Monseñor Floro, testigo de una bendición
Una lectora me envía esta carta del hermano de su marido, un misionero español que es actualmente obispo de Gokwe, en Zimbawe. Monseñor Ángel Floro lleva 42 años trabajando por los demás en Zimbawe. Fue enviado por el Instituto Español de Misiones Extranjeras, que agrupa a sacerdotes diocesanos españoles que sienten la llamada a dejarlo todo y marchar a la misión, como “heraldos del Evangelio”.
Me ha llamado la atención que, después de contar los grandes sufrimientos del país en las últimas décadas, sufrimiento que han compartido los misioneros y la Iglesia local, Monseñor Floro termina su carta diciendo el Señor nos ha bendecido y sigue bendiciendo.

Cuando, el pasado 7 de junio, Benedicto XVI permitió de forma general para toda la Iglesia la celebración con el rito extraordinario de la liturgia romana, es decir, con la liturgia anterior al Vaticano II, inmediatamente se dispararon las predicciones, algunas marcadamente tremendistas y agoreras. En muchos casos, se advirtió del comienzo del derribo del Concilio Vaticano II y de una era oscurantista, en otros se afirmaba que no serviría de nada o que no tendría resultados apreciables.
. Hablando de la importancia del sacramento del matrimonio, Juan Antonio ha planteado la siguiente pregunta:
En la alta Edad Media, que en bastantes aspectos era una época más civilizada que la nuestra, existía la noción de que todo profesor de Teología o de Filosofía debía someter sus tesis y afirmaciones a la discusión pública. Sin esta prueba de resistencia a los argumentos contrarios, ninguna postura filosófica o teológica se podía considerar “mayor de edad”. No bastaba afirmar las cosas, había que argumentarlas razonadamente (en contra de la absurda idea de que, en la Edad Media, todo se decidía por el argumento de Autoridad).








