Historias del Postconcilio (II): Comienzos llenos de presiones
CONCLUYE EL CONCILIO Y COMIENZAN LAS PRESIONES POR TODOS LOS LADOS
La que iba a ser una gran sinfonía conciliar, destinada a cantar la gloria de Dios en una orquestación grandiosa de todas las fuerzas vivas de la Iglesia, puestas al día con el nuevo espíritu conciliar, tuvo pronto sus notas tristes y estridentes. No había concluido todavía el Concilio (se retrasaba porque Pablo VI se tomaba su tiempo en revisar las actas antes de las votaciones finales) y ya empezaban las presiones por todas partes. Pululaban los que, dejando de mostrarse dóciles al espíritu del Concilio, que es el espíritu de la Iglesia, secundaban el espíritu del tiempo, que tantas veces contradice al espíritu de la Iglesia, sobre todo si se deja llevar por intereses lejanos a aquellos que son legítimos en la barca de Pedro, esto es, la comunión de todos los fieles “cum Petro et sub Petro” y la búsqueda de aquel que el fin de esta santa sociedad, esto es, la salvación de las almas.
Nos referimos a los que se propusieron amargar la conclusión del evento conciliar y hablaron de la “Semana negra del Concilio”, refiriéndose a la prórroga de la votación sobre el esquema De libertate y de la famosa Nota previa, con las reservas puestas por el Papa a la Lumen gentium y al referente al ecumenismo. Todas estas medidas habían sido tomadas por Pablo VI ante ciertos riesgos de desviación que el pontífice había detectado en algunas de las discusiones del aula conciliar. Fueron medidas llenas de prudencia y sabiduría pastoral, que además podía tomar como pastor supremo de la Iglesia.
Pues bien, ante esta intervención papal con su correspondiente retraso de la conclusión del Concilio, se montó toda una campaña bien orquestada por parte de la prensa: Se habló de decepción, de maniobras de la minoría conservadora, de intervencionismo papal, hasta de insurrección y de un sano anticlericalismo que aparecía necesario en esas circunstancias, como lo vino a explicar nuestro E. Miret Magdalena, en Triunfo, de 28 noviembre 1964. Un escritor ingles, católico por mas señas, llevó su decepción al extremo de escribir: “El Gran Concilio Vaticano II, tan celebrado, que debía abrir una nueva era en la historia del catolicismo, se muere aun antes que se acabe su tercera sesión. Ya no hay apenas esperanza de salvar ni un solo elemento positivo de este gran fiasco ruinoso, que tanto ha dado que hablar de si” (Paul Johnson, en New Statesman).
Por su parte, y siempre como parte integrante de esta campaña azuzada por le prensa e nivel mundial, se publicó a bombo y platillo que la Federación de Estudiantes Católicos de los Países Bajos se había dirigido al episcopado de su nación “expresándole su decepción y su sentimiento de malestar". En el comunicado que dicha Federación presentó se decían, entre otras lindezas: “Lo sucedido ha traicionado nuestra confianza fiel", “¿Por que el dialogo leal, entablado por el Concilio, ha sido saboteado de un modo tan sistemático?”
De las estridencias y perturbaciones para o postconciliares que se dieron pronto en Francia son testimonio las palabras del cardenal Feltin, el 9 de enero de 1965, que decía: “Vivimos hoy en Francia un periodo de agitación político-religiosa.” “Se critica al Concilio, se critica al Papa, se critica a los obispos, se trata de ponerlos en contraste unos con otros, y de oponer los sacerdotes a los obispos y a los sacerdotes entre sí.” “Se acusan unos a otros de progresistas o integristas; se generalizan episodios particulares -añadía-; se escriben libros apasionados y hasta calumniosos, y se explotan unos textos conciliares, a favor o contra, en vez de tratar de asimilarse y aplicarse toda la doctrina conciliar. Al Papa, sobre todo, se le contraponen los obispos.”
Monseñor Thomas Roberts, S. J., y antiguo arzobispo de Bombay, apareció complicado en una disidencia de juicio con la Jerarquía inglesa a propósito de la doctrina sobre la Limitación de la natalidad. Y en su contribución al libro Objections au catholicisme romain escribió resultarle poco halagadora la postura de la Curia y el Papado.
Curiosamente, por la parte no católica, el juicio sobre los incidentes de ultima hora en la tercera sesión conciliar, singularmente la intervención papal, siendo también de poca simpatía, fue mucho más moderado, y en los comentarios de la época se encuentran diversos matices. Así, mientras los anglicanos, como el doctor Moorman y el canónigo Pawley, veían al Vaticano II a una luz positiva y esperanzadora, tanto en el terreno ecuménico como en el dogmático y en la unión y relaciones con el Primado, otros fueron más pesimistas.
