Venid a Adorarlo
La noche oscura. El mundo se disfraza de mamarracho en un desfile onírico de onanismo, fornicio, depravación, perversión, degeneración, corrupción, vicio y borrrachera.
Las luces brillantes de un árbol de navidad iluminan la entrada de una clínica abortista mientras un viejo de barba blanca va desgranando las cuentas del rosario y musitando avemarías. Y el viejo de la barba blanca llora por sus niños inocentes bárbaramente asesinados. «¡No lo hagáis, dádmelos a mí!»
Las ciudades se alumbran de colores estridentes para que resplandezca aún más su tenebrosa sordidez. Miles de almas muertas compran felicidades a plazos en los grandes almacenes abarrotados de seres atolondrados.
Roma ha caído. Ha caído, ha caído la Roma eterna y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites. «Dios se apiade de ellos. Los apóstatas, los herejes y los impíos han ocupado la sede de Pedro».
Todo es oscuridad. Es la hora de las tinieblas. El pecado lo invade todo, lo mancha todo, lo mata todo… Es la hora de Lucifer. Es la hora del Maligno.
En la noche oscura, en que nadie me veía… caminaba y rezaba… Y nadie se fijaba en aquel viejo de la barba blanca con su rosario en la mano. Caminaba entre las tinieblas sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía… Esa llama arde en el alma sin consumirse, inflama el corazón, estremece el alma y derrama lágrimas de caridad.
Esa luz que me guiaba nadie la veía pero estaba ahí. Era la luz de la Caridad, la luz de Dios. El viejo de la barba blanca podía pasear repartiendo el Amor de Dios por las calles sin que nadie se percatase. En la oscuridad de la noche tenebrosa, el viejo de la barba blanca, con su rosario en la mano llevaba la estrella de la Caridad en sus ojos cuajados de lágrimas. Entre tanta oscuridad, su rosario y su oración iluminaban las calles, bendecían a los niños y a los ancianos, rogaba por los enfermos o bendecía a las embarazadas. Pero nadie reparaba en él. Nadie se daba cuenta. Nadie se entera de nada. Porque nadie ve lo invisible.
Para ver la luz hay que estar en gracia de Dios: libre de pecado. Donde hay pecado no hay luz que te pueda guiar, sino tinieblas y oscuridad. Bautízate, confiésate. Y la luz te guiará hacia Cristo. Pero para ver la luz de Cristo hay que nacer de nuevo del agua y del Espíritu. O hay que arrodillarse en el confesionario y llorar por tus pecados como hizo la pecadora con Cristo, a quien lavó los pies con sus lágrimas.
Entonces verás la estrella que brilla en medio de la oscuridad y te conducirá hacia Él. Como conducía al viejo de la barba blanca y la gorra gris, con su rosario en la mano, desgranando sus cuentas y musitando sus padrenuestros y sus avemarías. Esa luz lo condujo a una Iglesia. Entró, se quitó la gorra e hizo la genuflexión. Sobre el altar, la custodia exponía la Hostia Santa para que la adoraran los fieles. El viejo de la barba blanca cayó de rodillas.
«Señor mío y Dios mío. Ten compasión de mí que soy un pobre pecador. Sé que esa Hostia es el niño Jesús que nació en Belén. Sé que esa Hostia es Cristo, que fue despreciado, abandonado por todos, martirizado, humillado y ejecutado en la Cruz. Sé que el mismo Cristo muerto y resucitado es la Hostia consagrada en el altar. Sé que Cristo es la Hostia expuesta en la custodia. Sé que Cristo es la Hostia escondida en el sagrario. Y sé que esa Hostia es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».
¡Qué diferente sería el mundo si todos adoráramos a Cristo y viviéramos en gracia de Dios! ¡Si nos confesáramos, si asistiéramos a la Santa Misa…! ¡Qué distinto sería el mundo si nos amáramos los unos a los otros con la Caridad que sólo Dios nos puede dar! ¡Cómo íbamos a mentir, cómo íbamos a engañar a nuestras esposas o esposos, cómo íbamos a robar o a matar a nadie, cómo íbamos a abandonar a nuestros padres ancianos, cómo íbamos a dejarnos esclavizar por la codicia, por la lujuria, por la envidia o por la soberbia!
Y son los pecados los que no permiten que veáis la Luz del Mundo, que es Cristo. Porque pensáis que Dios no existe y, si existe, es un ser lejano a quien no le importamos nada. «Yo soy dios y hago lo que me da la gana», grita el impío. Y ahí empieza en Reino de Lucifer a apoderarse de tu alma.
