Liturgia y oración: San Ildefonso y la oración (y 4)
Recientemente nos ha recordado el Papa que la liturgia nos garantiza la posibilidad del encuentro con Cristo, y que de esta fuente hemos de beber el auténtico espíritu cristiano1. Así ha sido siempre en la vida de la Iglesia y en la espiritualidad. Durante los primeros siglos del Cristianismo se fueron formando, en una armonía de unidad y diversidad, los diversos ritos litúrgicos, formas de celebrar la eucaristía, los demás sacramentos y el oficio divino.
Durante los años del reino hispano-visigodo fue muy grande la vitalidad de la Iglesia enEspaña, también en el campo de la oración litúrgica. Aquellos Santos Padres hispanos compusieron, revisaron y renovaron muchos textos de la que conocemos como Liturgia Hispana, y tras la invasión musulmana de la Península Ibérica se conservó ese tesoro espiritual entre los mozárabes.
San Ildefonso de Toledo fue uno de aquellos hombres dotados literariamente para realizar este servicio al Pueblo de Dios y, primero como abad de su monasterio y después como obispo, compuso varias misas y oficios litúrgicos. Al incorporarse los textos a la celebración del misterio cristiano no queda la huella del autor, puesto que pasa a ser oración de toda la Iglesia, y sin embargo tanto la memoria de su santidad como el trabajo textual de los expertos, hacen que podamos intuir la autoría de algunos de aquellos santos visigodos en las oraciones hispano-mozárabes.
Atribuidos a san Ildefonso podemos encontrar textos para la Pascua, para celebrar a Santa María y para la fiesta de santa Leocadia. De estas oraciones se alimenta nuestra espiritualidad para que, centrados en Cristo vivo por la Resurrección y poniendo la mirada en el ejemplo de la Virgen y de los santos, alcancemos la gracia y la misericordia divinas. Por estar inspiradas en la Biblia y por recoger la fe de la Iglesia, podemos afirmar que las oraciones que compuso san Ildefonso para la liturgia son Palabra de Dios hecha plegaria.
Las oraciones de la misa “In Hilaria Paschae” nos centran en el Misterio de Cristo: Él es el Hijo de Dios hecho hombre, que ha muerto en la cruz y ha resucitado para liberarnos del pecado y de la muerte. Meditar estas verdades y alabar a Dios por la obra de la Redención es nuestra misión y lo que puede dar sentido a nuestra vida.
La oración post gloriam subraya que la pasión y la resurrección de Cristo están unidas y no pueden separarse, y nosotros somos llamados y esperamos participar de su salvación:
Cantamos tu gloria, Dios nuestro, invocando tu poder, para que así como tú te entregaste a la muerte por nosotros, los pecadores, y, recuperando tu gloria, apareciste al tercer día en la gloria de tu resurrección, así nosotros, perdonados por ti, merezcamos hallar en ti gozo perpetuo, pues tu resurrección es anticipo de la nuestra.
En la oración admonitionis toda la Creación es llamada a la alegría porque la Cruz y la Sangre han limpiado el aire y la tierra, porque el Dios crucificado nos ha redimido. El origen de la muerte y de todos los males estaba en el pecado del hombre creado, y no en el Creador, que todo lo hizo bien. En esta plegaria se dirige Ildefonso al mismo Adán para que recordarle que no fue designio de Dios que pereciera, sino suyo, y concluye pidiendo al mismo Dios que en su clemencia haga que ni nos agrade pecar ni podamos hacerlo.
La oración entre los dípticos es una comparación entre el estado original del hombre creado y la condición de los que hemos sido redimidos, en la que dicha meditación concluye en que estamos mucho mejor que antes de la caída en el pecado, por lo que hay que bendecir a Cristo que nos redimió y nos ha alcanzado la dignidad de hijos, el Reino del Creador, la gracia del Cielo.
La oración post nomina de esta misa contiene enseñanzas preciosas acerca de lo que es la misma oración y de cómo hay que orar: Te suplicamos, Señor de la piedad, que te dignes hacerte presente cuando te rogamos; prestarnos ayuda cuando te buscamos; abrirnos cuando llamamos a tu puerta. La oración de un cristiano nunca es individualista, y como no sabemos orar como conviene, pide que apoyen esta plegaria los patriarcas, los profetas, los mártires y los apóstoles. Su intercesión nos acompaña al pedir el perdón para los vivos y para los difuntos.
