Los comienzos de la Iglesia contados por Eusebio de Cesarea (I)
LAS PRIMERAS HEREJIAS DE LA CRISTIANDAD
Comenzamos una serie de artículos sobre la primitiva cristiandad de la mano de Eusebio de Cesarea, al cual en esta ocasión no vamos a comentar sino simplemente escuchar y aprender de su sabiduría de gran historiador.
Con Eusebio de Cesarea se abre la edad de oro de la literatura patrística y -lo que nos interesa concretamente a nosotros- la historiografía cristiana. No existe ninguna biografía de Eusebio realizada por sus contemporáneos. Se cree que su sucesor, Acacio, obispo de Cesárea, escribió una pero no ha subsistido. El lugar y año de su nacimiento se desconocen. Algunos eruditos opinan que habría nacido entre el 275 y el 280. Sus padres no eran judíos pero tampoco hay prueba alguna de que hayan sido cristianos. Arrio le llamaba “hermano” de Eusebio de Nicomedia pero esto probablemente refleja el uso cristiano o una hermandad teológica y no de sangre. Se sabe muy poco sobre su juventud y el principio de su entrenamiento. Sin embargo, pronto comenzó a ser estudiante en la escuela teológica de Cesárea. Aparentemente, alrededor del año 296, siendo aún un estudiante en Palestina, Eusebio vio por primera vez a Constantino.
Poco después del 313 pasó a ser obispo de Cesárea. Se desconoce cuándo fue ordenado como diácono o sacerdote. Algunos creen que no fue ordenado en absoluto hasta ser electo obispo. En el 314 estalló una breve persecución bajo el mando de Licinio pero no afectó a Palestina y Egipto. En el 315, Eusebio se conoce como alguien que ya ha sido obispo por un tiempo. Alrededor del 318, los problemas arrianos comenzaron a ser serios. Él y Constantino parecieron ponerse de acuerdo respecto a la mayor parte de la política. Dado que era moderado, consideraba que la iglesia debería dar un lugar tanto a los seguidores de Arrio como de Atanasio. Sin embargo, generalmente votaba con la mayoría, pero después de Nicea realizó muchos esfuerzos para prevenir la total alienación de los arrianos de la corriente dominante de la iglesia.
En el 330 rechazó la oferta de ser obispo de Antioquía. Asistió al Consejo de Antioquía en el 331 y al Consejo de Tiro en el 335. Asimismo, activó en los Sínodos de Jerusalén y Constantinopla en el mismo año. Fue el orador principal en el trigésimo aniversario del reino de Constantino. Este panegírico luego se adjuntó a su Vida de Constantino. Eusebio conservó el alto aprecio de Constantino y fue uno de sus consejeros cercanos por lo menos desde el 325, si no desde el 313. Constantino falleció en el 337 y Eusebio poco después en el 339 o 340 a la edad aproximada de ochenta años.
LIBRO II
Acerca de Simón el mago
XIII 1. Como fuera que la fe en nuestro Salvador y Señor Jesucristo se divulgaba ya entre todos los hombres, el Enemigo de la salvación de los hombres condujo a Simón a la ciudad imperial, con la intención de apresarle de antemano. Y de este modo, apoyando a ese hombre en sus hábiles encantamientos, consiguió apoderarse para el extravío de muchos habitantes de Roma.
2. Justino, que fue persona notable de nuestra doctrina poco después de los apóstoles, también muestra este hecho. A este autor lo iremos citando cuando sea preciso. En su primera Apología, dirigida a Antonio, escribe lo siguiente en defensa de nuestras creencias:
3. «Después de la ascensión del Señor al cielo, los demonios compelían a algunos hombres a llamarse a sí mismos dioses, y a éstos no sólo no perseguiste sino que han sido tenidos por dignos de veneración. Cierto Simón, samaritano, de la aldea llamada Gibón, realizaba, en tiempos del césar Claudio, milagros mágicos por arte de los demonios que operaban en él; fue considerado dios en Roma, nuestra ciudad real, y como tal fue honrado entre vosotros con una estatua en el río Tíber entre los dos puentes, con la siguiente inscripcién en latín: “SIMONI DEO SANCTO", lo que significa: A Simón, el dios santo.
4. »Y casi todos los samaritanos, e incluso algunos de otros pueblos, le reconocen y adoran como el primer Dios. También decían que una tal Elena, que por entonces iba con él, aunque anteriormente había estado en un prostíbulo —en Tiro de Fenicia— era el Primer Pensamiento producido por él».
