Pobres curitas inocentes
. Entre las mejores novelas de detectives de todos los tiempos se encuentran, a mi juicio, las historias del Padre Brown, de Chesterton. En ellas, el protagonista es un “pobre cura de parroquia”, bajito, anodino y con aspecto despistado que aplica la razón y el sentido común a resolver los enigmas y delitos que suceden en su entorno.
En una escena magistral de una de estas novelas, uno de los más grandes criminales del momento, Flambeau, intenta escandalizar al Padre Brown, revelándole los manejos criminales que ha llevado a cabo para robar una valiosa cruz de plata.

Movido por la natural curiosidad, al enterarme de que el español Adolfo Nicolás ha sido elegido nuevo General de la Compañía de Jesús, navegué un poco por la red, buscando información sobre él y, la verdad, deseando encontrar que es un hombre de Dios y lo que necesite la Compañía para el momento actual. Siempre he tenido un gran cariño a San Ignacio aunque no he conocido a casi ningún jesuita.
He leído que, en la Congregación General de los jesuitas que se está celebrando estos días se leyó un texto del P. Ellacuría, que incluía las siguientes frases: “Y ante este pueblo crucificado, preguntarse: ¿qué he hecho yo para crucificarlo?, ¿qué hago para que lo descrucifiquen?, ¿qué debo hacer para que este pueblo resucite?”. Estas frases me han sugerido algunas reflexiones, a vuelapluma y sin ningún orden sistemático, que quizá puedan tener algún interés.
Ayer por la mañana, este blog superó la cifra de cien mil visitas, acumuladas a lo largo de sus ocho meses y medio de vida. En ese tiempo ha recibido, además, unos 2.500 comentarios de los lectores, más otros tantos que suponen mis respuestas a los mismos.
Hace poco escribí un artículo, “", en el que criticaba, con afecto, una opinión de Juan Carlos Rodríguez, misionero español en Uganda. Este misionero comboniano afirmaba que, teniendo en cuenta la situación particular de África, había que permitir comulgar en la Eucaristía a las parejas que conviven sin casarse o a divorciados vueltos a casar por lo civil. Como ya dije, en mi opinión, eso equivaldría a considerar equivocadamente a los africanos “cristianos de segunda”, incapaces de vivir la moral evangélica.



