Los elogios sin sentido dañan al ser más querido
Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de las Academias Pontificias de Ciencias y de Ciencias Sociales, se esfuerza siempre y en toda ocasión por elogiar al Papa. Es muy comprensible que un buen católico desee lo mejor al Papa, pero, por alguna razón, esos esfuerzos a veces parecen algo forzados y artificiales. Hasta tal punto de que tienen el resultado (sin duda no deseado por el propio obispo) de que, más que defender al Papa, dan la impresión de estar atacándolo.
Ayer, por ejemplo, Mons. Sorondo afirmó que “hoy se está viviendo un momento mágico porque por primera vez el magisterio del Papa, que responde al Evangelio, es paralelo al magisterio de las Naciones Unidas“. Todo indica que, con ello, pretendía elogiar al Papa Francisco, resaltando su relevancia en el ámbito internacional y su protagonismo en los grandes temas éticos y sociales de nuestro tiempo. El resultado, sin embargo, es justamente el contrario.