5. Esto es lo que expone Justino, y con él está de acuerdo Ireneo en su primer libro Contra las herejías, donde describe a este hombre junto con su enseñanza sacrílega y malvada. Sería excesivo referirla en la presente obra, cuando todos los interesados en el origen, las vidas y los falsos principios de los heresiarcas que le siguieron, juntamente con sus formas de actuar, pueden encontrarlos en el libro de Ireneo que ya hemos mencionado.
6. Así pues, la tradición ha llegado hasta nosotros según la cual Simón fue el primer iniciador de toda herejía. Y desde él mismo hasta nuestros días, cuantos toman parte en sus herejías y fingen la filosofía de los cristianos, sensata y conocida por todos por su máxima pureza de vida, no se aferran menos que antes a la superstición idolátrica de la que se creían libres; pues se inclinan ante escritos e imágenes de Simón y de la mencionada Elena que andaba con él; además se dedican a prestarles culto con incienso, sacrificios y libaciones.
7. En cuanto a sus obras más secretas, se dice que quien las escucha por primera vez queda horrorizado; y, según un escrito que corre entre ellos, ciertamente están repletas de espanto, de extravío mental y locura y tan terribles son, que no sólo no es posible consignarlas por escrito, sino que un hombre sobrio no puede mencionarlas con sus propios labios, debido a su exagerada obscenidad y sus perversas obras.
8. De modo que cualquier cosa vergonzosa e infame que se pueda imaginar es claramente superada por la repugnante herejía que profesan estos hombres, que abusan de mujeres dignas de misericordia y ciertamente oprimidas por todo tipo de males.
LIBRO III
Acerca del mago Menandro
XXVI 1. Menandro fue el sucesor del mago Simón, y por su modo de actuar demostró ser un arma diabólica no inferior a la primera.
También era samaritano, y no fue inferior a su maestro en su avance hacia la cumbre de la hechicería, sino que sobreabundó en adivinaciones aún mayores. Y decía, como si lo fuera, que él era el salvador enviado para salvación de los hombres, de algún lugar en las alturas, desde lugares invisibles.
2. Enseñaba que a nadie le era posible superar a los mismísimos ángeles hacedores del mundo si primero no era guiado a través de la experiencia mágica impartida por él y por su bautismo. Los que han sido juzgados dignos de este bautismo ya tienen parte en la vida presente de la inmortalidad imperecedera, y no morirán, sino que han de permanecer para siempre, sin envejecer y siendo inmortales. Todo esto se conoce fácilmente por Ireneo.
3. Justino, cuando menciona a Simón, por el mismo hecho añade también este comentario sobre el otro: «Tenemos noticias además de que un tal Menandro, también samaritano, de la aldea de Caparatea, habiendo sido discípulo de Simón y aguijoneado por los demonios, vino a Antioquía y engañó a muchos con su arte mágica. Convenció a sus seguidores de que no morirán, y aún hay algunos de los suyos que lo confiesan».
4. Se trataba de la obra diabólica que, por medio de estos magos disfrazados con nombres cristianos, se esforzaba en desacreditar, con su magia, el gran misterio de la piedad y en ridiculizar, por medio de ellos, los dogmas de la Iglesia referentes a la inmortalidad del alma y la resurrección de los muertos.
A pesar de ello, cuantos han tomado a éstos por salvadores, han caído de la verdadera esperanza.
Acerca de la herejía de los ebionitas
XXVII 1. A otros el maligno demonio, no pudiendo arrebatarles de su dedicación para con el Cristo de Dios, se los hizo suyos al encontrarles algún otro punto débil. Los primeros fueron llamados Ebionitas acertadamente, pues consideraban a Cristo de un modo pobre y bajo.
2. Creían que era un hombre simple y común, que iba justificándose a medida que crecía en su carácter, y que nació como fruto de la unión de un hombre y de María. Les parecía indispensable cumplir la Ley, como si no pudieran salvarse con la sola fe en Cristo y una vida conforme a ella.
3. Además de éstos, existieron otros con el mismo nombre que estaban libres de las cosas absurdas de los anteriores. No rechazaban el hecho de que el Señor naciera de una virgen y del Espíritu Santo, pero, del mismo modo que aquéllos, no confesaban que ya preexistía puesto que era él mismo Dios, el Verbo y la Sabiduría. También volvían a la impiedad de los primeros, principalmente cuando, como ellos, se afanaban en honrar el culto a la Ley escrita
4. También creían que se habían de rechazar definitivamente las Epístolas del apóstol Pablo, al que llamaron apóstata de la Ley, pero hacían uso exclusivo del llamado «Evangelio a los Hebreos», ignorando los demás.
