Santos por las calles de Nueva York (I): Pierre Toussaint

PIERRE TOUSSAINT SUPERÓ CON LA CARIDAD CRISTIANA EL RACISMO Y DE LOS PREJUICIOS ANTICATÓLICOS DE SU ÉPOCA

La ciudad de Nueva York, considerada por muchos en cierto sentido la capital del mundo, es famosa por sus finanzas, su turismo, sus comercios, museos, teatros, y otros muchos aspectos que la hacen verdaderamente fascinante. Lo que muy pocos saben es que es una ciudad con profundas raíces religiosas y, por lo que a nosotros atañe, con una fuerte práctica católica hoy en día, representada por el alto número de fieles que asisten diariamente a la Santa Misa (muchos más proporcionalmente de los que lo hacen en ciudades tradicionalmente católicas del continente europeo) y las innumerables instituciones -antiguas y nuevas- de caridad promovidas por la Iglesia. Todo esto es fruto de la semilla sembrada por hombres y mujeres que vivieron y trabajaron es esta ciudad, a los cuales dedicamos una serie de artículos. Hoy comenzamos con uno de los personajes más conmovedores de toda la historia de la ciudad, el Venerable Pierre Toussaint, al que hasta los protestantes consideraban santo.

Pierre nació esclavo en Haití alrededor del año 1766. Haiti era por aquel entonces la colonia Francesa más rica del Caribe por sus numerosas plantaciones. En el costado occidental de La Española, isla donde Colón arribó por vez primera, los franceses fundaron Santo Domingo (actual Haití), que por mucho tiempo fue la más próspera de las colonias francesas. Atraídos por la riqueza de esas tierras, muchos miembros de la pequeña nobleza llegaron desde la metrópolis para hacer fortuna en las colonias. Entre ellos venía Jean Bérard, que obtuvo una rápida prosperidad gracias a sus plantaciones en la ciudad de Saint Marc.

Pierre y su familia pertenecían al señor Jean Bérard. Hacía mucho tiempo que su abuela Zenobe y su madre Úrsula prestaban significativos servicios como esclavas a la familia Bérard; una, llevando los hijos de su ama a París, para que recibieran una mejor educación, y la otra sirviendo como camarera íntima de la familia. La mayoría de los esclavos trabajaban en los campos produciendo azúcar, café, añil, tabaco y fruta, pero Bérard tomó gran aprecio a Pierre, asignándole a trabajar en su residencia. Allí le enseñó a leer y escribir. El Señor Bérard cuidaba de que sus esclavos practicaran la fe Católica y escogió a su hija para que fuese la madrina de Pierre. Una amiga de la familia declara: “Me acuerdo de Toussaint entre los esclavos, vestido con una chaqueta roja, muy ingenioso, entusiasta de la música y el baile, y dedicado a su joven y alegre señora.”

En 1791, cuando el clima de la Revolución Francesa alcanzó a sus posesiones de ultramar y por tanto también a aquella isla ocurrió, la gran revuelta de los esclavos en Haití. Ocurrieron muchas atrocidades de ambas partes hasta que finalmente las tropas francesas se retiraron en 1797. Jean Jacques Bérard, sucesor de su padre, decidió irse a la Ciudad de Nueva York hasta que se calmasen las cosas. Se llevó con él a su esposa, sus dos hermanas, cinco esclavos y, únicamente, los fondos suficientes para mantener el hogar por un año. Entre los esclavos que fueron estaban Pierre y su hermana Rosalie, los cuales nunca mas verían al resto de su familia. En Nueva York, Bérard gestionó para que Pierre fuese aprendiz del señor Merchant, uno de los mejores barberos de la ciudad. “En eso debe haber entrado la mano de la Providencia”, dirá Toussaint más tarde, al considerar cuán útil le fue esa profesión para dar cauce a su inmensa caridad. Pierre progresó rápidamente demostrando tener gran talento para los elaborados estilos de pelo de esos días, los clientes comenzaron a solicitarlo por nombre y rápidamente se convirtió en el estilista de las damas famosas de las familias Schuylers, Hamiltons, La Farges, Binsses, Crugers, Hosacks y Livingtons. Estimaban mucho a Pierre por su discreción y comportamiento: “Pierre Toussaint fue admirado por la aristocracia protestante blanca de Nueva York que lo trataba como un igual, le confiaba (sus preocupaciones) y se aconsejaba con él” (Christian Tyler, “Financial Times",14/15 Marzo de 1998). No hay que olvidar que en aquella época, dicha aristocracia no sólo era protestante, sino además, por lo general, tremendemente recelosa de todo lo católico.

