Billy Graham es, sin duda, el predicador protestante -con televisión y sin ella- más importante del último siglo. Eso, en Estados Unidos, no es cualquier cosa. Es por ello que en bastantes ocasiones ha sido el encargado de estar al lado de los presidentes electos de su país cuando hacen el juramento a la hora de asumir el cargo.
Su predicación es bastante sencilla e interdenominacional. Es decir, la puede asumir tanto un bautista del Sur como un pentecostal de Dakota del Norte. Se resume en un llamado a aceptar a Jesucristo como Señor de nuestras vidas. Lo cual es aceptable incluso para un predicador católico, dicho sea de paso. Graham no va captando adeptos para su propia comunión eclesial, lo cual sirve para que el fruto de su mensaje se reparta entre la práctica totalidad de denominaciones evangélicas conservadoras de su país.
Es por ello que cuando este hombre de 95 años dice algo a toda su nación, suele ser muy escuchado. Y acaba de decir algo muy serio, aunque por otra parte ya sabido. “Nuestros primeros padres llevaron a nuestro país de acuerdo a los principios bíblicos. Ahora este se está alejando de lo que ha hecho que sea tan grande“.
Asegura que el “mayor peligro” que enfrenta el país es la “adaptación de la religión para satisfacer las necesidades propias“, es decir “mezclar un poco de cristianismo con las religiones del mundo. Lo que se llama una fe a la moda", y advierte que la sociedad “no se opone a este tipo de fe” que ha quitado a Dios, lo que hace que “se pierda la conciencia de lo correcto e incorrecto” y lleva asimismo a que “las decisiones morales se adecúen a lo que a cada uno le encaje con sus preferencias individuales“. Parafresando el refrán, la verdad es la verdad la diga Agamenón o Billy Graham.
No está de más recordar que uno de los problemas esenciales del protestantismo es que deja abierta la puerta al libre examen de las Escrituras. Es decir, aunque sea cierto que los fundadores de esa patria quisieron basarse en los principios bíblicos, lo mismo podrían decir los millones -pocos- de protestantes liberales que hoy interpretan la Biblia como les da la real gana, de manera que aceptan el gaymonio e incluso el aborto. Por mucha autoridad moral que tenga Billy Graham, no tiene autoridad doctrinal alguna sobre un solo protestante de su país. Es decir, no existe un magisterio protestante unificado que salve a la Escritura de una interpretación torticera. Los evangélicos, al menos en la teoría, son como ovejas sin otro pastor que sus propias conciencias. Y aunque intenten iluminar dichas conciencias a la luz de la Palabra de Dios, no cuentan con las herramientas que un buen católico tiene a su disposición para saber que va por el buen camino y no por uno errado, sea bienintencionado o no.
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