No «es Palabra de Dios»
Cuando se habla de la importancia de obedecer las normas litúrgicas, a veces parece que se trata simplemente de cumplir una norma por cumplirla, como si fuese algo arbitrario que la Iglesia ha decidido porque sí, al estilo de utilizar metros en lugar de pies o kilos en vez de arrobas. Es necesario resaltar, sin embargo, que al desobedecer las normas litúrgicas prácticamente siempre el cambio es a peor. Es decir, casi invariablemente el “invento” del francotirador litúrgico es más ramplón, más superficial, más mundano, menos tradicional y, por supuesto, menos bello que el original.
Vamos a ver un ejemplo muy sencillo. Al final de la primera y la segunda lecturas, el lector debe decir: “Palabra de Dios”. En cambio, una gran cantidad de los que leen en las misas dicen cosas como “Es Palabra de Dios” o “Esto es Palabra de Dios” o, como he escuchado esta misma mañana, “Hermanos, esto es Palabra de Dios”.
Ciertamente, el cambio es pequeño y a menudo inconsciente. En el primero de los casos, la diferencia es de solo dos letras. Bastan, sin embargo, esas dos letras para cambiar completamente el sentido del rito.