5.10.09

¿Qué se gana obedeciendo al confesor?

En el Evangelio del XXVII Domingo de Tiempo Ordinario una vez en privado con el Señor: “los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo” (Mc. 10, 10) que los fariseos plantearon en público sobre el matrimonio. ¡A cuántos nos encantaría poder consultar directamente con el Señor!

Sta. Faustina Kowalska (1905-1938), llamada Apóstol de la Divina Misericordia, fue un alma privilegiada por las frecuentes visitas que recibió del Señor. Estas palabras de Jesús a ella, conservadas en su diario [descargable en .zip – fuente del resto de las citas del post], son para nosotros también: “Tú sabes lo que mas Me agrada y si tienes alguna duda sobre Mis palabras, sabes a quién debes preguntar.” (895) Se refiere al confesor. Revela la santa:

“Durante muchos años me educó Él Mismo, hasta el momento en que me dio un director espiritual. Antes Él Mismo me daba a conocer lo que no entendia, y ahora me hace preguntar [por] todo al confesor y a menudo me dice asi: ‘Y Yo te contestaré por su boca, quédate tranquila’.”

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“Y deseo nuevamente decir tres palabras al alma que desea decididamente tender hacia la santidad y obtener frutos, es decir, provechos de la confesión.

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4.10.09

En qué consiste la verdadera y perfecta alegría de una madre

En el Evangelio del XXVII Domingo de Tiempo Ordinario Jesús dice que: “abandonará el hombre a su padre y a su madre” (Mc. 10, 7) para unirse a su mujer. S. Francisco de Asís (1182-1226) dejó a sus padres para unirse a la Dama Pobreza, por amor de Dios, a pesar de la fuerte oposición de su padre. ¿Y su madre Pica?

Felix Timmermans, en “The Perfect Joy of Saint Francis” (“El gozo perfecto de S. Francisco”) representa a Pica como una mujer noble y piadosa, amable pero también lo bastante fuerte como para romper un cerrojo para liberar a su hijo (a quien su esposo había encerrado cuando comenzó a cortejar a la Dama Pobreza).

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3.10.09

¿Qué sentido tiene la corrupción del cuerpo si va a resucitar?

Nuestro Señor Jesucristo nos recuerda en el Evangelio del XXVI Domingo de Tiempo Ordinario que la peor desgracia es acabar yendo: “al infierno, donde el gusano no muere…” (Mc. 9, 48). Pero, muchos piensan que la muerte natural, tras la cual se acaba descomponiendo por completo el cuerpo es lo peor que puede sucederle a alguien.

S. Francisco de Borja (1510-1572), Duque de Gandía, nieto del rey Fernando de Aragón y primo del Emperador Carlos V, fue nombrado por éste virrey de Cataluña, pero años después diría que se consideraba tan gran pecador que pensaba que el único sitio que se merecía era el infierno. Cambió de vida tras la temprana muerte de la emperatriz Isabel de España, cuyo cadáver acompañó a Granada para su sepultura. Tuvo que examinar el cadáver para identificarlo, y al ver la bella emperatriz descompuesta, decidió “no volver a servir a jefes que se mueren”.

En 1546 murió también su esposa y quiso hacerse jesuita, pero esperó hasta 1551 porque S. Ignacio de Loyola le pidió que terminara de educar a sus hijos primero. En 1554 sería nombrado superior de los jesuitas en España y también llegó a ser Superior General de la Orden.

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Quizás se preguntó este noble santo tras ver a sus seres queridos experimentar la muerte: “¿Por qué tiene que corromperse el cuerpo si va a resucitar?”

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2.10.09

Cómo cumplir mejor nuestro Plan de Vida, ayudados por nuestros Ángeles Custodios

El Señor recuerda a sus apóstoles en el Evangelio del XXVI Domingo de Tiempo Ordinario: “el que no está contra nosotros está a favor nuestro.” (Mc. 9, 40). Nadie más en contra de nosotros que el demonio, y tan real y fuerte es su ataque, que el Señor “a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos” (Sal. 90, 11).

“Pero me diréis, si les viéramos ¿no aumentaría nuestra confianza en ellos? Si esto hubiera sido necesario para la salvación de nuestra alma, el buen Dios los habría hecho visibles. Pero eso tiene muy poca importancia, porque en nuestra religión sólo conocemos por la fe, y esto para que todas nuestras acciones sean más meritorias…” (S. Juan Vianney, “Catechetical instruccion”- cita traducida del inglés)

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1.10.09

Burlas de un masón, densas tinieblas, fe heróica

En el Evangelio del XXVI Domingo de Tiempo Ordinario Jesús recuerda el castigo reservado para los que causan escándalo a: “uno de estos pequeñuelos que creen” (Mc. 9, 42). ¡Tan cerca de sí guarda el Señor a estos “pequeñuelos”! Entre ellos se encuentra Sta. Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz (1873-1897) con su “caminito de infancia espiritual”.

El lector Norberto comparte este enlace (donde se pueden descargar las obras completas de esta Doctora de la Iglesia), al igual que esta bella reflexión de la santa:

“Hay en la tierra un árbol maravilloso, cuya raíz, ¡oh misterio!, se encuentra en el cielo… Acogido a su sombra, nada ni nadie te podrá alcanzar; sin miedo a la tormenta, bajo él puedes descansar. El árbol inefable lleva por nombre «amor». Su fruto deleitable se llama «el abandono». Ya en esta misma vida este fruto me da felicidad, mi alma se recrea con su divino aroma. Al tocarlo mi mano, me parece un tesoro. Al llevarlo a la boca, me parece más dulce todavía. Un mar de paz me da ya en este mundo, y en esta paz profunda descanso para siempre… Sólo el abandono me entrega a tus brazos, ¡oh Jesús mío!, y es el que me hace vivir la vida de tus elegidos.” (Poesía 52)

Pero, la misma santa confía a la Madre María de Gonzaga, su superiora pocos meses antes de morir:

“Pues, a juzgar por las apariencias, ¿existe acaso un alma menos probada que la mía? Pero ¡qué extrañada se quedaría mucha gente si la prueba que desde hace un año vengo sufriendo apareciese ante sus ojos…! […]Esta prueba no debía durar sólo unos días, o unas semanas: no se extinguirá hasta la hora marcada por Dios…, y esa hora no ha sonado todavía…

También conmueve leer de esta santa:

“…debo de parecerle un alma llena de consuelos, para quien casi se ha rasgado ya el velo de la fe. Y sin embargo, no es ya un velo para mí, es un muro que se alza hasta los cielos y que cubre el firmamento estrellado… Cuando canto la felicidad del cielo y la eterna posesión de Dios, no experimento la menor alegría, pues canto simplemente lo que quiero creer.

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El lector Joserra comparte aquí un fragmento de “Maurice y Teresa. La salvación por la confianza” de Patrick Ahern [libro comentado en un artículo de Zenit], Voz de Papel, pág. 84-86, en la que se narra una humillación pública de Sta. Teresita causada por un masón, que probó la fe de la santa y de muchos otros católicos franceses:

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