Signos de la Fe (X): ¿se pueden creer hoy los dogmas?
En los últimos días, hemos discutido bastante en este blog sobre algunos dogmas en particular y sobre la existencia de dogmas en general. En un momento dado de estas discusiones, una comentarista hizo la pregunta clave: ¿qué valor tiene la confesión de un dogma acríticamente aceptado?
Como diría Santo Tomás, parece que un dogma acríticamente aceptado no puede tener ningún valor. Si los dogmas son algo que se cree porque sí, porque hay que creérselos, ¿qué valor pueden tener? Más aún, ¿no serán algo radicalmente contrario al instinto de buscar la verdad que tiene el ser humano?

Ya he dicho más de una vez que, a mi juicio, los comentarios en Religión Digital son, en ocasiones, mejores que los propios artículos. En cambio, otras veces, a lo que llevan es a que se pueda uno reír con ganas, que también es algo bueno. De este último tipo fueron unos comentarios de hace un par de semanas, relacionados con el autor de la Cigüeña de la Torre que, como él mismo nos ha dicho, actúa de vez en cuando como ministro extraordinario de la comunión en su parroquia de Pozuelo. Aunque algo antiguos, no quiero dejarlos pasar sin añadir mi propia opinión.
Después de un par de artículos polémicos, he pensado que sería bueno dedicar el domingo a algo más tranquilo y alegre y ofrecer un villancico a los lectores. Este villancico lo compuse hace un par de navidades, al darme cuenta de que la mayoría de la gente hace fiesta en esta época del año por costumbre, pero sin celebrar nada. Si les preguntas, la mayoría te dirán que es fiesta porque sí, porque hay que hacer fiesta, pero sin ninguna razón real que afecte a sus vidas. Quizá por eso tanta gente está harta de la Navidad.
Desde que escribo en este blog, he recibido multitud de comentarios que, más que negar un dogma u otro, lo que hacen es prescindir enteramente de los dogmas. Ayer, que hablábamos del Credo, esta actitud fue especialmente evidente. Se afirma que lo único importante es querer a los demás o, como mucho, que basta con saber que Dios es nuestro Padre y que nos quiere. Lo demás, se dice, son “barroquismos”, “cosas de teólogos”, “antiguallas” que alejan el cristianismo de la gente y que no tienen ni ninguna importancia.
La semana pasada vi algo que me escandalizó bastante. El día de la Inmaculada fui a misa a la parroquia que me corresponde territorialmente, a una misa celebrada por el párroco. Acostumbro a ir a misa a otra parroquia diferente y, cuando voy a ésta, suele ser a las misas presididas por otros sacerdotes, por lo que es raro que coincida con el párroco. Quizá por eso me sorprendió que se inventara un credo suyo particular, que venía a decir (cito de memoria):