En sentido contrario, no faltaron voces que mostraban su procuración por todos estos desatinos que aparecían por todas partes como las flores en primavera. En este sentido destaca la creación de la asociación internacional “Una Voce”, para la defensa de la liturgia tradicional. Ya en 1964 la Dr. Borghild Krane, psicóloga eminente en Noruega, hizo una llamada de solidaridad entre los católicos preocupados por defender la herencia litúrgica de la Iglesia. Como resultado de dicho llamado, se formó un número de asociaciones nacionales entre 1964 y 1965. Los delegados de seis asociaciones europeas se reunieron en Roma a principios de 1965 y se erigió formalmente la Federación Internacional en Zurich, el 8 de enero de 1967, cuando los delegados de 20 asociaciones aprobaron los primeros estatutos y eligieron el primer Consejo.
Esta voz fue de gran importancia en el postconcilio, pero hoy nos vamos a fijar concretamente en otra, de gran importancia: “Padre Santo, con todo respeto os suplicamos, pero también con la máxima insistencia, queráis tomar, en breve plazo, medidas excepcionales para la salvaguardia de la verdadera ortodoxia y la conservación de la provincia neerlandesa dentro de la fe católica.” Con estas palabras se dirigían al Papa, a fines de febrero de 1966, mas de trescientos católicos que se habían reunido para estudiar la delicada situación religiosa de su nación, que atravesaba -decían- una verdadera “situación de crisis". Tiempo después se constituían en una asociación denominada “Legión de San Miguel", y cuya finalidad sería denunciar a “aquellos que, bajo pretexto de aplicar las renovaciones traídas por el Vaticano II, lo que hacen es predicar doctrinas y una moral que nada tienen de católicas". En realidad era una más, añadida a las asociaciones ya existentes en Holanda, destinadas a salvaguardar la creencia católica tradicional. Citaremos entre ellas a la “Confrontatie” y la “Sociedad pro Liturgia Latina".
Quien esté un poco al tanto de lo que venía aconteciendo en aquel país desde fines de la segunda gran guerra, puesto en la encrucijada de corrientes ideológico-religiosas de indudable contraste y virulencia, con la resaca de iniciativas, tentativas, ensayos y experiencias de todas clases, que iban del terreno de lo dogmático al de lo moral y litúrgico, se hace cargo inmediatamente de la significación y alcance de aquella petición dirigida al Padre Santo por esos centenares de católicos holandeses preocupados por la suerte católica de su nación.
Como más puntos de referencia para el lector sobre la situación en Holanda en aquella época le damos los siguientes: las “nuevas” teorías de ilustres teólogos a propósito del misterio eucarístico, en las que ya no se hablaba de transustanciación, sino de transignificación o transfinalización, para declarar de alguna manera el misterio; unas celebraciones litúrgicas, que trascendían siempre a la gran prensa, con mucho sabor protestante y reducción al mínimo de lo católico; un Catecismo holandés, que levantaba tanta polvareda y revolvía Roma con Santiago para conseguir un espaldarazo que le consagrase católico cuando en realidad no se podía definir como tal; el mismo Concilio Nacional holandés, con tanto de réplica transida de nacionalismos religioso, como sabor de Iglesias nacionales, ajeno al Vaticano II, que consideraban demasiado teñido de romanismo, etc. A la luz de los años trascurridos desde entonces y vista la situación actual de la iglesia holandesa, reducida a poco más del esqueleto, se entiende que no se pusieron los remedios en el momento oportuno y las consecuencias fueron nefastas (cfr. El interesantísimo libro “Informe sobre la Fe”, del entonces Cardenal Ratzinger. Y desde dicho libro las cosas no han hecho sino seguir empeorando en aquel pais…)
2 comentarios
Es duro lo que voy a decir, pero, a mi juicio el balance del Concilio Vaticano II es claramente negativo. Los desastres de todo tipo que ha vivido la Iglesia a partir de su convocatoria superan con creces los escasos frutos obtenidos.
Normalmente, se considera que el principal de los frutos aportados por el Concilio es la aparición de los nuevos movimientos eclesiales, pero conviene recordar que el Opus Dei, por ejemplo, fue fundado en 1928, mucho antes del Concilio.
cardenalicio,a las Conferencias Episcopales. obispos en general,religiosos, sacerdotes, etc.etc.La Religion Catolica en la que me educaron, poco tiene que ver con la que hoy se practica y se enseña.La desobediencia, la rebelion, la apostasia es hoy palabra de orden. Solo se ve una pequeña esperanza en los sacerdotes mas jovenes, pero quien de ellos resistira en el tiempo a una jerarquia rebelde desobediente y apostata dispuesta a destruir la Iglesia desde dentro (para ese fin fueron formados)sin ser masacrados sicologicamente? Solo Dios puede salvar su Iglesia pero dada que esta ha decidido serle infiel,querra salvarla Jesucristo?, en los Evangelios no solo esta escrito "estare con vosotros hasta el fin de los tiempos" tambien nos dice " Cuando vuelva el Hijo del Hombre encontrar la fe en la tierra?
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