Ariane: profesora de francés, discípula de Cristo (II
Aquí tienen el esperado final de la historia de Ariane, que comenzó en el de ayer.
Me encanta cómo Eulalia cuenta la historia, con esos detalles que la hacen tan expresiva y, sobre todo, transmitiendo sus estados de ánimo en cada momento. Se nota perfectamente su urgencia por anunciar el evangelio.
No se si saben que “Eulalia” significa en griego “la que habla bien". Creo que el Señor podría decirle lo que un día le dijo a Santo Tomás: “Has hablado bien de mí". A mi juicio, es evidente que el cristianismo sólo se transmite por contagio. Cuando alguien se topa con una persona con una fe profunda, una esperanza firme y una caridad llena de vida, quiere tener también ese algo especial que ve en ella y que no es más que la presencia de Cristo. Así se convirtió el mundo hace dieciocho siglos y así tiene que suceder también hoy.

Hoy ofrezco a los lectores una preciosa historia personal de conversión que me ha enviado una lectora, Eulalia. Como es larga, la he dividido en dos “episodios” y mañana publicaré el desenlace. No hace falta decir que me ha encantado.
La idea de este villancico es recordar que la Navidad cumple las promesas de Dios hechas a los profetas y patriarcas de Israel. En muchos casos, no entendemos el Nuevo Testamento porque no conocemos el Antiguo. Como no conocemos la promesa, no entendemos su cumplimiento.
En su número de ayer, La Razón recogía un comentario informal hecho por nuestro Presidente a los periodistas. Ante las preguntas sobre la nueva pareja del presidente francés, después de su divorcio, el político español comentó: “Sarkozy ha salido ganando con el cambio”.
En los últimos días, hemos discutido bastante en este blog sobre algunos dogmas en particular y sobre la existencia de dogmas en general. En un momento dado de estas discusiones, una comentarista hizo la pregunta clave: ¿qué valor tiene la confesión de un dogma acríticamente aceptado?



