25.05.23

20.05.23

Preguntas sobre el instinto para el error

Hay personas que tienen un instinto certero para acertar casi siempre, como Santo Tomás, y otras que parecen tener el instinto contrario, como Mons. Vinzenzo Paglia. Por supuesto, esto constituiría una simple desgracia personal y no sería tema apropiado para que habláramos de él aquí, si no fuera por el gran daño que pueden hacer los errores habituales de Mons. Paglia al ser difundidos desde sus altos cargos de Presidente de la Pontificia Academia para la Vida y el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia.

El prelado acaba de decir, por ejemplo, “a propósito de los anticonceptivos”, que “el deber de los teólogos es la investigación, la reflexión teológica. No se puede hacer teología con un ‘no’ delante. Después será el Magisterio el que diga: ‘No, has ido demasiado lejos, vuelve atrás’. Pero el desarrollo teológico debe ser abierto, para eso están los teólogos”.

Si no fuera por la amarga experiencia de años, uno se asombraría al leer afirmaciones como estas en boca de un prelado y más de uno dedicado específicamente a esos temas, porque objetivamente muestran un desconocimiento absoluto de lo que es la teología y la misma fe católica. Por desgracia, hace tiempo que ya no nos sorprendemos.

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17.05.23

¿De cura a papa?

El otro día, comentando la novela Yo fui secretario de León XIV, un lector preguntaba si se había dado alguna vez el caso de que un simple párroco o sacerdote fuera elegido papa, como el protagonista de la novela. No es extraño que se lo preguntase e incluso podría haberse preguntado si un mero obispo podría ser elegido papa, porque lo cierto es que ha pasado medio milenio desde la última vez que se eligió papa a alguien que no fuera cardenal.

En la historia de la Iglesia hay prácticamente de todo, como corresponde a una institución con unos dos mil años de vida y que ha tenido a miles de millones de personas por hijos. Los sacerdotes que han pasado directamente a ser papas, sin embargo, no son un caso extraordinario, sino en cierto modo lo normal. De hecho, esa era la práctica habitual en los primeros siglos, en los que el papa era elegido de entre el clero de Roma.

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15.05.23

Las galletas y el pecado original

Mi hija menor, que es una magnífica repostera, horneó galletas caseras hace unos días. Esas galletas en particular se preparaban en dos fases, así que tuvo que dejarlas reposar varias horas en la encimera de la cocina mientras se enfriaban, antes de poder aplicar el recubrimiento de naranja. Para que nadie se “equivocase” sin querer queriendo y se comiese las galletas inacabadas durante esas horas en que estarían desvalidas y sin protección, mi hija puso junto a ellas un papel que decía “NO TOCAR”.  

Hasta ahí, una escena cotidiana y repetida muchas veces en nuestro hogar y en innumerables otros, pero, al pasar junto a las galletas, me di cuenta de un detalle especial, que hizo que me riera con ganas. En una esquina del papel, había escrito también, escuetamente, “22”. Conocedora por amargas experiencias de lo que suele suceder en estos casos, la repostera se había asegurado de dejar claro que sabía exactamente cuántas galletas había en el plato, de modo que (esto se sobreentendía), su justa ira caería como arcángel vengador sobre cualquier miembro de la familia que pensara que, si se comía solo una o dos, nadie lo iba a notar.

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10.05.23

Nueva novela: Yo fui secretario de León XIV

Últimamente, me encuentro cada dos por tres con las mismas preguntas de los lectores: ¿y si las cosas siguieran igual de mal en la Iglesia en lugar de arreglarse? ¿Y si se pusieran aún peor? Son preguntas más que comprensibles en estos tiempos de crisis eclesial, sobre todo cuando uno va viendo que pasan los años y no parece que se vislumbre una solución en el horizonte.

Esas preguntas me preocupan tanto como a los lectores, así que he escrito una novela para hablar de ellas: Yo fui secretario de León XIV. Memorias de un futuro próximo.

En un futuro más o menos cercano, a cuatro o cinco desastrosos pontificados del presente, la Iglesia no solo no ha mejorado sino que ha ido cayendo más y más bajo, hasta el punto de que humanamente está agonizante, el Vaticano se encuentra en bancarrota y el papado está completamente desprestigiado. Claro que el mundo no está mucho mejor. El estancamiento del progreso, la desorientación moral y la crisis demográfica han hecho que Occidente pierda el liderazgo mundial y vegete en la irrelevancia, la desunión y el paganismo. Mientras tanto, en Oriente y África, tres grandes bloques guerrean entre sí de forma casi permanente.

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