Devuélvame mi nombre, por favor
El padre jesuita Juan Masiá ha publicado un curioso artículo en la revista Vida Nueva, que luego ha sido reproducido en parte en Religión Digital. Digo curioso porque trata de algunas peculiaridades de la celebración de la Eucaristía en tierras japonesas y, a mí, siempre me han fascinado ese tipo de cosas. Ya desde pequeño me encantaba ver, en revistas misioneras, las imágenes de Cristo con rasgos africanos en el Congo o a las Vírgenes vestidas con kimonos en Japón.
En este caso, sin embargo, lo que se contaba no me ha dejado un buen sabor de boca:
Desde los primeros bancos a los últimos, todo el mundo iba al altar, aunque no comulgasen. En Japón no se concibe la misa sin participar en la eucaristía. Por otra parte, es corriente la presencia de personas no católicas (de otra confesionalidad, de otra religión, o de ninguna); se sentirían excluidas quedándose en el banco mientras el resto comulga.
[…]
Por contraste, a los turistas católicos japoneses en Madrid les extrañaba una iglesia en que sólo comulgaba una minoría: “¿Es habitual asistir sin participar?”, me preguntaron y me vi en apuros al responder: “En mi país perduran la educación religiosa anticuada: exageraciones sobre la confesión antes de la comunión, malentendidos sobre sexualidad y contracepción, visión estrecha de la eucaristía, asistencia rutinaria a misa por cumplir, predicaciones que, en vez de invitar, alejan… ”.