¿Por qué me persigues?
Estos últimos días se ha hablado mucho de la persecución a los cristianos, al hilo de los diversos artículos sobre el día del Orgullo Gay o sobre la Educación para la Ciudadanía. Uno de estos días, intentaré, si Dios quiere, tratar algunas de las persecuciones concretas que los cristianos viven actualmente.
Hoy, sin embargo, me gustaría analizar un tema previo, que es fundamento necesario del mencionado: ¿Por qué razones puede sufrir persecución un cristiano? ¿Todas las persecuciones son iguales? ¿Hay alguna persecución que esté “justificada”?

Esta semana, el texto que vamos a ver es de otro Padre Apostólico, es decir, de un santo que conoció personalmente a los Apóstoles y recibió de ellos el Evangelio. Se trata de San Clemente de Roma, el tercer papa, que fue obispo de la comunidad de roma desde el año 89 hasta el 97. Murió mártir, como sus modelos Pedro y Pablo y como todos los papas de aquella época.
Como el último artículo sobre este tema fue, más bien, de tipo filosófico-teológico, hoy quiero darle un enfoque más personal y experiencial. Llevo casado algo más de dos años y medio. Tengo dos hijos pequeños. Cecilia tiene un año y ocho meses y Esteban tres semanas.
Constantemente se afirma, estas últimas semanas, que la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía no tiene una carga moral y no es contradictoria con lo enseñado por la Iglesia.
Nuestro modo de pensar está muy determinado, como es lógico, por nuestra historia. La Ilustración y el Cientifismo de los siglos XVIII y XIX nos han legado un sentimiento, algo difuso, de que la razón se opone a la fe y de que el conocimiento científico es el ideal de todo conocimiento.



