1.07.19

Una catequesis dirigida al corazón

(Infocatólica) El P. Francisco Javier Carrión Armero, nacido en Cornellá de Llobregat, Barcelona, es sacerdote de la congregación de los Legionarios de Cristo y gran estudioso y conocedor de los entresijos de la filología y de las letras. Además, Don Francisco Javier, que, como dice en su blog El olivo viejo, “ejerce el doloroso y, a la vez, gozoso oficio de la poesía”, es uno de los poetas participantes en el libro 400 poemas para explicar la fe, de Yolanda Obregón.

- Escribe usted poemas de todo tipo: tanto verso libre como otras poesías con rima tradicional. ¿Está pasada de moda la poesía con métrica y rima o tiene algo que aportar?

Efectivamente, he escrito poemas según la métrica tradicional y también me he expresado en verso libre. Sin embargo, tengo más poemas del primer tipo y los estimo más.

Como todo lo clásico, el metro y la rima tradicional permanecen, no han pasado de moda. Lo que ocurre es que nuestra sociedad ha perdido el gusto por un plato tan exquisito y difícil de preparar. Es evidente que se necesita una educación literaria para saborear este tipo de versos. El metro tradicional y la rima no pasarán de moda siempre y cuando haya poetas dispuestos a mantener viva esa tradición. Creo que la poesía tradicional es el auténtico campo de ejercicio del poeta. Para escribir con métrica tradicional tienes un campo de acción limitado al metro y a la rima. El metro tiene sus propias reglas y tienes que respetarlas; esto te obliga a limar el escrito, a agudizar el ingenio, a encontrar la palabra exacta. También significa dejarte llevar por la cadencia de los acentos y las rimas. Creo que la poesía es sobre todo ritmo, repetición, música, a fin de cuentas. El poeta se une así a otros ritmos y repeticiones plasmados en la creación: las estaciones, el día y la noche, la vida y la muerte, etc.

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26.06.19

El cristianismo superficial y feo

Quizá una de las más graves acusaciones que se podrían hacer al catolicismo en boga en nuestra época, el que se predica y vive en numerosas parroquias, es su superficialidad y su feísmo. Una superficialidad teológica, litúrgica y devocional que se manifiesta, por ejemplo, en que, cuando una persona abandona ese catolicismo superficial, no deja rastro alguno, más allá de un cierto alivio y una dosis no pequeña de hastío y rencor difusos. Un feísmo, asimismo, que repele instintivamente e impide que se produzca ese “bautismo de la imaginación” tan fecundo que está detrás de todo el arte occidental desde el siglo I.

En otras épocas, en cambio, el catolicismo tocaba lo profundo del alma y, humanamente, avivaba la imaginación de artistas, filósofos y científicos. Hasta los ateos eran, en cierto modo, católicos. Incluso después de haber abandonado el cristianismo, no podían dejar de pensar en él (o, mejor dicho, en Él), aunque fuera para combatirlo. Casi siempre, guardaban como un tesoro escondido a los ojos de los hombres, a veces también a los propios, algún pequeño resto de devoción del que no podían o no querían librarse y que quizá fuera el camino elegido por Dios para que se salvaran.

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21.06.19

El espíritu de conquista

Leo en los medios que el Papa Francisco ha dicho recientemente que la “docilidad al Espíritu implica un estilo de vida y una proclamación sin un espíritu de conquista, sin la voluntad de hacer proselitismo (es la peste) y sin una intención agresiva de refutación”. Me he quedado pensando en esta frase y me ha parecido necesario hacer una brevísima reflexión sobre ella.

Como es lógico, no es mi intención corregir al Papa, entre otras cosas porque el Pontífice actual no se caracteriza por la claridad de su pensamiento y no sé muy bien qué quiere decir con esa frase. Supongo que estará criticando la intención de quedar por encima de los demás o algo por el estilo. En cualquier caso, sin embargo, creo que conviene resaltar que, en principio, no hay nada de malo en el espíritu de conquista en la Evangelización, como muestra sin lugar a dudas la historia de la Iglesia.

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19.06.19

Todo cuanto nos rodea está preñado de misterio

(InfoCatólica) José Alberto Ferrari es un conocido poeta argentino cuyos versos, profundamente católicos, atesoran la ingenuidad de la infancia y la mirada limpia de los niños, que permite ver a Dios, como se refleja en su último libro, Elogio de la niñez. Es también uno de los autores participantes en el libro 400 poemas para explicar la fe, de Yolanda Obregón, recientemente publicado por la Editorial Vita Brevis.

- Profesor de historia, máster en dirección de empresas, cuatro hijos… ¿y tiene tiempo para escribir poesía?

Es lo que uno más quisiera… pero demasiado tirano es el tiempo cronológico. La verdad es que no resulta fácil encontrar momentos para la creación, y eso que uno con las migajas se conforma. Sin embargo, algo corre a nuestro favor: tú ya sabes que la poesía pende de la inspiración y no se escribe tanto por obligación cuanto por necesidad. Y es tal la necesidad, que no cesa hasta haberse manifestado —bien o mal— aquello que vislumbró el ojo interior. De modo que el tiempo, sea como fuere, aparece.

- Escribir poesía conlleva tener pocos lectores, pero si además es poesía expresamente católica, parece la receta perfecta para no tener éxito en el mercado actual. ¿Ser poeta es el equivalente literario del voto de pobreza de las órdenes religiosas?

¡Claro, tienes razón! Un mundo que ha desterrado la Verdad y el Bien —o no los conoce, o los persigue— se torna incapaz de buscar, percibir y manifestar Belleza. Yo te diría que si la poesía es buena —digamos evocadora, significativa, capaz de elevar el alma—, aún sin ser expresamente católica, ya tiene serios motivos para el fracaso.

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10.06.19

El amor no es ciego

El amor no es ciego, tiene una vista excelente. El enamoramiento es corto de vista y algo distraído. Las que son ciegas son la pasión y la lujuria.

Si explicásemos estas cosas a nuestros hijos cuando tienen edad de comprenderlo, les ahorraríamos muchos sinsabores.