En el 1801, el señor Bérard quiso regresar a su plantación para salvar lo que podía de su estado, pero se dio cuenta que toda su propiedad estaba irrecuperablemente perdida. Pronto murió de pleuresía. Los negocios de los Bérard en Nueva York también fracasaron con la quiebra de la firma en la que habían sido depositados, por lo que la viuda se encontró en gran pobreza. Desesperada, le imploró a Pierre que le vendiera sus joyas. En vez de ello, Pierre discretamente, sin que nadie lo supiera, asumió todos los gastos de la casa con su salario de estilista. Convertido en el único hombre de la casa, asumió la tarea de amparar la familia. Siempre alegre y de buen humor, recorría las calles de Nueva York, ofreciendo sus servicios de magnífico peluquero a las refugiadas francesas y a las damas de la sociedad norteamericana. Su singular habilidad profesional, su trato respetuoso y gentil junto a su fina capacidad de elegir para cada señora el peinado más apropiado, le granjearon una rápida fama.

Con sus ganancias, tenía la alegría de… ¡proporcionar a su ama, ahora viuda y desamparada, la misma vida confortable que había disfrutado hasta entonces! Llevó el cariño y entrega a su señora a un punto pocas veces alcanzado por los hijos en relación con sus propios padres. Cuando ella se casó nuevamente en 1802 con Gabriel Nicolás, un músico pobre, Pierre comenzó a mantener a los recién casados, porque muy pronto el marido perdió su empleo de músico, con la clausura de los teatros neoyorquinos. Pocos años después ella se enfermó y falleció con 32 años. En su lecho de muerte, el 2 de julio de 1807, le concedió a Pierre su libertad, proclamando que no había recompensa terrena suficiente para retribuir los servicios que había prestado. Toussaint podía haber conseguido fácilmente la emancipación mucho antes y reunir un buen patrimonio, pero prefirió seguir al servicio de Marie Bérard hasta su muerte. Fue él mismo quien buscó a un sacerdote para que le administrara los últimos sacramentos. Ya en su condición de hombre libre, ese católico ejemplar siguió prestando servicios gratuitos al viudo de su fallecida señora, Gabriel Nicolás, hasta que éste se mudó al sur del país.

En 1811 Pierre había ya ahorrado suficiente dinero para pagarle a Nicolás por la libertad de su hermana Rosalie. Solo entonces se sintió capaz de proponerle matrimonio a Juliette Noel, una mujer veinte años menor que él (Pierre tenía 45 años cuando se casó) y cuya libertad había adquirido para prevenir que fuese vendida en el sur. Se casaron el 5 de agosto de 1811. Tomaron el 3º piso del la casa de Nicolásy cuando éste se trasladó al Sur, Pierre compró una casa y trasladó a su familia a la calle Franklin. Rosalie se había casado también, pero su esposo la abandonó dejándola embarazada y enferma con tuberculosis. Pierre y Juliette la recibieron pero murió en el año 1815, poco después del nacimiento de su hija Eufemia. Los Toussaint adoptaron a Eufemia aunque esperaban que pronto seguiría a su madre al cielo. Aunque se mantuvo y se convirtió en la alegría de sus tíos, Eufemia se enfermó también de tuberculosis y murió el año 1829. Su muerte hundió a Pierre en una gran tristeza. Únicamente su disciplina en el horario -que incluía Misa diaria, a la que fue fiel durante muchos años, hasta el final de su vida- le ayudó a continuar.

Pierre Toussaint permaneció en su oficio de peluquero hasta el final de su larga vida. Era siempre muy amable y cortés con sus clientes. A veces, para alegrarlas tocaba algunas piezas en el violín, instrumento dócil en sus hábiles manos. El progreso en la vida espiritual aumentaba en su corazón generoso el deseo de hacer el bien a los necesitados, por lo que expandió su campo de acción benefactora. Asistió silenciosamente a varias mujeres que se encontraban en necesidad económica. También, junto con su esposa, proveyeron asilo, alimento y ropa a muchos niños afro-americanos y les ayudaron a encontrar formación y trabajo. Su hogar fue también refugio para sacerdotes pobres y diversos viajeros. Pierre recaudaba dinero para las caridades civiles, incluyendo para un orfanato administrado por las hermanas de la Madre Seton. También ayudó a recaudar dinero para la construcción de la catedral de San Patricio. Cuando en verano la ciudad de Nueva York sufría de plagas de fiebre amarilla y cólera, Pierre se arriesgaba ser contagiado para cuidar de los enfermos. Los Toussaint también apoyaban a las religiosas Oblatas de la Providencia (una orden religiosa de mujeres Afro-Americanas que se dedicaban a la educación de niños Afro-Americanos) y más tarde se convirtieron en benefactores del colegio de San Vicente de Paúl, la primera escuela católica en Nueva York para niños Afro-Americanos. De esta forma, Pierre Toussaint terminó siendo uno de los pioneros de las obras de caridad en la próspera Nueva York.

