Cristianos de ayer y de hoy (IX): Francisco de Sales,
Francisco nació en Saboya en el siglo XVI, en una familia noble. Tenía un genio muy fuerte y, sin embargo, es recordado por su amabilidad y paciencia, que fueron fruto de la gracia de Dios y de su lucha de años por ser como Jesucristo.
Cuando se ordenó sacerdote, abandonando el magnífico porvenir que le preparaba su padre, se le encomendó la predicación en la zona de Chablais, junto al lago de Ginebra, donde la población se había hecho calvinista y no había más de 40 católicos. Sobre esto decía él mismo: “la mejor manera de predicar contra los herejes es el amor, aun sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas”.
Eso no impidió, por supuesto, que predicara incansablemente, recorriendo a pie toda la región, a pesar de los lobos y de los ataques de sus enemigos. Cuando no le escuchaban, escribía sus argumentos en hojas de papel y las dejaba en las puertas de las casas (se ve que no tenía blog).

Interfax, la agencia rusa de noticias, informó hace un par de semanas de la apertura en Crimea de una Academia de Astrología, con capacidad para 120 estudiantes. No sólo es sorprendente el hecho de que exista una Academia de este tipo, es de suponer que con alumnos que paguen por estudiar en ella, sino que, además, su titulación académica ha sido reconocida oficialmente por el Estado de Ucrania. Existen, además, planes para crear un nuevo centro de astrología que ofrezca estudios de nivel universitario en los próximos cinco años.
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Entre ayer y antesdeayer, murieron en España tres personas bastante conocidas, pero con vidas muy distintas: un futbolista del Sevilla, un escritor de gran prestigio y una actriz veterana. Esos son los fallecimientos que salen en la televisión, pero, en esos dos días, debieron morir también en España otras 3.000 personas desconocidas para el público en general.
Hace unos días, vi que varios comentaristas del criticaban mucho la Misión Joven, que ha tenido lugar este año en Madrid por iniciativa del Cardenal Rouco. Incluso daba la impresión de que, por alguna razón, deseaban su fracaso. Se me ha ocurrido pedir a un primo mío que dé su testimonio personal de lo que hicieron en su parroquia, para que los lectores puedan juzgar por sí mismos.








