Una buena pregunta es como el empujón que te obliga a dejarte de poquitoapocos y a zambullirte en el océano inmenso, inacabable y liberador de la verdad. Veamos la interesantísima pregunta que hizo una lectora, Ada (anteriormente Sonia S), en el artículo anterior, en relación con la noticia del golpe sufrido por el aborto en Estados Unidos el día de la solemnidad del Sagrado Corazón:
“todos los que amamos la vida tenemos que alegrarnos de una noticia así […] pero yo pienso que esta victoria tiene que ver más, mucho más, con las convicciones de los jueces que de Dios. Para mí Dios ha estado totalmente ausente de esta decisión.
Si no, cómo se explica que por las mismas fechas se cometa una aberración tal como lo recoge esta misma noticia de IC [sobre una niña maltratada y asesinada]. Incluso el comentarista final de esta entrada dice que el aborto es similar a esa atrocidad. Acaso si el horripilante asesinato se hubiera caído en una fecha señalada no se hubiera cometido?
No me satisface nada ser “abogada del diablo". Nada”.
Estupendo. Una pregunta sustanciosa, con su parte de terreno común que permite una discusión fructífera, su paradoja e intriga que exigen un desenlace satisfactorio y su pizca de explicación personal que explica de dónde parte subjetivamente quien hace la pregunta y permite empezar allí el camino. Es decir, una pregunta que ofrece material de sobra para una buena conversación, tanto que merecería que escribiera un libro sobre ella, más que un artículo (y pido disculpas de antemano, porque inevitablemente me voy a alargar). Ojalá todas las preguntas fueran así.
Empecemos por el final. No hay nada de malo en ser “abogado del diablo” en este sentido. Au contraire, es muy bueno serlo, siempre que haya buena intención, porque se trata de una expresión del deseo de conocer auténticamente la verdad y no conformarse con imitaciones o medias verdades. Conviene tener en cuenta que los abogados del diablo no fueron un invento del diablo, sino una creación de la propia Iglesia para los procesos de canonización. Se trataba de una persona, generalmente un sacerdote, elegida para presentar objeciones a la canonización de un posible candidato a ser declarado santo, de manera que se examinara la cuestión de sus virtudes bajo todos los ángulos posibles y no se cayera en la tentación de pasar por alto nada que fuera importante, especialmente las cuestiones que podrían resultar inconvenientes para el defensor de la causa de canonización. De ese modo, si finalmente se llegaba a canonizar a ese santo, todo el mundo podía estar seguro de que la decisión tomada se basaba en la verdad de su vida y no en el mero deseo de algunas personas.
Algo similar se puede decir de nuestra pregunta. Es una cuestión seria, que afecta a otra más seria todavía, que es la existencia de Dios y cómo es Dios. Por lo tanto, resulta muy importante considerarla con seriedad, bajo todos los ángulos posibles y sin pasar nada por alto. Dicho de otra forma, es conveniente que el diablo sea derrotado con todas las de la ley, para que no haya duda de su derrota, y eso se consigue tomando en serio las objeciones y respondiéndolas. Como ya hemos dicho alguna vez, incluso las objeciones contra la existencia de Dios, una vez que se entienden bien, llevan inevitablemente a mostrar esa existencia. Más aún, en las cuestiones referidas a Dios, aunque sea indirectamente, siempre descubrimos, al reflexionar sobre ellas, que no las entendíamos bien del todo y que, una vez que avanzamos en esa comprensión, resultan ser mucho más maravillosas de lo que pensábamos.
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