5. Guardaban el sábado (como los primeros) y toda la conducta judaica, pero el domingo observaban prácticas parecidas a las nuestras en memoria de la resurrección del Salvador.
6. Por esta causa de estos hechos llevan esta denominación, porque el apelativo Ebionita expresa la pobreza de su mentalidad. Pues los hebreos llaman con este nombre al pobre.
Acerca del heresiarca Cerinto
XVIII 1. Por ese tiempo Cerinto se hizo jefe de otra herejía. Cayo, al cual citamos antes, escribe sobre él lo siguiente en la investigación que se le atribuye:
2. «También Cerinto introduce ciertos milagros por unas revelaciones que afirma fueron escritas por un gran apóstol, y dice falsamente que le fueron enseñadas por ministerio de ángeles, que, tras la resurrección, el reino de Cristo será terrenal y que la carne que estuvo en Jerusalén será esclava de nuevo de pasiones y placeres. Siendo como es un enemigo de las Escrituras de Dios, y deseando engañar, asegura que tendrá lugar una fiesta nupcial de mil años».
3. Dionisio, que recibió el episcopado de la región de Alejandría durante mucho tiempo, también menciona a este mismo hombre en el libro II de sus Promesas, cuando dice que ciertos aspectos del Apocalipsis de Juan fueron recibidos de una tradición ya desde antiguo. Escribe así:
4. «Asimismo Cerinto, el que formé la herejía que lleva su nombre, la herejía cerintiana, y que deseó acreditar su ficción con un nombre digno de fe. El fundamento de su enseñanza es éste: que el reino de Cristo será terrenal.
5. »Y puesto que él mismo era un amador del cuerpo y totalmente carnal, anhelaba que sería como él soñaba: con saciedad del vientre y debajo del vientre, es decir con alimentos, con bebidas y con uniones camales, y con todo aquello con lo que creía se proporcionaría todos estos placeres del modo más elogioso: fiestas, sacrificios e inmolaciones sagradas».
6. Esto, según Dionisio. E Ireneo, tras explicar, en el libro I de su tratado Contra las herejías, alguna de las más vergonzosas creencias falsas de Cerinto, también expone por escrito, en el libro III, un relato no digno de olvido, según parece procedente de la tradición de Policarpo. Asegura que, en cierta ocasión, entrando el apóstol Juan en unos baños con la intención de lavarse, y notando la presencia de Cerinto en el interior, se apartó del lugar y huyó en dirección a la puerta, pues no podía aguantar el permanecer en el mismo techo que aquél. Además exhortaba con las siguientes palabras, a los que con él se hallaban, que le imitasen: «Huyamos, no vaya a ser que los baños se desmoronen porque está dentro Cerinto, el enemigo de la verdad».
Acerca de Nicolás y de los que se denominan con su nombre
XXIX 1. Por aquel entonces se consolidó también la herejía de los nicolaítas, pero duró muy poco tiempo. Ésta también se menciona en el Apocalipsis de Juan. Ellos afirmaban que Nicolás era uno de los diáconos que, junto con Esteban, habían sido encargados por los apóstoles del cuidado de los pobres. Clemente de Alejandría relata lo siguiente en el libro III de sus Stromateis:
2. «Dicen que tenía una mujer encantadora y que, después de la ascensión del Salvador, acusándole los apóstoles de ser celoso, la puso en medio y le concedió unirse con quien lo quisiera. Pues dicen que aquel hecho estaba de acuerdo con este dicho: “Es preciso abusar de la carne.” Así, siguiendo lo que tuvo lugar y lo que se dijo con simpleza y sin previo examen razonado, se prostituyen sin ningún pudor los que participan de esta herejía.
3. »No obstante, me consta que Nicolás no tuvo relación íntima con ninguna mujer con la excepción de con la que se había casado, y además de sus hijos, las hijas envejecieron vírgenes y el hijo se conservó puro.
»De esta forma su acción de poner a su esposa de la que estaba celoso en el medio de los apóstoles fue una expulsión de la pasión, y la continencia de los placeres más perseguidos enseñaba a “abusar de la carne". Porque creo que, de acuerdo con la insstrucción del Salvador, “no quería servir a dos señores": el placer y el Señor.
4. »Dicen que también Matías enseñaba lo mismo, es decir, luchar contra la carne y abusar de ella sin concederle nada de placer, y hacer crecer el alma con la fe y el conocimiento». Sea, pues, esto suficiente acerca de los que, a pesar de encargarse de pervertir la verdad, lo hacen con más rapidez de lo que se tarda en decirlo.
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