No obstante, no debe pensarse que todo aquello provenía de una mera filantropía. Principalmente era fruto de décadas de asistencia diaria a Misa en la Iglesia de San Pedro (la única católica en la ciudad) y de su ardorosa devoción a la Santísima Virgen, que defendía constantemente, a pesar de estar rodeado por no-católicos. Aunque era laico -y ex-esclavo- había gente que le pedía la bendición. En el año 1851, Juliette murió de cáncer y Pierre sufrió grandemente su partida. Se enfermó y murió el día 30 de junio de 1853, con 87 años.

Este humilde hombre tocó los corazones de tantos neoyorquinos que la Misa de su funeral estaba repleta de personas, muchos de ellos no eran ni siquiera católicos, pero quisieron rendirle homenaje. Fue enterrado junto a Juliette y Eufemia en el cementerio de San Patricio en la calle Mott. “¡Qué noble y excepcional era su carácter!” – declara una dama que lo conoció de cerca. Y añade: “Pero lo que me impresionaba era su ‘todo’; su perfecta benevolencia cristiana, su fe íntegra, su amor y caridad, su notable tacto y finura de sentimientos, y su justa apreciación de quienes lo circundaban. Su religiosidad era fervorosa y sincera, y nunca la dejó por razones mundanas.”

Su proceso de Canonización comenzó en 1989. En 1990, sus restos fueron trasladados a la cripta de la Catedral de San Patricio. Con motivo de su visita a dicha catedral en 1995, S.S. Juan Pablo II pronunció estas luminosas palabras: “¿Qué tan extraordinario hay en este hombre? Él irradió una fe serenísima y alegre, sostenida diariamente por la Eucaristía y visitas al Santísimo Sacramento. Frente a la constante y dolorosa discriminación, comprendió como pocos el significado de las palabras de Nuestro Señor: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’. Ningún tesoro es tan sublime y transformante como la luz de la fe” . El 17 de diciembre de 1996, su Santidad Juan Pablo II concedió el título de “venerable” a Pierre Toussaint, declarando así que la vida de este admirable hombre fue heroica y por tanto, digna de emulación.

7 comentarios

  
Luis Fernando
Sencillamente impresionante.
23/08/09 11:50 PM
  
Norberto
Supongo que la causa de beatificación estará pendiente del signo (milagro),necesario para su proclamación,el relato me ha dejado sin palabras.Me parece que Monseñor Guy Sansaricq, originario de Jérémie (Haití),debería dar mayor brillo a su congénere Pierre de Todos los Santos,aprovechando,p.e., el próximo 1 de noviembre.
24/08/09 9:06 AM
  
Norberto
Aunque no sé si pertenece a la diócesis de NY o a la de Brooklin,ambas en la misma ciudad.
24/08/09 9:22 AM
  
Alberto Royo Mejía
Estimado Norberto: Pierre Toussaint está enterrado en la cripta de la Catedral de San Patricio, que pertenece a la diócesis de Nueva York y dicha diócesis ha promovido su causa de Beatificaión.
25/08/09 4:33 AM
  
Norberto
Gracias Alberto,pues el obispo auxiliar,de origen haitiano, que menciono es de la diócesis de NY,¿será casualidad,u otra cosa? :-)
25/08/09 9:05 AM
  
Hector Gonzalez
Excelente articulo, de hecho, Pierre Toussaint hizo mucho por los niños de Nueva York, se dice que durante los ultimos meses de su vida, la hija de su entonces amo, le preguntó: "Pierre, ya que mi padre al morir te dió la libertad ¿por que insistes en seguir trabajando?" y el santo esclavo Toussaint le responde: "Hija mia, aun sigo trabajando porque con los recursos que tengo, no son suficientes para saldar la libertad de los otros".
16/12/11 9:45 PM
  
Antonio Borda
Muy buen resumen biográfico.¿Podría indicarme dónde encontrar más datos acerca de la familia Bérard?
06/05/13 6:55 PM

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