Asustado, impactado, aterrado andaba yo tras enterarme de que el genial Eugenio Scalfari, ateo al que el Papa concedió hace no mucho una entrevista que dio la vuelta al mundo -y luego resultó que no había sido como nos lo habían relatado-, había asegurado en un editorial publicado en La Reppublica que el papa Francisco había abolido el pecado.
Menos mal que el P. Federico Lombardi, portavoz eficaz donde los haya, ha salido a la palestra a decirnos que no, que el Papa no ha hecho tal cosa. Porque imagínense ustedes que no lo dice y empezamos el año con titulares en toda la prensa mundial en plan: “Francisco elimina el pecado"; “No existe más pecado por voluntad del Papa", “El Obispo de Roma consigue lo que no consiguió ni Cristo".
El sacerdote jesuita que dirige la Sala de Prensa de la Santa Sede ha dedicado un tiempo importante a explicar que la misericordia de Dios no se comprende si no se parte de la existencia del pecado. Ha recordado que el Papa ha impartido muchos ejercicios ignacianos, en los que se dedica una parte importante a meditar sobre los pecados propios. Y, faltaría más, ha explicado que Cristo vino a dar su vida por nuestros pecados.
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