El viejo de la barba blanca, con su rosario en la mano, sabe que Dios no está lejos. Sabe que Dios no le abandonó nunca en el camino de la vida, que no permitió que pereciera en las tempestades y que, cuando parecía que todo estaba perdido y se iba a hundir sin remisión, siempre surgía una mano que le sacaba del mar turbulento e impedía que se ahogara. Porque Dios es providente y no te deja solo nunca. El viejo de la barba blanca sabe muy bien que Dios no le ha abandonado nunca y que siempre le ha dado todo lo necesario para vivir con dignidad y educar a sus hijos sin que les faltara nunca nada. Dios no te abandona, porque Él es tu Padre y se comporta como tal. Él es tu Salvador. Él es el Amor de los amores, la Caridad infinita y eterna. Que permite que su Hijo pase por la cruz, como cordero de la nueva pascua que se sacrifica para el perdón de los pecados del mundo. Pero el Padre no permite que su Hijo permanezca en la tumba y lo resucita y le da el trono, el poder y la gloria por los siglos de los siglos.
El hombre de la barba blanca, con el rosario en sus manos, sabe que la felicidad que tantos buscan sin encontrarla, es Cristo. El viejo sabe que la felicidad es comulgar en gracia de Dios y saberse por un instante en el cielo. Porque donde está Cristo, están el Padre y el Espíritu Santo; y donde está la Santísima Trinidad están sus ángeles y sus santos. Donde está Cristo Sacramentado, está el cielo. Por eso, el pan del Cielo es el alimento de los santos en su camino hacia la eternidad.
Comulgar… Dios viene a ti para unirse a ti… «Dame, Señor, un corazón puro y una mirada limpia para ver el mundo con tus ojos y amar a todos con tu corazón. Quítame mi corazón de piedra y dame el Tuyo y que tu sangre corra por mis venas para amar y servir a todos siempre.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo, y dejéme…
El secreto de la Navidad es la Hostia Santa: allí encontraréis al Niño Dios. Adoradlo.
El viejo de la barba blanca sólo quiere morir en gracia de Dios para traspasar las puertas del cielo y unirse a los ángeles y a los santos para adorar eternamente a la Trinidad Santa. Y si Dios ha puesto por su gracia ese deseo en su corazón, el viejo de las barbas blancas y el rosario en la mano tiene la esperanza de que quien empezó la tarea, la lleve a su fin; que quien puso el deseo en su corazón, lo haga realidad algún día.
Comulgar, unirse íntimamente a Dios, es morir un poco… Es un entrenamiento para la muerte y para la vida eterna. Es avistar el cielo, visitarlo un instante…
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo, y dejéme…
Dicen que vivir es un instante entre dos eternidades.
María, madre de la Caridad, ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Amén
PS. En un post de Paco Pepe he descubierto una cita que, a mí por lo menos, me hace mucho bien:
Dice san León Magno: «No te rindas jamás, ni cuando la fatiga se hace sentir, ni cuando tu pie tropiece, ni cuando tus ojos se quemen, ni cuando tus esfuerzos sean ignorados, ni cuando la desilusión te desmoralice, ni cuando el error te desaliente, ni cuando la traición te hiera, ni cuando el éxito te abandone, ni cuando la ingratitud te desanime, ni cuando la incomprensión te circunde, ni cuando el aburrimiento te derrumbe, ni cuando todo tenga el aire de nada, ni cuando el peso del pecado te aplaste, ni cuando… Invoca a tu Dios, cierra los puños, sonríe… y recomienza».
7 comentarios
O Emmanuel
Oh, Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, esperanza de las naciones y Salvador de los pueblos: Ven a salvarnos, Señor Dios Nuestro.
FELIZ NAVIDAD A TODOS LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD
Esta frase es preciosa y es certísima. Porque planta en nosotros, un poco más cada vez, la semilla del hombre inmortal que seremos algún día en el Cielo. La Eucaristía es la luz que nos conduce en la oscuridad hasta la Gloria.
Como dice un amigo mío: "Hasta el Cielo, todo es Cielo. Hasta el infierno, todo es infierno".
Feliz y Santa Navidad, Pedro. También servidor vaga por las calles con un rosario en la mano, camino de la capilla de adoración perpetua, pidiendo por todos los que le rodean. Y entre padres nuestros y aves marías, voy musitando, con tristeza infinita pero con la certeza de ser escuchado: "Señor, Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por todos los que no creen, adoran, esperan y os aman"
Dios bendiga a ese viejo de la barba blanca que llora frente al templo del asesinato de los no nacidos, por hijos como él Dios mantiene la fe en la humanidad.
Cielo nuevo y tierra nueva están a las puertas, mientras tanto luchemos defendiendo la Verdad, ese es nuestro camino. ¡Feliz y santa Navidad!
Y he pedido como él: "Dame, Señor, un corazón puro y una mirada limpia para ver el mundo con tus ojos y amar a todos con tu corazón. Quítame mi corazón de piedra y dame el Tuyo".
También yo, un viejo pecador de barba blaca, hago mío ese deseo : ...morir en gracia de Dios para traspasar las puertas del cielo y unirme a los ángeles y a los santos para adorar eternamente a la Trinidad Santa".
Feliz Navidad, don Pedro Luis. Dios le bendiga
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