Pablo VI y el régimen de Franco (I)
LOS ANTECEDENTES
En 1996, el diario español “El País” publicaba, con mayor o menor precisión histórica, que cuando Franco se negó a indultar en 1975 a cinco condenados a muerte, el Papa Pablo VI ordenó a sus prelados cortar con “un Gobierno cuyas manos chorrean sangre“, según el diario de Gian Franco Pompei, embajador italiano ante la Santa Sede de 1969 a 1977. Pompei falleció en 1989, pero confió a su amigo Pietro Scoppola la publicación del diario que cubre el periodo de su gestión, unos, años caracterizados por las tensiones entre la Iglesia y el régimen franquista.
Siguiendo la noticia, en su libro “Un embajador en Vaticano“, Pompei narraba las explicaciones que le dio monseñor Giovanni Benelli, adjunto a la secretaría de Estado vaticana, sobre el último intento del Papa para detener las ejecuciones y el disgusto que le ocasionó. El enviado de Pablo VI, monseñor Dante Pasquienelli, fue recibido por el presidente Carlos Arias Navarro el 26 de septiembre, víspera de las ejecuciones. “Con esa intervención“, le dijo Benelli, “el Papa se ponía de rodillas ante Franco para implorar la gracia” en su nombre. Según Pompei, los prelados recibieron la orden de no asistir a una recepción prevista para el 28 de septiembre en la embajada de España.
Se trataba del último desencuentro entre el régimen de Franco y Pablo VI, pero la cosa había empezado años antes, cuando el Pontífice era todavía Cardenal, para continuar a lo largo de los años. De modo rápido lo explica José André Gallego en su libro “La época de Franco”: “La petición de gracia del entonces Cardenal Montini para unos anarquistas condenados a muerte anticipó las difíciles relaciones entre Franco y Montini, después que éste fuera elegido Papa. La negativa de Franco a renunciar al anacrónico derecho de presentación fue sólo parte del conflicto, en cuyo fondo estaba el contraste entre la Iglesia del Segundo Concilio Vaticano, que Pablo VI había llevado a puerto, y el régimen de Franco”. Los anarquistas a los que se refiere el autor son Grinau, ejecutado el 20 de abril de 1963 y Granados y Salgado, ejecutados el 17 de agosto. El entonces Arzobispo de Milán, Montini (que en la segunda ejecución ya era Papa, junto a otras significadas personalidades, pidieron clemencia, que le fue negada por Franco. Es más, de modo más o menos espontáneo, desfilaron derechistas por las calles de Madrid gritando “Franco sí, Montini no”.
En realidad, se ha señalado que las dificultades entre el régimen del general Franco y la Santa Sede habían empezado ya durante la misma guerra civil. En otro artículo hemos señalado como, en un principio, el gobierno de Burgos había sido recibido en Roma con mucha cautela, rayana en la frialdad. Con el tiempo, si bien se fue aclarando la buena voluntad de dicho gobierno para con la Iglesia, no faltaron los desencuentros. Los recuerda Antonio Marquina Barrio en un artículo sobre el Concordato del 1953:
“La guerra civil española había supuesto la cristalización de las posiciones de ambas partes. La tirantez mantenida por la tardanza en el reconocimiento del bando nacional, a pesar de la tremenda persecución religiosa en la zona republicana, los planteamientos expeditivos del bando nacional en algunas cuestiones, como fue forzar el abandono del obispo de Vitoria de su diócesis, o, posteriormente, las dificultades puestas a la vuelta a España del cardenal Vidal y Barraquer, la inhibición de la Santa Sede ante la alianza del Patido Nacionalista Vasco con el Frente Popular que perseguía con enorme saña todo lo religioso católico, los intentos de mediación de la Santa Sede, acogidos en Salamanca y luego en Burgos, como intentos de legitimar y favorecer al Partido Nacionalista Vasco y al bando republicano, los contactos de la Santa Sede con la zona republicana y la negativa de la Secretaría de Estado vaticana al reconocimiento de la pervivencia del concordato de 1851, tal como pretendió la diplomacia del general Franco a partir de la llegada a Roma de Yanguas Messía como encargado de negocios ante la Santa Sede, todo ello supuso la apertura de una gran sima de desconfianza en el bando del general Franco.”
