Oración por los antiguos maestros y profesores
A menudo me acuerdo con cariño de varios profesores que tuve de niño y que dejaron una imborrable huella en mí. Supongo que a muchos lectores les pasará lo mismo.
Al escribir estas líneas, vienen a mi memoria nombres, rostros, anécdotas o enseñanzas que no solo despiertan la nostalgia de aquellos años, sino también un profundo agradecimiento por su labor, su paciencia y su presencia diaria, gastando y desgastando su vida poco a poco. El bien que nos hicieron no se puede medir, ni podemos recompensarlo adecuadamente. Sus siempre escasos salarios no pueden ni siquiera comenzar a pagar la deuda que los alumnos y la sociedad entera tenemos con los que han dedicado su vida a enseñar y educar.
Como dice el refrán español, es de bien nacidos ser agradecidos, así que he pensado que era una buena idea escribir una oración para pedir por mis antiguos profesores. La traigo al blog por si a alguien le sirviera para pedir por los suyos.

El lunes por la mañana, al llegar a la oficina, Pepe llamó a unos cuantos compañeros, diciéndoles:
Escribo con gran dolor por lo que ha sucedido en Irlanda. Ya sé que la desoladora historia de las últimas décadas nos ha acostumbrado a este tipo de cosas. Uno a uno, los países han ido dando cabida a las mayores inmoralidades, que resultaban inimaginables hace unos pocos años. Incluso estamos acostumbrados a la tibieza de las más altas jerarquías católicas en estos asuntos. En ese sentido, podría mirarse con resignación el caso de Irlanda como uno más entre muchos, nada que no hayamos visto antes, especialmente en los países tradicionalmente católicos. Horrible, sí, pero una horripilancia casi rutinaria ya.