La oración hace posible la unión del alma con Dios y, al ser la plegaria litúrgica un anticipo de la liturgia celestial, hemos de pedir el don de la resurrección futura como hace Ildefonso en la oración ad pacem:
Señor Jesucristo, luz de los santos y verdadera felicidad de las almas bienaventuradas; concede que los que veneramos el día de tu resurrección con alegría y sacrificios, merezcamos resucitar por tu gracia, viviendo bien y santamente, unánimes en la paz hasta el día de nuestra muerte. Y, como en tu honor, como corresponde a tanta fiesta, llevamos vestiduras blancas, así, por tu indulgencia, estemos libres de la negrura del pecado universal.
En el Rito Hispano-Mozárabe la oración eucarística equivalente al prefacio se denomina illatio, y en ella se recogen los motivos para la acción de gracias según la festividad que corresponda. En esta misa pascual, día de luz y salvación por la gloria de la Resurrección, se aclama a la Trinidad por la redención y reparación del hombre, por la victoria sobre el diablo y sobre la muerte y por la reconciliación de la Tierra con el Cielo.
Después de haber llorado a Jesucristo muerto por tres días, ahora nos alegramos de verlo resucitado y abriéndonos el camino del Cielo a los pecadores. Al introducir la oración que Él mismo nos enseñó le pedimos que, habiéndose levantado del sepulcro, nuestras bocas queden saciadas del júbilo de tu alabanza, y nuestros corazones sientan el efecto de ser escuchados.
También se considera que proceden de san Ildefonso las misas del común de Santa María y la de la Anunciación a María, fiesta celebrada en el Rito Hispano el día 18 de diciembre para unirla con los días de Navidad en los que contemplamos la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen.
Acudir en la oración a la Madre ha sido siempre algo propio de los cristianos, y el motivo viene recogido en esta plegaria:
Elevemos suplicantes nuestras manos a la misericordia de Dios todopoderoso, quien por su limpia belleza interior ha escogido a la Virgen María para engendrar a su Hijo Unigénito, salvación del mundo. Que la santísima Virgen y Madre nos conceda el auxilio de su protección. Cuanto digan sus labios rezumantes de dulzura será escuchado más fácilmente por su Hijo, autor de la inmensa clemencia. Oh María, esposa de Dios, insiste ante la bondad del Padre y del Hijo, para que, compadecido de nuestra miseria, vuelva hacia nosotros su mirada misericordiosa; que con ella nos limpie de pecado y libre de los delitos, alivie a los que han caído bajo el fardo de sus culpas y los absuelva del peso de los castigos. Oh Virgen fecunda de admirable pureza, intercede ante tu Hijo para que nos ayude. Sin tu plegaria, perecemos, oh María, nos vemos hundidos en el profundo abismo del pecado, si no contamos con la intervención salvadora de tu Hijo; extiende pues tus manos piadosas a los desvalidos, confirma a los débiles, conforta a los decaídos y escucha con benevolencia los deseos de los que te alaban. Amén.
En la oración alzamos nuestros ojos al cielo para ver la gloria de nuestro Salvador,y contemplamos cómo ensalza a la Virgen para que le conciba y cómo premia a la Madre cuando le da a luz. El alma de María concibe lo que la fe le enseña, y así, el espíritu alcanza en plenitud lo que ha elegido. Cristo es Hijo y don para su misma Madre.
Estas oraciones litúrgicas nos ayudan a conocer mejor a Nuestra Señora, que no se complace en la altivez sino que prefiere lo humilde; saludada por el anuncio del Ángel no se exalta en lo profundo de su corazón; se turba al sentirse alabada sin entregarse al gozo. María, por la fe, engendró a Dios en su mente antes que en su seno y en su Hijo adora al mismo Dios. Ella es la que mostró al Niño a los ángeles que cantaban la Gloria del Altísimo, a los humildes pastores y a los Reyes que se inclinaron ante el Salvador que lloraba en el pesebre. El Hijo llenó el espíritu de la Madre con admirable alegría: En el parto pudo admirarse de permanecer Virgen, en el Hijo pudo alegrarse de ser la Madre del Altísimo, la Virgen amamantaba a Aquel por quien recibe el alimento todo hombre.
Por intercesión de María pedimos alcanzar la gloria del Cielo, por los santísimos méritos de María, pedimos suplicantes a Dios que limpie nuestro corazón de toda sucia mancha terrenal y visitando nuestros espíritus los llene con su gracia, de manera que conceda el descanso a las almas de los difuntos y la paz a los vivientes. Que así como la Virgen, cubierta por la sombra divina, concibió y dio a luz, también nosotros, encendidos por la divina inspiración, profesemos públicamente lo que hemos concebido del Espíritu Santo, a quien recibimos por la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo.