Cuando en 1963 Juan Bautista Montini se convirtió en el Papa Pablo VI, no había transcurrido todavía un cuarto de siglo desde la terminación de la Guerra Civil española y sus consecuencias seguían gravitando sobre la vida de la Iglesia, que convivía en buena armonía con el Régimen político instaurado a raíz de la victoria de los «nacionales», sus defensores en horas de durísima prueba. El Estado español surgido de la Guerra Civil era confesionalmente católico y así lo reconoció el Concordato suscrito entre la Santa Sede y España el 27 de agosto de 1953.
El intento del Régimen de Franco en este asunto no era nuevo, se arrastraba desde el fin de la Guerra Civil Española, pero fue solamente el 25 de agosto de 1953 cuando Alberto Martín Artajo, en nombre de Franco, y Domenico Tardini, en el de Pío XII, firmaban un concordato que se había hecho esperar muchos años. Cuando, el 30 de octubre, Franco lo presentaba en las Cortes para su ratificación, dijo que si había tardado tanto no había sido por desavenencias, sino porque él no había querido comprometer a la Iglesia ante “la torpe conjura internacional contra nuestra patria”, aunque en realidad fue el Vaticano, que notaba el peso de sus anteriores Concordatos con Mussolini con los Pactos de Letrán y con Hitler con el Concordato imperial, quien se había mostrado reticente durante años.
Este documento anunciaba en el preámbulo que tenía como objetivo regular las relaciones entre las dos partes contratantes “en conformidad con la ley de Dios y la tradición de la nación española“; y en el artículo 1 declaraba que la Religión católica “seguía siendo la única de la Nación española”. Por otro lado, en el Concordato se completó la restauración de los privilegios del Clero, que habían sido eliminados en una parte en políticas liberales. La Iglesia estaba exenta de toda censura en su literatura, y sus grupos de Acción Católica podrían ejercer en el territorio español libremente. Asimismo, aseguraba la independencia de la Iglesia y garantizaba el aspecto jurídico de la misma. También se confirió el derecho de presentar los Obispos por parte del Jefe del Estado, y la validez del Matrimonio Canónico.
Pero -nos recuerda Marquina Barrio- un nuevo nuncio, monseñor Antoniutti, venido a España en diciembre de 1953, afirma en sus Memorias que el Concordato “reflejaba una mentalidad y un modo de hacer las cosas que iban a ser superadas a corto plazo”. En efecto, el 9 de octubre de 1958 moría Pío XII, sucediéndole como Papa Juan XXIII. El 25 de enero de 1959 el Papa anunciaba su intención de convocar un concilio donde el episcopado español quedó en evidencia por su inadecuación a los tiempos y las corrientes teológicas más encarnadas en la realidad de los profundos cambios sociales que se estaban produciendo en el mundo, y en el que se aprobó la declaración sobre libertad religiosa, tema que tantas amarguras e incompresiones costó al ministro Castiella6 y el decreto sobre el oficio pastoral de los obispos, en donde se solicitaba de los Estados que todavía lo tuviesen, la renuncia al privilegio de presentación de obispos. El Concordato de 1953 había sido tocado de lleno en su línea de flotación.
De ello era consciente el general Franco al responder a la carta de Pablo VI, de 29 de abril de 1968, quien pedía la renuncia al privilegio de presentación “antes de una posible revisión del Concordato”. Franco señaló que el derecho de presentación “fue modificado en su esencia por el convenio de 1941, al transformarse en un verdadero sistema de negociación”. Franco admitía, en principio, una revisión global que, teniendo en cuenta los precedentes, era lo justo. Pero, de hecho, nunca renunció a este privilegio tan duramente conseguido y conservado de facto hasta su muerte.(Continuará)
37 comentarios
Tanto se superó aquella mentalidad que países de honda tradición católica, como España, están hoy día sumidos en la increencia y el paganismo.
Y, por cierto, "las corrientes teológicas más encarnadas en la realidad de los profundos cambios sociales que se estaban produciendo en el mundo" son las que llevan cuarenta años dinamitando la Iglesia por dentro. Bien hacían los obispos españoles en recelar de esas corrientes.
En cuanto a fidelidad a la doctrina de la Iglesia, ante un pedido del gobierno español a Pío XII de atenuar algunas exigencias del concordato; el Papa respondió negativamente, pues dijo que España se le podía exigir más que a Italia; el resultado, fue la exclusión de España del plan Marshall.
Saludos.
Un hermano de Montini murió en la contienda española en el bando del Frente Popular. Este fue el inicio del desencuentro posterior. De ahí que Pablo VI no visitase nunca España aunque se declarase confesionalmente católica.
Sí, claro, por eso el régimen de Franco sólo promulgó una ley de Libertad religiosa una vez que el Concilio Vaticano II sancionó dicha libertad de religión. Es decir, la Ley fue promulgada únicamente por exigencias de la doctrina católica conciliar.
Grimau no era ningún anarquista, sino miembro destacado del Partido Comunista, casi con toda seguridad denunciado por sus camaradas desde el exterior (la dirección carrillista) para ser atrapado por la policía.
El que Grimau hubiese sido un notorio asesino durante la guerra civil aseguraba que las autoridades le ejecutarían, con lo que el mártir ya estaba presto a rendir servicio a la causa.
La actitud de Pablo VI hacia el régimen de Franco se debía menos a un sentir "humanitario" cuanto a la asunción de determinados postulados ideológicos. Su predecesor Juan XXIII, como él mismo, creyó en el triunfo del comunismo y, por tanto en la necesidad de alinearse convenientemente. ¡Como que el comunismo se hubiera avenido a convivir con la Iglesia!
La actitud de Pablo VI hacia España fue miserable. Sin paliativos. Y el tiempo creo que deja cada día menos margen para pensar lo contrario.
No es del todo exacto, a juzgar por los hechos externos que se conocen. Ante las presiones internacionales de todo tipo por la aplicación del art. 6º del Fuero de los Españoles respecto de los acatólicos, el Ministro de Asuntos Exteriores, Martín Artajo, intentó una mitigación de la intransigencia de las manifestaciones públicas de las confesiones acatólicas. La respuesta de la Santa Sede fue que el mantenimiento del citado artículo era una estricta obligación de conciencia. Y cuando el Cardenal primado de España expuso el problema a Pío XII, arguyéndole con el caso de Italia, país católico similar a España, que sin embargo reconoce con mayor amplitud la actividad de los acatólicos, el Papa respondió: «Pero a Italia no podemos pedir lo que España puede y debe dar.». Por ello, España se vio excluida del Plan Marshall.
Saludos.
"Pío XII tuvo que templar un poco la situación. La oposición era fuerte. La mayoría de
los cardenales de la curia y la Secretaría de Estado hubiesen deseado, en el mes de diciembre
de 1939, ante la actitud firme del Gobierno español, que el Vaticano hubiese respondido de un
modo seco y tajante, casi un ultimátum, que, de ser rechazado por el Gobierno, dejase expedito
el camino para que la Santa Sede procediera a nombrar obispos sin contar con nadie más. El
Papa no se avino a esta propuesta, y por ello le convencieron de que una negativa a las
pretensiones españolas no implicaría una ruptura de relaciones diplomáticas. Una vez vista la
reacción del Gobierno español después de la marcha del señor Yanguas, estos elementos de la
oposición mayoritarios no vacilaron en aconsejar el desahucio de las demandas españolas,
aunque significase una ruptura con una nación de mayoría católica.
Pío XII, por ello, estudió un compromiso tras la vuelta de Yanguas Messía con una
carta de Franco, respetuosa, pero firme y clara, llegando a redactar un decreto de solución en
dos puntos; pero en esto se produjo el incidente del cardenal Segura, de gran complejidad en
su solución, y todo quedó en suspenso. Luego vendría el arrollador avance alemán sobre
Holanda, Bélgica y Francia , con lo que el temor sostenido hasta entonces de un influjo
ideológico nazi en España en materias religiosas fue avivado y no se pudo avanzar. Franco
estaba dispuesto ya a una acomodación, pero el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Ramón
Serrano Suñer, mantuvo una línea intransigente, reivindicando el derecho de presentación tal
cual fue reconocido a los reyes Católicos."
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1)Nombramiento de prelados;
Si es verdad que la Iglesia, como sociedad perfecta, puede nombrar libremente a sus pastores, también es verdad que al Estado interesa que tales pastores, que, por razón de su poder religioso, se convierten en ciudadanos específicamente distinguidos, no conturben el desenvolvimiento de la vida civil comunitaria.
Tal es la razón por la cual los Estados exigen que los obispos que nombra el Papa no sean extranjeros y pretendan asegurarse de la no hostilidad de los mismos hacia los valores que el propio Estado representa.
El llamado derecho de presentación es una de las fórmulas empleadas para lograrlo, debiendo significarse que este derecho no ha supuesto nunca a designación episcopal por el Estado, sino la propuesta de nombres entre los que el Papa elige, con absoluta libertad.
Por otro lado, el derecho de presentación, concordado con España, cuando el estado era confesionalmente católico, no era el único, ni siquiera el más generoso.
Como prueba de ello puede citarse el derecho concedido al presidente de la República laica francesa, para proponer como Obispo a un solo sacerdote, para una diócesis determinada.
Cuando Pablo VI pidió a los jefes de Estado que renunciaran unilateralmente al derecho de presentación, ofreció, a cambio, “ciertas garantías, dentro de unas relaciones cordiales”.
Una parte de ellas es, sin duda, la que lleva consigo una prenotificación por parte de la Iglesia al Estado, a fin de que éste pueda formular objeciones que eviten un nombramiento nocivo.
La formula, perfectamente aceptable, de la prenotificación, carece, por otra parte, de originalidad, y se identifica, en el plano de las relaciones internacionales, con el “placet” que los gobiernos conceden a los embajadores de otros países, y que conlleva la posibilidad de que se considere “non grata” la persona propuesta.
1. El Gobierno no hacía la presentación directamente, sino que estaba sometida a un complejo proceso de sexenas y de ternas, en el que intervenía la Santa Sede. Franco era además muy renuente a vetar a los candidatos propuestos por la Santa Sede.
El historiador Ricardo de la Cierva, citando a Monseñor Guerra Campos, cuenta que de los ochenta y seis obispos (incluidos los dimisionarios) que existían a la muerte del anterior Jefe del Estado, cuarenta y cinco habían accedido al ministerio episcopal mediante el sistema de presentación, sin que Franco hubiera puesto objeción alguna durante las diversas cribas, excepto en un traslado. Entre ellos, muchos obispos luegos considerados "progresistas", como Buxarrais (dos presentaciones de Franco), Díaz Merchán (dos), Tarancón (cuatro presentaciones de Franco, nada menos), Infantes Florido (dos), Dorado (dos), Larrea (una), Martí Alanís (una), Palenzuela (una) y Mauro Rubio (una).
2. En Francia, en la región de Alsacia-Lorena, está vigente todavía el Concordato Napoleónico en virtud del cual las autoridades republicanas mantienen el derecho de presentación sobre los obispos de dicha región.
Y no digo que el Régimen de Franco fuera perfecto en todo; pero era infinitamente mejor que el actual, "por sus frutos los conoceréis". Y además, no afirmaba, hipócritamente, que era democrático sin serlo, al contrario de lo que se hace ahora.
Por cierto, los Papas Pío XII y Juan XXIII hicieron grandes elogios a Franco tras su victoria en la Guerra Civil. No todo fueron desconfianzas, ni mucho menos. Respecto a Pablo VI, considero que se equivocó con Franco y con España, dicho sea con toda humildad y tengo entendido que se arrepintió de esta actitud suya al final de su vida.
-Y aquí el caso presente; Y cómo con Franco las circunstancias del abominable aborto que hoy día degrada a España más abajo que al animal, -pues estos no abortan- ni se dió; Ni creo que él lo hubiera permitido.
Aborto del que dice el Evangelio: La abominable desolación instalada donde no debe. O Donde la conculcación de este templo vida del Espíritu Santo, no tiene perdón ni en este tiempo, ni en el otro.
Ya en 1938 escribió acerca de "la epopeya martirial hispana a manos de los enemigos de la Fe", así de claro.(Riccardi, Il Secolo del Martirio, p. 347)
A pesar de la corrección taranconiana, a menudo saludaba a los españoles (hasta en su mensaje televisado de 1976, que algunos recordarán) con un ¡Arriba España!
Lo que escribe alguien arriba de que un hermano suyo murió luchando en el bando rojo es una falacia. Tuvo dos hermanos. Ludovico Montini falleció en 1990 y Francesco en 1970 ó 1971.
Déjense de cuentos.
JUsto el mismo día en que Franco tomaba posesión, en Burgos, de la Jefatura del Estado, el obispo de Salamanca, Enrique Plá y Deniel, catalán de nacimiento, publicaba una carta pastoral que titulaba " Las dos ciudades ". En línea con el de Olaechea ( el primero que utilizó el término CRUZADA ) y Múgica del 6 de agosto, este documento quería insistir en la obligación moral para los católicos de negar lógicamente cualquier clase de ayuda a los perseguidores de la Iglesia. Tomando como base la doctrina agustiniana sobre las dos ciudades -la de aquellos que por amor a Dios llegan al menosprecio de sí mismos, y aquella otra que por amor a sí mismos desprecian a Dios-, llegaba a la conclusión de que aquella contienda era, en realidad, UNA CRUZADA, pues se estaba dirimiendo la supervivencia del HONOR de Dios, de la religión y de la santa Iglesia en España. De esta idea se apoderaron luego otros eclesiásticos, incluyendo al Papa que, después y en más de una ocasión, se refirió a los sucesos de España con este nombre: CRUZADA. La «cruzada» era, en sus intenciones, una exigencia: el Alzamiento tenía el deber ineludible de orientar su marcha hacia el restablecimiento de todas las condiciones indispensables para asegurar los derechos y la libertad de la Santa Iglesia.
Pablo VI, tuvo un que hermano murió luchando contra Franco y este, no admitió la CRUZADA española alabada por sus compañeros, los anteriores Papas.
Un caso claro de traición y menosprecio a los altos ideales nacionales españoles por defender la santa religión y la Iglesia de Cristo.
La postura de Pablo VI en este tema fue penosa, traidora y lamentable.
Pero esto es solo la cabeza del iceberg de la responsabilidad de Pablo VI para con la Iglesia y con España. Veamos unos apuntes (ver también http://www.minutodigital.com/actualidad2/2009/04/28/pedro-rizo-pablo-vi-y-la-autodemolicion-de-la-iglesia/):
- La llegada a la Sede de San Pedro del ex-Pro-Secretario de Estado, Juan Bautista Montini, determinó una auténtica revolución. Pablo VI impulsó un cúmulo de audaces cambios, transformaciones y errores no superado en la historia de la Iglesia.
- Pablo VI habló en enero de 1976 sobre "la traición de los clérigos". Desde 1965, de los 400,000 sacerdotes con que contaba la Iglesia, unos 90,000 habían dejado el ministerio, gran parte fruto de su “Concilio”.
- Pablo VI afirmó “tener la sensación de que por alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en le templo de Dios” (29-6-1972). Muchos años después, el Cardenal Virgilio Noéaseguró que el Papa se refería a “todos esos sacerdotes, obispos y cardenales que no adoraban correctamente a Dios al celebrar mal la Santa misa debido a una interpretación equivocada de lo que quiso implementar el pablosextino Concilio Vaticano II.
- Franco escribió una carta a Pablo VI el 29 de diciembre de 1972 en la que expresaba su preocupación por las actitudes políticas de una parte del clero e instaba al Papa a que hiciera lo posible por las buenas relaciones entre la Iglesia y el Estado. La respuesta de P. VI fue que “los indicios de subversión son más bien una admirable (muestra) de vitalidad espiritual del pueblo español” (ETA nació en un seminario, de Álvaro Baeza, pag 12). De igual fuente (pag. 37) se desprende que Pablo VI previó la excomunión de varios miembros del Gobierno Español cuando el caso Añoveros (1974), así como en 1975, cuando los fusilamientos de etarras y miembros del FRAP, incluyendo en este caso al propio Franco y teniendo Tarancón en su mano el decreto firmado por el Papa.
- La legalización por Italia del aborto se produjo el 18 de mayo de 1978; el 6 de agosto de aquel año murió Pablo VI; es decir: el aborto en la católica Italia se produjo siendo obispo de Roma el citado Papa, el cual pudo amonestar primero, y excomulgar después, al presidente Giulio Andreotti, demócrata cristiano, siete veces primer ministro de Italia y actual senador vitalicio, director de 30 Giorni, paradigma de los “políticos cristianos” de la segunda mitad del siglo XX y siempre próximo al Vaticano -se dice que “despachaba” con el Papa una vez al mes-, quien votó el 26 de febrero 1976, junto con el Partido Comunista, contra la objeción de inconstitucionalidad de la ley del aborto. …….. El mismo aborto que tenemos en España ante el, en la práctica, silencio culpable de los obispos sucesores de los pablosixtinos.
Efectivamente, tiene toda la razón el comentarista Melo. Y mi comentario anterior es totalmente errado.
He dado por buena de manera muy inocente, una información FALSA, de un comentarista.
Lo siento mucho y pido sinceras disculpas.
Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini nació en 1897 en Concesio, una población cercana a Brescia, Lombardía, Italia. Fue el segundo de los tres hijos de Giuditta Montini (su apellido de soltera era Alghisi) y del abogado Giorgio Montini, perteneciente a una familia de la pequeña nobleza lombarda, quien también fue director del periódico Il Cittadino di Brescia y diputado al parlamento italiano.
Y NINGUNO de sus 2 hermanos murió en España luchando contra Franco.
Es una calumnia decir los contrario.
Otra vez lo siento.
Cordiales saludos.
José María y Asclepio: Pablo VI era el segundo de tres hermanos. El mayor, Ludovico, era senador y falleció en 1990. El pequeño, Francesco, era médico y falleció en enero de 1971. Es totalmente falso que un supuesto cuarto hijo de Giorgio Montini y Giuditta Alghisi falleciera en la guerra civil española luchando contra Franco. En las fotos de la niñez de Pablo VI que he podido ver sólo aparecen los tres hermanos citados, incluyéndole a él.
En 1971, con ocasión del Año Santo Compostelano, quiso visitar nuestro país, pero Franco, temeroso de que insistiera en su petición de que renunciase al privilegio de presentación de obispos, no se decidió a cursar la invitación. El Papa no viaja a ningún país si previamente no es invitado oficialmente.
Otro viaje que Pablo VI quiso hacer y no pudo fue a Polonia, en 1966, con ocasión del milenario de la conversión de esta nación al cristianismo.
Antiguo Alumno Salesiano: gracias.
España no levantará cabeza (caso de que siga existiendo) hasta que, entre otras cosas, reconozca y agradezca a quien tanto le dio.
La política del Papa Montini hacia el Régimen fue un auténtico desastre; se dejó guiar por sus prejuicios al respecto, aunque confío en que en sus últimos días se diese cuenta de su inmensos error, como en tantos otros aspectos.
Saludos cordiales.
Yo apuesto a que el Papa se fiaba de su Nuncio, que para eso estaba allí.
Por otro lado SS Pablo VI demostró una valentía en la Humanae Vitae que pocos ortodoxos habrían sido capaces de afrontar en soledad.
Eso desdice cualquier cobardía o ánimo modernizante sin sentido.
Que su etapa fue un desastre, no cabe duda, que la culpa fuese sola suya, es un cantar muy distinto.
Un Papa, lo mismo que un Obispo o un entrenador se encuentra con un material humano que es el que es, y de ahí debe sacar lo mejor.
Pablo VI sî amaba mucho a España pero obviamente no concía lo que aquí estaba cociendo bajo sus narices el demonio.
http://manuelmartinezcano.wordpress.com/2012/12/26/franco-no-existio/
http://manuelmartinezcano.wordpress.com/2012/11/28/franco-santo/
http://manuelmartinezcano.wordpress.com/2012/12/12/franco-hijo-predilecto-de-la-iglesia/
http://manuelmartinezcano.wordpress.com/2012/11/22/miro-ardevol-y-franco/
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