2.08.07

Signos de la fe (VI): creo porque he estado en Barbastro

Hace dos veranos, volviendo de los Pirineos, pasé con el coche por Barbastro. Si algún lector tiene la ocasión, aconsejo a todos que vayan allí y no se pierdan algo excepcional y que puedo asegurarles que nunca olvidarán: el museo claretiano de los mártires de Barbastro.

En 1936, se encontraba en Barbastro un seminario de misioneros claretianos, formado por 59 sacerdotes, formadores y jóvenes seminaristas. El día 20 de julio, un grupo de milicianos llegó al seminario para hacer un registro. Aunque, como es lógico, no encontraron nada en el registro, decidieron llevarse prisioneros a todos los religiosos y seminaristas. Lo sucedido desde ese momento, parece sacado de las actas de los mártires romanos de los primeros siglos.

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1.08.07

30.07.07

Signos de la fe (V): el asombro ante un regalo

Una vía fundamental que puede llevarnos a encontrar a Dios y que, de hecho, ha llevado a encontrar a Dios a filósofos, pensadores y todo tipo de personas en todas las épocas, es, a mi juicio, la vía del asombro ante la riqueza desbordante y sorprendente de lo real.

Este asombro, que constituye una experiencia común a todos los hombres en su primera niñez, es a menudo perdido por los adultos por la demoledora acción de la rutina. Decía Chesterton (cito de memoria), que un chico de diez años se asombrará si le dices que se abrió una puerta y salió por ella un dragón. Sin embargo, un niño de dos años se asombrará sólo con que le digas que se abrió una puerta, porque aún no ha perdido la capacidad de maravillarse ante las cosas habituales. Sin duda, en este caso, la actitud más profundamente humana es la del niño, que se maravilla ante todos y cada uno de los seres que forman parte de la realidad. El asombro es asimismo, como decía Aristóteles, el comienzo de la filosofía y, creo yo, también es el de la poesía.

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29.07.07

Cristianos de ayer y de hoy (VI): Efrén, el Arpa

En los próximos artículos de esta sección, vamos a ver algunos textos de Doctores de la Iglesia, es decir, de algunos santos a los que la Iglesia ha proclamado como maestros de la fe. De entre ellos, nos fijamos hoy en San Efrén, nacido en Siria (hoy Turquía), alrededor del año 306.

Vivió como un asceta, dedicado a la meditación y a la enseñanza de la fe, y, humildemente, nunca quiso ser más que diácono. Al final de su vida, con ocasión de una gran hambruna y una terrible epidemia que azotaron a aquella zona, consiguió convencer a los ricos de la ciudad y organizó un sistema de reparto de los alimentos y de voluntarios que ayudaban a los enfermos. A los pocos días, agotado, murió.

Efrén fue, además de santo, un gran poeta, por eso se le conocía como el “Arpa del Espíritu”.

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28.07.07

Benedicto XVI y el Concilio

El martes pasado, Benedicto XVI, hablando con un grupo de sacerdotes italianos, quiso responder a sus preguntas. Uno de los sacerdotes preguntó sobre los sueños del Conciliio Vaticano II que parecen haber desaparecido. Pueden leer a continuación la respuesta del Papa (tomada de esta ), que me ha resultado muy interesante y que parece hecho a medida para responder al artículo de la Asociación de Teólogos Juan XXIII que apareció el otro día en Rumores de Ángeles.

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Gracias, es un tema muy interesante y que conozco muy bien. Yo también he vivido los tiempos del Concilio Vaticano II, estando en la basílica de San Pedro con grande entusiasmo y viendo cómo se abrían nuevas puertas. Parecía realmente ser el nuevo Pentecostés, donde la Iglesia podía nuevamente convencer a la humanidad. Después del alejamiento del mundo de la Iglesia en el siglo XIX y XX, parecía que se reencontraban de nuevo Iglesia y mundo que renacía nuevamente un mundo cristiano y una Iglesia del mundo y verdaderamente abierta al mundo.

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