25.09.25

Costumbres recuperables

En tiempos medievales, cuando un obispo demostraba ser indigno del cargo que ocupaba y la Iglesia decidía expulsarle de su cargo, no recibía simplemente una cartita al respecto mientras sus compañeros obispos le dedicaban elogiosas declaraciones públicas de despedida, como sucedió no hace tanto tiempo en Argentina con un obispo sorprendido in flagranti delicto contra naturam.

A los medievales les gustaba hacer las cosas bien, de forma solemne y pública, así que se convocaba al pueblo y al clero a la catedral. El obispo indigno era llevado allí revestido como si fuera a celebrar una Misa solemne, con el alba, la casulla, la estola, el manípulo, cubierta la cabeza por la mitra, con el anillo episcopal en su dedo y el báculo en la mano, pero se le sentaba ante el altar mayor sobre un mísero taburete.

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22.09.25

El santo desparpajo

No hay que tener vergüenza en hablar de Dios y de sus cosas. Más bien, lo propio del cristiano es el santo desparpajo del que está a gusto hablando de Dios. Si la Trinidad misma habita en nuestro corazón por la gracia, ¿de qué otra cosa vamos a hablar? De lo que rebosa el corazón habla la boca.

La gente habla con entusiasmo de su equipo de fútbol, de su trabajo o de su salud, es decir, de las cosas que les enorgullecen, les gustan y les interesan. ¿Cómo no vamos a hablar nosotros con mucho más entusiasmo de lo que es nuestra gloria? El que se gloríe, que se gloríe en el Señor, decía San Pablo y lo ponía en práctica hablando de Dios un día sí y otro también.

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19.09.25

¿En un futuro próximo?

Si algo nos enseñó el pontificado anterior es que lo que es verdad sigue siéndolo, lo niegue quien lo niegue, y lo que es falso sigue siendo falso, lo defienda quien lo defienda. Aunque sea un sacerdote. Aunque sea un obispo. Aunque sea un papa. No podemos dejarnos arrastrar de nuevo al error de pensar que, si un papa dice algo contra la doctrina de la Iglesia, de algún modo lo que dice está bien porque es el papa. Ese tipo de razonamiento sectario no tiene nada de católico. De hecho, lo católico es lo contrario: el papa tiene el deber de preservar y defender la fe que ha recibido y que proviene de Cristo a través de los apóstoles y no tiene ningún poder para cambiarla.

El presente pontificado ha despertado grandes esperanzas en muchos católicos que habían observado con creciente preocupación las innovaciones ajenas a la fe de la Iglesia del pontificado del Papa Francisco. No cabe duda de que el Papa León XIV tiene un estilo diferente, menos polémico y más conciliador, que, por contraste, ha sido como un bálsamo para los que estábamos cansados de los continuos sobresaltos de la etapa precedente.

El estilo, sin embargo, es lo de menos. Lo que importa es la sustancia y, poco a poco, el Papa León XIV parece estar mostrando que, en cuanto a la sustancia, coincide en buena parte con su predecesor (dentro de la dificultad de coincidir con alguien que era capaz de afirmar una cosa y al día siguiente la contraria sin ningún problema).

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17.09.25

Las polémicas jumillanas y lo esencial

Ahora que ya han pasado un par de semanas desde la polémica sobre Jumilla y la decisión de prohibir allí la celebración musulmana de la fiesta del cordero en un polideportivo municipal, creo que se puede hablar del tema más tranquilamente. De otro modo, en lugar de hablar todo suele quedarse en gritar e insultar, lo que no lleva a nada bueno.

La política partidista me aburre soberanamente, así que lo que me llamó más la atención de este tema fue la polémica propiamente católica, entre católicos con posturas enfrentadas. Todas esas posturas se defendían ardientemente y con dureza, alegando principios pertenecientes a la doctrina o al sentido común, que, al parecer, llevaban a conclusiones incompatibles entre sí.

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15.09.25

Jesuitas entre los berberiscos

La época de las plazas fuertes en el norte de África fue un tiempo épico, cuajado de acciones heroicas, mártires y renegados, galeras piratas, audaces incursiones, esclavos y monjes rescatadores, sultanes y reyes, presidios, asedios, alianzas, traiciones, desastres y victorias. Es una verdadera pena que los hispanohablantes la conozcamos tan poco.

Cuando terminó la reconquista de la Península, era natural que los nuevos reinos se plantearan continuar liberando los antiguos territorios cristianos del norte de África. En efecto, lo que hoy llamamos el Magreb había sido mayoritariamente cristiano, con seiscientas diócesis, especialmente en la costa, pero también en gran parte del interior, hasta las oleadas musulmanas que conquistaron todo el litoral norteafricano y la España visigoda.

Los Españoles y portugueses, pues, decidieron reconquistar también aquella parte de la antigua cristiandad. Por desgracia, al final de la Edad Media habían desaparecido ya por completo los cristianos norteafricanos, a los que se había dado a elegir entre la muerte y el Corán, de modo que no era fácil lanzar una reconquista a gran escala. En su lugar, España y Portugal fueron creando presidios  y pequeñas ciudades fortificadas en la Berbería, rodeados por grandes zonas en poder del Islam. Más o menos en la misma época, la captura de esclavos europeos se convirtió en un lucrativo negocio para los piratas berberiscos y miles de cristianos se pudrían en sus prisiones.

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