Cristianos de ayer y de hoy (XIII): Luis, siervo bueno y fiel
Hace unos días murió mi tío Luis, hermano de mi padre. Sufrió un infarto mientras daba una charla con su esposa en la parroquia, sobre la familia cristiana. Puedo dar fe de que no le apetecía nada dar esa charla, pero su párroco se lo había pedido y, como hijo de la Iglesia, no concebía ser cristiano sin la obediencia de Cristo. Al haber un sacerdote entre los que le escuchaban, recibió la absolución y la Unción de Enfermos y murió en unos instantes.
Yendo hacia allá en el metro, iba yo rezando el rosario y pensando en cuántas veces habría rezado mi tío esas palabras, dirigidas a la Virgen: “Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Por eso, fue para mí un signo de fe y de consuelo ver, al llegar allí, que su cuerpo estaba aún donde había caído: a los pies de una imagen de la Virgen que tenía los brazos extendidos hacia él. Ni una sola de nuestras oraciones se pierde.