Y aunque las oraciones de la liturgia siempre van dirigidas al Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo, encontramos una invocación a la Virgen María, saludándola con el corazón lleno de gozo y admiración: Dios te salve, la más hermosa de las vírgenes, porque sin perder del pudor diste a luz al mismo Dios: A ti los hombres y los ángeles te veneran como madre de Dios y te alaban.
En la Misa de Santa Leocadia se alude a que esta santa mártir con su confiada oración quebrantó la soberbia del enemigo, y por eso goza de la Gloria que, por sus méritos pedimos para nosotros y para nuestros seres queridos. En la oración damos gracias porque a pesar de su debilidad, Leocadia ha recibido del Padre la fortaleza para ser testigo del nombre de Cristo y vencedora en el sufrimiento por los tormentos infligidos. Todo es obra de Cristo, que mantuvo a su madre, María, inmune de toda corrupción, y acogió en su oración a Leocadia, fiel testigo de su nombre; y, como mantuvo a María virgen después del parto, hizo a Leocadia vencedora después de su muerte.
La oración de los santos, que ya gozan de la presencia divina, es una ayuda para los que todavía peregrinamos por este mundo. Por eso se pide que por el ruego de la virgen Leocadia, quedemos libres de vicios y enriquecidos de dones celestiales.
Contemplar y meditar la vida de los santos en nuestra oración nos ayudará a crecer en deseo de santidad y a configurarnos con Cristo, al que ellos han seguido e imitado, para tener la misma mente y corazón del Señor:
Quede manifiesta, Señor, al pueblo creyente, la constancia y paciencia de santa Leocadia en la confesión de tu fe,lo mismo que quedó patente su santidad a los perseguidores. Gloriémonos todos los que celebramos fielmente su triunfal natalicio, para que de igual modo nos mantengamos gozosos entre las dificultades y tribulaciones temporales. Aumenta en todos una fe sin fisuras, concédenos la constancia, otórganos la caridad; y así confesaremos con los labios lo que llevamos en el corazón, y esperaremos confiadamente con santa Leocadia la corona de la santidad.
San Ildefonso, hombre de oración, nos enseña a orar compartiendo con nosotros en sus escritos su plegaria que, como incienso, se eleva hacia lo alto.
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1 Papa Francisco: Carta Apostólica Desiderio Desideravi, 2022.
1 comentario
/ Oramos, para solicitar la intercesión de san Ildefonso, al tener presente, q, en la noche del 18 -12 de 665 junto con sus clérigos y algunos otros fueron a la iglesia para cantar himnos en honor a la Virgen María y encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante ,q, sintieron temor, huyendo , todos, menos Ildefonso y sus dos diáconos, quienes entraron y se acercaron al altar y ante ellos se encontraba la Virgen María, sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de vírgenes q entonaban cantos celestiales, y , María, hizo una seña con la cabeza para que se acercara, obedeciendo en el acto, fijando sus ojos sobre él, diciéndole: "Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería." Y habiendo dicho esto, la misma Virgen lo invistió, y, le dio instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor.
/ Imploramos , impetrar la intercesión de san Ildefonso sin olvidar ,q, esta aparición y la casulla , llevaron a ,q, en un concilio de Toledo se ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria y el suceso aparece documentado solamente siglos después en el Acta Sanctorum (1658) como El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición, siendo el siglo VI importante para el origen del culto mariano y en el 10º concilio de Toledo, en 656, tuvo su origen la primera fiesta a la Virgen en Hispania, escribiendo , Ildefonso un tratado sobre “La virginidad perpetua de Santa María” y, cuando el papa Juan VII, condujo la Iglesia de 705 a 707, el culto mariano se tornó popular entre los católicos al recordar , q, la trascendencia ,q, adquirió este hecho , aconteció en plena Hispania Gothorum y ha sido muy grande para Toledo y su catedral y, los árabes, durante la dominación musulmana, al convertirse la basílica cristiana en mezquita, respetaron, escrupulosamente este lugar y la piedra en q la Virgen puso sus pies se la viene venerando , desde la vez, q, se le apareció a San Ildefonso y ,en la catedral los peregrinos, pueden, aún venerar la piedra en ,q, la Virgen Santísima ,puso sus pies ,cuando se le apareció a San Ildefonso.
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