La buena tristeza ante el estado de la Iglesia
A veces escuchamos que hay que ahuyentar cualquier tristeza, porque lo propio del cristiano es la pura alegría, mientras que la tristeza solo viene del demonio. Quizá por eso hay personas y grupos en la Iglesia que tienen como distintivo la sonrisa permanente y la consigna de que todo siempre va bien. Incluso angustian a pobres gentes diciéndoles que, si sienten tristeza, es porque no tienen suficiente fe o barbaridades por el estilo. Sin duda, los que dicen y hacen estas cosas tendrán buena intención, pero están confundiendo el cristianismo con algo que no es, influidos por el buenismo y el voluntarismo que hay en el ambiente.
Lo cierto es que, como enseña Santo Tomás, la tristeza no siempre es mala. Más aún, cierta tristeza es signo de virtud: “La tristeza inmoderada es una enfermedad del alma, pero la tristeza moderada pertenece a la buena disposición del alma, según el estado de vida presente” (ST I-IIae, q. 59).