Castillos de arena
Caminar por la orilla del mar ayuda bastante a pensar sobre las cosas de Dios. Y si no, que se lo pregunten a San Agustín. Yo, más modestamente, paseando por las playas de la Manga, me he fijado en un castillo de arena. Sin duda, había sido construido con gran trabajo y mucho tiempo, porque era un buen castillo, pero bastó un segundo para que una ola más grande que las demás lo destruyera totalmente y apenas quedara nada. Vanidad de vanidades, como dice el Eclesiastés.
El castillo de arena me ha recordado, no sé porqué, los cuatro grandes rascacielos que se están construyendo en Madrid y que dominan, desde la distancia, la silueta de la ciudad. Cuando uno se acerca a Madrid, lo primero que se ve en la distancia son ahora estos edificios, que superan con mucho la altura de las torres inclinadas de Plaza Castilla. También al alejarse de la ciudad, lo último que se ve son estos nuevos rascacielos en construcción.

Hoy, 8 de septiembre, la Iglesia conmemora la Natividad (el nacimiento) de la Virgen. Es una fiesta muy antigua, que se celebra desde el siglo VI.
Me ha parecido muy significativo un artículo publicado ayer aquí, en Religión Digital, titulado “
Ahora que ya han pasado unos días desde que a todo el mundo le dio por escribir sobre los sombreros y zapatos rojos del Papa, voy a dar yo mi opinión, de forma más pausada (debo reconocerlo, soy bastante lento y prefiero darles vueltas a las cosas antes de hablar de ellas).
Esta mañana hemos podido leer en los periódicos los resultados de una encuesta sobre el matrimonio realizada por una empresa de móviles. En esa encuesta se revelaba que el 46 % de los casados espía los mensajes de sus parejas.



