15.09.25

Jesuitas entre los berberiscos

La época de las plazas fuertes en el norte de África fue un tiempo épico, cuajado de acciones heroicas, mártires y renegados, galeras piratas, audaces incursiones, esclavos y monjes rescatadores, sultanes y reyes, presidios, asedios, alianzas, traiciones, desastres y victorias. Es una verdadera pena que los hispanohablantes la conozcamos tan poco.

Cuando terminó la reconquista de la Península, era natural que los nuevos reinos se plantearan continuar liberando los antiguos territorios cristianos del norte de África. En efecto, lo que hoy llamamos el Magreb había sido mayoritariamente cristiano, con seiscientas diócesis, especialmente en la costa, pero también en gran parte del interior, hasta las oleadas musulmanas que conquistaron todo el litoral norteafricano y la España visigoda.

Los Españoles y portugueses, pues, decidieron reconquistar también aquella parte de la antigua cristiandad. Por desgracia, al final de la Edad Media habían desaparecido ya por completo los cristianos norteafricanos, a los que se había dado a elegir entre la muerte y el Corán, de modo que no era fácil lanzar una reconquista a gran escala. En su lugar, España y Portugal fueron creando presidios  y pequeñas ciudades fortificadas en la Berbería, rodeados por grandes zonas en poder del Islam. Más o menos en la misma época, la captura de esclavos europeos se convirtió en un lucrativo negocio para los piratas berberiscos y miles de cristianos se pudrían en sus prisiones.

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13.09.25

¿Para qué queremos ir al cielo?

Hablamos poco del cielo. ¿Cómo vamos a desearlo si no hablamos de él? ¿Y cómo vamos a llegar allí, si no lo deseamos con todas nuestras fuerzas? San Agustín y Santa Mónica, cuando estaban en Ostia en el viaje de vuelta a África, no dejaban de hablar del cielo. “Conversábamos dulcísimamente”, cuenta San Agustín, mientras se preguntaban “cómo sería la vida eterna de los santos”.

Lo mismo deberíamos hacer nosotros frecuentemente, para aumentar así nuestro deseo del cielo. Es una cuestión que nos supera por completo, claro, porque el cielo excederá nuestras expectativas. Tus promesas han superado tu fama, canta el salmista. Aun así, en Cristo se nos ha revelado lo suficiente para que podamos meditar sobre ello durante toda nuestra vida, sin cansarnos, pregustando así un poquito lo que será el cielo y encontrando siempre nuevas cuestiones sobre las que reflexionar.

Por ejemplo, hay una cuestión que suele aparecer al hablar del cielo: ¿lo deseamos porque allí seremos felices o eso es egoísta y solo debemos desearlo porque veremos a Dios y podremos darle gloria? Es una pregunta sutil, pero a la vez muy profunda e interesante, así que aprovecharé que tengo un santo estupendo, cuya fiesta se celebrará dentro de poco, para pensar un poco sobre ella.

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11.09.25

La mejor definición de hereje

Hay diversas formas de definir la herejía y a los herejes, como corresponde a un concepto tan importante para la Iglesia. El Código de Derecho Canónico define jurídicamente la herejía como “la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma” (c. 751) y la castiga con la excomunión latae sententiae (c. 1364).

Santo Tomás de Aquino decía que la herejía es “una especie de infidelidad, propia de quienes profesan la fe de Cristo, pero corrompiendo sus dogmas” y, muy perspicazmente, explica su etimología siguiendo a San Jerónimo: “herejía, vocablo griego, significa elección; es decir, que cada uno elige la disciplina que considera mejor”.

Se podrían citar muchas más, pero, a mi juicio, la mejor definición de hereje (¡y la más divertida!) la dio un español hace algo más de siete siglos.

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9.09.25

¿Y si volviéramos a las primeras comuniones individuales?

Nuestra época está obsesionada con el absurdo dogma de que lo nuevo siempre es mejor y eso dificulta mucho que se corrijan sus errores, tanto los más graves como los más pequeños. Muchas de las cosas que hoy nos destruyen o simplemente nos irritan, desde el “matrimonio” del mismo sexo hasta los taponcitos atados a las botellas de plástico, se originaron como la “brillante” idea que tuvo alguien de cambiar alguna cosa u otra porque sí, porque tocaba hacer algo nuevo.

Aunque en muchos casos pronto se hizo evidente que las supuestas ideas brillantes eran despropósitos absolutos con consecuencias nefastas, nadie se atrevió a volver a la situación anterior, porque, si lo nuevo es siempre mejor que lo antiguo, volver atrás resulta inconcebible por mucho que la realidad lo pida a gritos.

Veamos un ejemplo sencillo y sin grandes complejidades: la primera comunión de los niños. Antiguamente, era frecuente que la primera comunión se realizara de forma individual. Cada niño se preparaba para recibir su primera comunión siendo instruido en el Catecismo, instrucción que era más bien corta, porque se entendía que el niño ya había sido educado como cristiano en su familia y lo seguiría siendo después.

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5.09.25

Aprendamos del cardenal Cupich

A los católicos, a menudo la fe católica nos salva de decir tonterías. Cuando no es así, porque no se trata de temas de fe, la prudencia es una virtud muy útil en el mismo sentido. Si somos poco virtuosos, aún podemos acudir al sentido común para no decir muchas tonterías. En última instancia, si nuestra fe está en horas bajas, nuestra virtud es más bien tibia y nuestro sentido común no aventaja al de un pepino de mar poco brillante, el deseo instintivo de no ser el hazmerreír de los hombres y los coros angélicos también puede ayudarnos a no meter innecesariamente la pata.

Veamos un ejemplo. El cardenal Cupich, arzobispo de Chicago es, indiscutiblemente, uno de los peores obispos de los Estados Unidos. A fin de cuentas, es pupilo del tristemente famoso cardenal McCarrick y ha destacado por ser el mayor opositor de la excomunión de los políticos “católicos” abortistas, prohibir a sus sacerdotes rezar ante las clínicas abortistas, promover la adopción por las parejas del mismo sexo y la aprobación de estas por la Iglesia, defender la ordenación de mujeres, destruir su propio seminario, desear el cambio “radical de la enseñanza de la Iglesia” y el “abandono de las creencias más preciadas”, apoyar al gran partido abortista estadounidense y tener la dudosa distinción de ser el único obispo que ha sido abucheado en una marcha por la vida, entre otras cosas. A pesar de todo esto, o quizá por ello, el Papa Francisco le nombró primero arzobispo y después cardenal.

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