “simple"-, pero sin la menor duda tiene un carisma, que el Señor le ha concedido, que hace que quien le oiga no se quede indiferente. Ayer estuvo magistral. A los drogodependientes les dijo que son ellos quienes han de dar el paso de salir del abismo en el que se encuentran. Por supuesto, con la ayuda de Dios y de la Iglesia. A los jóvenes argentinos que han llegado a Brasil, les indicó que el programa de su vida está marcado por las Bienaventuranzas y Mateo 25. Y al millón de chavales que sufrían las inclemencias del tiempo en la playa de Copacabana les pidió unirse a la única revolución que puede transformar de verdad el mundo para bien: la de la fe.

Pero si algo tengo ya claro, es que aunque leer las palabras de este Papa es cosa buena, mucho mejor es oírle y verle. Y si alguien lo duda, que vea este vídeo:

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25.07.13

Dolor, sólo dolor

Cada vez que hay un accidente o un atentado que causa un número considerable de víctimas, todo el mundo se conmueve. A pesar de que todos los días muere mucha gente en la carretera o en incidentes laborales o caseros, la acumulación de fallecidos en un solo suceso eleva a la enésima potencia la repercusión mediática y social.

Aun así, salvo aquellos que se dedican a atender a las víctimas, casi todo el mundo contempla lo ocurrido desde su pantalla de televisión o de ordenador. Por desgracia, yo he tenido oportunidad de saber lo que se siente desde la condición de víctima, ya que mi padre iba en el avión que arrasó la ladera del monte Oíz (Vizcaya), el 19 de febrero de 1985. Me acuerdo que tenía la sensación de estar en medio de una película de terror, como si la realidad no fuera la que era.

En el caso de mi padre, no había posibilidad alguna de que alguien hubiera sobrevivido, así que asumí pronto que no volvería a verle. Tras la confusión inicial, llega el dolor. Un dolor que no tiene explicación, que te llega sin que nadie te haya preparado para afrontarlo. En los primeros días, estás tan rodeado de gente que intenta ayudarte, que no te da apenas tiempo a enfrentarte a lo que ha sucedido. Pero pronto llega el silencio. Y entonces quedas tú y la pena. Tú y el dolor. Tú y la cruz. Si tienes la suerte de tener fe, puedes agarrarte a ella, pero ni siquiera la fe te evita la sensación de que tu vida se ha partido en dos y ya nunca será igual.

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24.07.13

Buenismo no, gracia sí

No puedo evitar estremecerme profundamente al leer estas palabras, pronunciadas por el Beato Juan XXIII hace más de 50 años durante la apertura del Concilio Vaticano II:

No es que falten doctrinas falaces, opiniones y conceptos peligrosos, que precisa prevenir y disipar; pero se hallan tan en evidente contradicción con la recta norma de la honestidad, y han dado frutos tan perniciosos, que ya los hombres, aun por sí solos, están propensos a condenarlos, singularmente aquellas costumbres de vida que desprecian a Dios y a su ley, la excesiva confianza en los progresos de la técnica, el bienestar fundado exclusivamente sobre las comodidades de la vida. Cada día se convencen más de que la dignidad de la persona humana, así como su perfección y las consiguientes obligaciones, es asunto de suma importancia. Lo que mayor importancia tiene es la experiencia, que les ha enseñado cómo la violencia causada a otros, el poder de las armas y el predominio político de nada sirven para una feliz solución de los graves problemas que les afligen.

Hace medio siglo yo no había nacido y por tanto no puedo decir si entonces las cosas eran como las describía el Papa. Supongo que el Santo Padre dijo lo que dijo porque eso era lo que parecía que estaba pasando. Aun así, me pregunto en qué parte del evangelio aparece la idea de que los hombres son capaces “por sí solos” de darse cuenta del mal y condenarlo.

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