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«Tenemos que decir «non serviam», no somos siervos, no estamos para obedecer a nadie». Así se expresaba Fernando Savater en la manifestación de hoy, sábado, en Madrid contra la amnistía y la autodeterminación de Cataluña y del País Vasco.
Y realmente Savater ha dado en el clavo: ese es el origen de todos los males que afligen a España y al mundo: el «non serviam». Lucifer se rebeló contra Dios y decidió no obedecer sus Mandamientos y sus Leyes.
Y en ese mismo pecado de desobediencia a Dios, cayeron nuestros primeros padres, que cegados por la soberbia, no quisieron aceptar con humildad su condición de criaturas de Dios y quisieron ser dioses.
El hombre no acepta que es una criatura creada por Dios, una causa segunda. El hombre quiere ser dueño de sí mismo, construirse a sí mismo, hacerse a sí mismo (el self-made man). El hombre quiere hacer con su vida lo que le dé la gana, lo que le apetezca en cada momento. El hombre quiere hacer de su voluntad ley. De ahí la diversidad infinita de identidades de género. El reinado de la voluntad (entendida como deseo) implica la muerte de la coherencia o la autenticidad, porque ya nada es coherente ni auténtico. Hoy puedo defender un argumento y mañana predicar exactamente lo contrario. Y no pasa nada. Porque la libertad te hace verdadero. Y la verdad ya no existe. Existe el reino de la mentira, en el que Pedro Sánchez es el soberano absoluto.
1.- Triunfo del Liberalismo
El triunfo del Liberalismo supuso la victoria (momentánea) de Lucifer. En España, no les resultó fácil. Tres guerras civiles asolaron nuestra patria y llenaron nuestros campos y nuestras ciudades de sangre.
El bando carlista, además de la cuestión legitimista, defendía – y aún lo defiende – el «nada sin Dios». Su famoso trilema resume perfectamente su ideario: «Por Dios, por la Patria y el Rey». El carlismo defiende la unidad católica de España: un gobierno que supedita sus leyes y sus mandatos a la Ley de Dios. El gobierno habría de procurar el bien común de los españoles y satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, de tal modo que el gobierno secular debe colaborar con la Iglesia en la tarea de llevar todas las almas al cielo. Esta vida es el camino hacia la otra, que es morada sin pesar. Y un gobierno sometido a la ley de Dios tiene el deber de contribuir a la salvación de las almas de los ciudadanos.
El otro bando, el liberal, reunía a los afrancesados contaminados por la Revolución Francesa, que reclamaban la libertad, la igualdad y la fraternidad.
La Libertad liberal significa rebelión contra la soberanía de Dios y su santa ley. Significa que el hombre es un fin en sí mismo: no solo porque no pueda o no deba ser “instrumentalizado” o utilizado por otras personas para sus propios fines (obviamente, el hombre no es ni debe ser considerado como un “recurso humano” para obtener beneficios); sino porque la finalidad del hombre – su fin último – es el propio hombre: y no Dios. Que el hombre no ha sido creado por Dios y para Dios. Que el fin del hombre no es sobrenatural, no es el cielo; sino que el fin para el que ha sido creado el hombre es para sí mismo. El mundo moderno liberal rechaza el Reino de Dios y lo combate para establecer el “Reino de los Fines” kantiano. Dios no es soberano, no es Rey: lo es el hombre. No hay que santificar el nombre de Dios, no queremos que venga su Reino, no hay que hacer su Voluntad en la tierra como en el cielo. El hombre quiere que se haga su voluntad de hombre. Por eso, el hombre sin Dios odia a Dios y a quienes queremos a Dios como Señor. El mundo moderno es el “Anticristo”, el “Contra Dios”, el “Anti Padre Nuestro”. Nada hay más contrarrevolucionario hoy que rezar el Padre Nuestro.Leer más... »