Benditas bendiciones
Conozco a un sacerdote que, siempre que escribe una carta o un simple correo electrónico, termina enviándote su bendición. Me parece una costumbre estupenda. Las bendiciones son algo precioso y, además, gratis, así que creo que sería bueno que los sacerdotes las dieran más a menudo. Lo que recibisteis gratis, dadlo gratis. La última vez que hice el Camino de Santiago, con un par de primos míos, cada vez que veíamos a un sacerdote, nos poníamos de rodillas y le pedíamos su bendición. Ponían cara de sorpresa, pero nos bendecían.
La liturgia está llena de bendiciones preciosas. Cuando hago de acólito, siempre pongo al sacerdote celebrante la bendición solemne propia del tiempo en el que estemos. Desgraciadamente, el pequeño esfuerzo de buscar la página y alargar medio minuto la celebración hace que estas bendiciones solemnes se usen poco, pero creo que merecen la pena, porque son textos magníficos que, además, podrían ayudarnos a rezar. Por ejemplo, la bendición solemne para la Cuaresma que hemos usado estos días es toda una catequesis: