Fundador ilustre y gran reformador, pero nunca llegó a los altares
LA VIDA DEL ABAD ARMAND DE RANCÉ, FUNDADOR DE LOS TRAPENSES
Aunque ahora se llaman “Cistercienses de la Estricta Observancia (OCSO)", y prefieren hacerlo así, durante siglos se han llamado Trapenses. Era la reforma de los Cistercienses llevada a cabo por el Abad del monasterio de La Trapa, en Francia, Jean-Armand de Rancé, que se puede considerar con propiedad fundador de esta rama reformada. Siempre se le ha considerado así, pero hoy se le tiende a dejar un poco en la sombra y destacar más la grandeza de San Bernardo o de los tres Fundadores del Cister. ¿Porqué esto? Quizás una de las razones importantes es que fue un hombre tan radical y penitente que dejó tras de sí un estilo de vida muy difícil de vivir, del que parece que hoy sus hijos parecen quererse distanciar. Por eso quizás no se le ha propuesto nunca como candidato a los altares.
Jean-Armand Le Bouthilier de Rancé nació en París el 9 de Enero de 1626, y llevaba el apellido de su ilustre padrino el cardenal de Richelieu. Su familia está cercana al Poder y busca promoverse y enriquecerse. Destinado en primer lugar a la carrera militar, Armand-Jean se orientó, por autoridad, hacia la clericatura y recibió la tonsura a la edad de nueve años, a petición de sus parientes, que querían hacer recaer sobre su cabeza los beneficios eclesiásticos de su hermano mayor moribundo. De este modo será instituido canónigo de Notre-Dame de París y herederá en 1637 la encomienda de cinco abadías, entre las cuales se halla La Trapa. Su madre muere cuando él cuenta doce años.
Joven inteligente y bien dotado, hace brillantes estudios clásicos y teológicos que le llevan hacia el sacerdocio, por el que no sentía ningún atractivo. Sin embargo, en la perspectiva de llegar a ser coadjutor de su tío Víctor, arzobispo de Tours, cede a las presiones familiares interesadas. Rancé es, pues, ordenado sacerdote el 22 de Enero de 1651, y será doctor por la Sorbona en 1654. Hecho archidiácono por su tío Víctor lleva una vida mundana de abad de la corte, según las costumbres de su tiempo."Por la mañana a predicar como un ángel, y por la tarde a cazar como un demonio". Así describía su vida el mismo Rancé, transformado en un eclesiástico de corte, rico, guapo, inteligente y adulado por todos. Le apasiona la caza y el montar a caballo, y frecuenta asiduamente el hotel de Madame de Montbazon. Todo parece sonreirle, pues en 1655 es delegado en la Asamblea del Clero, y en 1656 es capellán del príncipe Gaston de Orleans, sobrino del rey Luis XIV.
Pero la Providencia tenía otros proyectos. El año 1657 marcó el punto de rotura con aquel estilo de vida y el inicio de una larga búsqueda, que debía conducirlo, seis años después, a la conversión definitiva. En 1657 moría improvisamente la Condesa de Montbazon, amada por él, y la enemistad del primer ministro, Mazzarino, determinaba su caída en desgracia y su retirada de la vida pública. Desde aquel momento, en su castillo de Véretz, uno de los más hermosos de Francia, Rancé medita intensamente, ora y pide consejo. Se sumerge en la lectura de los “padres del desierto” que acaba de traducir d’Andilly. Visita con frecuencia a Madre Luisa Rogier de la Visitación, de Tours, y por ella a los Oratorianos, unos ambientes más bien jansenistas y rigoristas. Pero a pesar de las breves estancias en las Granjas de Port-Royal, nunca se alistará en el partido jansenista. Un proyecto de vida solitaria, en Chambord, con Gaston de Orleans, recientemente convertido, se ve truncado por la muerte de este último en diciembre de 1660.
Siempre indeciso por su futuro, Rancé va a pedir consejo a unos santos obispos, en el verano de 1660. Monseñor de Pamiers le persuade a que se quede solamente con un beneficio eclesiástico y le orienta hacia el episcopado. Monseñor de Comminges le propone la vida monástica, pero Rancé la rechaza sin rodeos: “yo hacerme fraile ? Jamás!". Pese a la oposición de su familia distribuye todos sus bienes y sólo se queda en 1663 con La Trapa. De momento sólo pensaba ordenar esa comunidad degradada hasta el extremo. “La abadía está en ruinas y sus seis monjes parecen salvajes". Rancé comienza a trabajar y hace venir de Perseigne seis monjes de la Estrecha Observancia a la que quiere unir La Trapa (17 de agosto de 1662).
Rancé preveía permanecer como abad comendatario, pero viviendo en un piadoso retiro y asumiendo sus responsabilidades de cara a los monjes. Mandó preparar una vivienda abacial. Pero después de unos meses en contacto con monjes fervorosos, y sin duda como fruto de una gracia interior durante el oficio de sexta del 17 de abril de 1663, aterrizó de una vez y quiso ser verdaderamente monje y abad regular.
Tercera etapa: el noviciado
Obtiene de Dom Jouaud, abad de Prières y Vicario general de los Reformados, la autorización de llegar a ser abad regular. El rey Luis XIV acepta este cambio en mayo de 1663. Rancé anuncia su decisión al capítulo conventual de La Trapa y comienza el noviciado canónico en Perseigne, donde toma el hábito el 13 de junio . Hace un noviciado fervoroso y penitente, aunque entrecortado por ausencias debidas a la enfermedad o a misiones recibidas en servicio de la Orden. Pronuncia los votos el 26 de Junio de 1664. El 13 de Julio recibe la bendición abacial y el 14 de julio comienza sus funciones en La Trapa. Allí encuentra la observancia reformada muy débil y quiere instaurar en La Trapa un régimen más penitente.
Aunque a disgusto suyo, Rancé es designado el 1 de setiembre de 1664 como uno de los embajadores de la Estrecha Observancia ante el Papa Alejandro VII, ya que Roma quiere definirse sobre esta reforma tan contestada por una parte de la Orden, entre los que que se halla el abad de Císter Dom Vaussin. Esta larga embajada de dos años fue dolorosa para Rancé, y además una especie de fracaso, ya que el breve papal In Suprema, del 19 de abril de 1666, no respondía a lo esperado por los reformados. Sin embargo, no fue estéril para Rancé, porque le obligó a conocer la Regla, los Usos cistercienses y la relación entre las fuentes de la Orden y los diversos reglamentos en uso, preparándole así a su tarea de abad reformador.
Después de un turbulento capítulo general en Císter (1667), el único al que va a participar, “sólo piensa en retornar a su monasterio para restablecer allí el espíritu y las prácticas de los Fundadores que se intentaban invertir". Como según el derecho de la Iglesia galicana, los reformados presentaron al rey una apelación contra el breve pontificio, Rancé decide no continuar ese asunto. Pero cuando el 19 de abril de 1675 el rey confirma el breve, Rancé decide no salir jamás de su monasterio, porque está persuadido que el éxito de la reforma monástica no depende de los procesos e intrigas, sino de la autenticidad de una vida comunitaria penitente, fervorosa, caritativa y tranquila. Y se mantendrá fiel a ello.
Desde su regreso de Roma en 1566 Rancé va introduciendo progresivamente en su monasterio una ascesis más rigurosa que en otras partes, tal como él la entiende siguiendo los escritos de san Benito y de san Bernardo, releídos a la luz de san Basilio, los Padres del Desierto y sobre todo san Juan Clímaco. También tiene en cuenta la experiencia de la vida. Rancé no establecerá de un golpe y de modo autoritario los nuevos reglamentos de La Trapa. En primer lugar compartió con su comunidad, en capítulos vibrantes, su pasión por la vida penitente de los “Padres". Después atrajo a los hermanos a los proyectos de reforma correspondientes. Ellos, lo mismo que él, deseaban “seguir constantemente los ejemplos de los ancianos". En su Descripción… de La Trappe de 1671, Félibien escribía: “no son unos esclavos tímidos y flojos, conducidos por un valeroso capitán, sino personas libres y generosas, que siguen los pasos de su jefe, al que obedecen con un amor extremo".
Desde 1670 Rancé se ve obligado a tomar la pluma para defender su reforma y la austeridad de las penitencias contra las críticas que llegaban del exterior. En cambio, las “cartas de visita” de los visitadores regulares, por ejemplo, las de 1676, 1678, 1685, … son muy elogiosas en cuanto a las relaciones amables del Abad con los hermanos, la gran unidad, la caridad, la paz, el fervor sincero de los monjes.
Las Relaciones sobre la muerte de algunos religiosos de la abadía de La Trapa, publicadas a partir de 1677, testimonian las condiciones heroicas y santas de la muerte de los religiosos asistidos por su Abad. Testimonian también el sentido de su vida penitente. Al igual que Rancé, ellos fueron a buscar la salvación en La Trapa. La salvación es una gran preocupación en el siglo XVII. Conscientes de sus pecados, de la vanidad de su vida pasada, ellos están allí para expiarlos y ser salvados. Nada de penitencia extraordinaria, sino la fidelidad diaria y humilde a los preceptos de la Regla y de los Usos. Por tanto, una vida penitente que debe abrazarse con coraje por amor a la vida eterna, para la cual esta vida debe ser una preparación.
Aunque Rancé habla mucho de la penitencia no hace de ella el fin de la vida monástica, pues ese fin es la perfección de la caridad. La penitencia debe conducir a la caridad, porque escribe Rancé: “la penitencia no es otra cosa que la conformidad de nuestro corazón con el de Dios". Ella no tiene valor sino en la medida en que alcanza la Voluntad Divina que es la caridad. Por otra parte, para Rancé es la voluntad propia y no el cuerpo el verdadero enemigo. Busca la renuncia a sí mismo por la humildad y la obediencia, pero con esa mirada pesimista sobre la naturaleza humana propia de los convertidos de su siglo, y de ahí ese rigorismo que puede reprochársele.
Rancé pensaba haber encontrado en el camino cenobítico, según los Padres, el remedio eficaz a las consecuencias desastrosas de los ilusorios placeres del mundo pecador. Propone a sus hijos esta posibilidad de curación. Confiando en la misericordia de Dios que salva al pecador que se arrepiente en la vida monástica, Rancé no promete una felicidad inmediata, pero está seguro de guiar a sus hijos hacia los gozos perdurables del Cielo. Esta certeza compartida por todos se reflejaba en la alegría de vivir fraternalmente este camino exigente, pero libremente elegido.
En 1683, a petición de Bossuet, Rancé publicó “Santidad y deberes de la vida monástica", donde en veintitrés conferencias, basadas sobre su enseñanza a los monjes, expone su concepto de la vida monástica. Esta obra mayor alcanzó un gran éxito. También suscitó críticas por parte de los religiosos que se veían acusados de “mitigaciones” decadentes. Sobre todo, provocó una larga polémica con los benedictinos de SanMauro, especialmente Dom Mabillon, sobre el tema del lugar de los estudios en la vida monástica. Polémica que, tras la publicación de varias obras contradictorias, acabó súbitamente en 1692 cuando los dos religiosos se entrevistaron en La Trapa, se apreciaron y reconocieron los valores de sus respectivas opiniones. En 1689 apareció la traducción y el comentario de la Regla de san Benito. En 1690 la edición de los Reglamentos de la Abadía de Nuestra Señora de La Trapa. Ya hemos hablado anteriormente de las “Relaciones sobre la muerte de algunos religiosos", que vio varias ediciones. A estas obras, más directamente monásticas, se añaden otras obras de piedad y de dirección espiritual, y numerosas cartas editadas en selección.
Todos estos textos divulgaron los conceptos de Rancé sobre la vida cisterciense y dieron a conocer a La Trapa, pero su carácter a veces polémico, salvo en las cartas donde el tono es más suave, han creado una imagen dura de Rancé y de su reforma.
Cada vez más enfermo, Rancé presenta la dimisión de abad en mayo de 1695. Por un favor excepcional de Luis XIV, para salvaguardar la reforma, se acepta el nombramiento de un abad regular: Dom Zósimo (28 de diciembre de 1965); pero éste muere muy pronto (marzo 1966). Es nombrado Dom Gervasio (18 de octubre de 1696), pero ante las críticas de algunos próximos y amigos de Rancé tiene que renunciar en diciembre de 1698. Se nombra a Dom Jacques de la Cour (5 de abril de 1699). Rancé vivió un año tranquilo y fervoroso, a pesar de su enfermedad. Tras una larga agonía murió el 27 de octubre de 1700, de una manera muy santa, recostado sobre paja y ceniza, en presencia del obispo de Séez, después de pronunciar estas últimas palabras: “Señor, no tardes más; Dios mío, ven pronto".
9 comentarios
¿El Concilio de Trento no había acabado con las encomiendas de diócesis y abadías?
¿La Orden de "La Trapa" tuvo alguna vez este nombre oficial o siempre se llamaron "cistercienses de la estricta observancia"? Por otra parte, el artículo habla de unos monjes "reformados" ya antes de la reforma impulsada por Rancé.
"El titulo de este articulo conduce a la confusion. El abate Juan de Rance no es fundador de nada. Fue un monje de la Abadia Cistercience de Notre Dame de la Trappe en Soligny-la-Trappe en Normandia al norte de Francia.
La reforma trapense (cisterciense) se denomina canonicamente desde el año 1892 en el pontificado de Leon XIII como Ordo Cisterciensis Strictioris Observantiae (OCSO) (Orden Cisterciense de la Estricta Observancia). Los fundadores de la orden cisterciense son: San Roberto de Molesme, San Alberico y San Esteban Harding."
Pues vaya, ya somos dos los equivocados, la Wikipedia y un servidor, pues dicha enciclopedia digital afirma:
"La Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia (O.C.S.O. por su nombre oficial, en latín, Ordo Cisterciensis Strictioris Observantiae) conocida como Orden de la Trapa, es una orden monástica católica, cuyos miembros son popularmente conocidos como trapenses. Tienen como regla la de San Benito, la cual aspiran seguir sin lenitivos. Nacen como una ramificación de la Orden del Císter, que a su vez se originó de la Orden de San Benito." y luego añade,
"La orden se fundó en el Monasterio de la Trapa, ubicado en Orne, Baja Normandía (Francia), donde su abad, Armand Jean le Bouthillier de Rancé, lideró en 1664 una reforma de la Orden del Císter a la que pertenecía el monasterio, renunciando a todas las dispensas autorizadas por la Santa Sede y retornando a la primitiva observancia y regla del patriarca San Benito, evitando la relajación que consideraba se estaba produciendo en algunos monasterios cistercienses"
Aseguro que el artículo de la Wikipedia no lo he escrito yo, no llego a tanto, sino algún historiador que debe estar tan equivocado como yo
http://www.ocso.org/HTM/cst-stat/ccmf-2002-sp.htm
y simplemente leerse los articulos 1 y 2 de la Introducción.
"¿Porqué esto? Quizás una de las razones importantes es que fue un hombre tan radical y penitente que dejó tras de sí un estilo de vida muy difícil de vivir, del que parece que hoy sus hijos parecen quererse distanciar. Por eso quizás no se le ha propuesto nunca como candidato a los altares."
Tal vez me equivoque pero ese comentario sobre la Orden no suena muy bien.
La orden actual ha recuperado el equilibrio cisterciense de los fundadores. Ha habido un profundo estudio de las raices cistercienses que ha permitido recuperar el humanismo cisterciense de los orígenes.
Rancé fue un momento y sin duda valioso de una orden con una historia mucho más amplia que Rancé,personaje que tiene sus luces y sus sombras.
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