Si hablando lenguas de hombres y de ángeles, no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalos que retiñe.
Y si teniendo el don de profecía y conociendo los misterios todos y toda la ciencia y tanta fe que trasladase los montes, no tengo caridad, no soy nada.
Y si repartiere toda mi hacienda y entregara mi cuerpo al fuego; no teniendo caridad, nada me aprovecha.
La caridad es paciente, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no es interesada, no se irrita, no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.
1 Cor. 13
El mes de junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús.
¿Y eso qué significa? ¿Es el mes de una víscera?
No. Es el mes de la caridad.
¿Y qué es la caridad?
La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. La caridad es una virtud teologal infundida por Dios en nuestras almas; tiene de suyo una dimensión sobrenatural y siempre es fruto del amor de Dios.
El amor, tiene muchas dimensiones y manifestaciones, desde el «cariño» a los animales o el aprecio por las cosas, al amor paternofilial, conyugal o de amistad. El amor es una realidad natural; la caridad, sobrenatural.
El cardenal Sarah dijo: «El término amor ya existía antes de Cristo pero es Él quien nos enseña la cima del amor que es precisamente la caridad. El auténtico amor lo aprendemos de Cristo…, es por ello que no hemos de confundir la auténtica caridad cristiana, que tiene su origen en Dios, con la solidaridad típica de las ONG y de las organizaciones de la ONU, que tratan de debilitar el arraigo de la «caritas» en Dios, reduciendo su razón de ser a una pura filantropía».
«El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado». (Romanos 5, 5).
La caridad viene del Espíritu Santo, viene de Dios mismo. Es más: la Caridad es Dios mismo. Por eso vivir en Caridad es vivir en Cristo. Y para ello, debemos vivir en gracia de Dios:
- Cumplir los mandamientos,
- Confesarnos con frecuencia,
- Comulgar en gracia de Dios: alimentarnos del Pan del Cielo, del Sacramento de la Caridad, donde late realmente el Corazón de Cristo: único medio para transformar nuestro corazón de piedra y hacerlo semejante al suyo.
- Vivir en coherencia, practicando las obras de misericordia: amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Dios. La vida cristiana ha de cumplir y hacer que resplandezca la Caridad: no sólo el amor, sino la Caridad. No solo el amor natural, sino por encima de todo, el sobrenatural: el que solo puede venir de Dios, el que hace milagros:
El que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere, se condenará.
A los que crean, les acompañarán estas señales: en mi nombre echarán los demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán en sus manos serpientes y, si bebieren ponzoña, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos y estos recobrarán la salud.
Marcos 16
De las tres virtudes teologales, sólo la caridad permanece en el cielo. La fe no nos hará falta porque veremos directamente el rostro de Dios; y la esperanza, tampoco, porque ya no tendremos que esperar más lo que ya estaremos gozando junto a los santos y a los ángeles. Pero la Caridad perdura más allá de la muerte, porque contemplar a Dios es gozar la felicidad y la bondad eternas y plenas y eso es la Caridad, esa es la realidad de Dios mismo. Bondad infinita, felicidad eterna y caridad perpetua.
La Caridad, que es lo más sublime, el don más divino que el hombre puede recibir de Dios, sufre ataques constantemente: es ridiculizada, banalizada, desacralizada… Satanás odia a Dios, odia al hombre (que ha merecido que Dios mismo entregara su vida en la cruz para su salvación) y odia la Caridad. El Maligno es lo contrario de la caridad: por eso propone al hombre una parodia grotesca de la caridad, reduciendo el amor al sexo más animalizado y grosero.
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